Y llegó, como llegan casi todas las cosas por estos lados, tarde, El Cantante, la pelicula de J Lo y Marc Anthony sobre la vida de Hector Lavoe. Y, claro, como ya lo imaginabamos, decepciona, y bastante, esta languida cinta, con un guión tan predecible y plano como las actuaciones de sus protagonistas.
Si quisiera describirla de algun modo diría que se trata mas de un largo videoclip de las canciones de Lavoe reencauchadas por Marc Anthony que de una verdadera obra cinematografica sobre la vida de ese extraordinario icono de la salsa que fue Hector Lavoe.
La pelicula discurre de principio a fin bajo el entendido de que la estrella a mirar es J Lo, en su papel de Puchi, una de las tantas mujeres que tuvo La Voz y que jamás tuvo en su vida la preponderancia que se ve en la pelicula, que actua, baila y narra a través del inevitable flash back el ciclo vital de Lavoe desde sus comienzos en Nueva York bajo el auspicio de Willie Colón y Johny Pacheco en los comienzos de la Fania, la pleyade que arrancó el fenómeno popular llamado salsa. Por eso, Marc Anthony-Hector Lavoe, el actor y el personaje, se ven desdibujados, girando sosamente como un satélite anodino en torno a la rutilante estela de la López.
Que Hector Lavoe fue un hombre conflictivo y autodestructivo; que en la cúspide de su carrera sucumbió en el naufragio trágico de la droga y de los fracasos y tragedias familiares; que nunca pudo recuperar su brillo después de su lamentable separación de Willie Colón... Todos son hechos conocidos que, inusitadamente, aparecen en esta pelicula como meros episodios marginales, sin verdadero dramatismo, sin la trascendencia discursiva que todos esperabamos.
Por tanto, despreciados inexplicablemente los hitos dramáticos mas relevantes, lo demas es un mero discurrir amorfo, sin fuerza ni sentido, al que solo lo salva, si acaso, la musica del cantante fallecido, con arreglos practicamente idénticos a los originales y con la voz de Marc Anthony, que por cuenta de la tecnología suena muy similar a la de Lavoe. Ah, y se rescata también la escena de un solitario Rubén Blades que toca con parsimonia en su guitarra los acordes primigenios de El Cantante, la canción insignia de Lavoe.
Nada memorable, nada interesante, El Cantante, a diferencia de su personaje, llegará y pasará sin pena ni gloria, en lamentable desperdicio de un filón dramático como fue la vida del Cantante de los Cantantes.
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