
El periódico El País publicó un articulo sobre el perfil del criminal colombiano, según el cual los investigadores de la llamada Unidad Especial de Comportamiento Criminal (UPCC), en lo que los gringos denominan un “criminal profiler”, se dieron a la tarea de elaborar un perfil del asesino típico de nuestro país. Para ello, asesorados por el FBI, analizaron cientos de casos de homicidios a lo largo y ancho del territorio nacional, examinando cuidadosamente patrones de comportamiento criminal que antes no se tomaban en cuenta, como objetos dejados en el cuerpo o en el lugar del crimen, rituales de brujería, uso de símbolos religiosos, o simplemente, la forma como se perpetraron los homicidios.
En realidad esto no es nuevo. Ya en noviembre del año 2003 el periódico El Tiempo publicó un

Comparando estos dos análisis se encuentra uno con varios hechos sorprendentes. Uno de ellos, quizás el mas triste, es la creciente participación de la mujer en la actividad criminal, en especial la del sicariato y el homicidio masivo, delitos en los cuales no era común el involucramiento del genero femenino. Se menciona, por ejemplo, el caso de quince brutales homicidios en serie cometidos en el año 2.003 en el Magdalena Medio a manos de una mujer perteneciente a bandas paramilitares de la región. Conocida como “La doctora”, esta siniestra fémina acostumbraba a desmembrar cuidadosamente a sus victimas y a extraerles posteriormente los órganos internos para acomodarlos, pulcramente, junto al cadáver. En el informe de la UPCC se hace referencia al caso de una mujer que, en la escena de seis tomas guerrilleras de las Farc ocurridas en los últimos tres años, desnudaba los cadáveres de policías muertos para quemarles sus genitales con un spray y la llama de un encendedor. Como puede verse la necrótica brutalidad se reparte por igual en los dos bandos.
Tambien en la actividad sicarial ha empezado a notarse la participación femenina. Varias mujeres, especialmente jóvenes, son ahora gatilleras profesionales, dispuestas a eliminar por encargo a sus victimas, seguramente ayudadas por la confianza instintiva qu

Así lo demuestra un caso ocurrido el 2 de septiembre de 2003, que el periódico El Tiempo relata así: “En una cafetería del sur de Bogotá (frente al hospital de Kennedy) entraron Jenny Liceth Agudelo, de 21 años, y Sandra Milena Santo, de 20, la primera solicitando un baño para evacuar “una emergencia”, y la otra pidiendo un yogur de fresa. Luego Jenny Liceth sacó de su bolso una pistola, y su compañera empuñó un revólver. Se cruzaron una mirada como de santo y seña, se acercaron a dos hombres, Adrián Morales y César Andrés Botero, que departían en el lugar y que fueron s

En todo caso, tales manifestaciones de sevicia indican la intención de ciertos criminales de infundir temor en el común de las personas y de demostrar poder entre su ámbito delictivo, además de que, por los mismos métodos empleados, mostrarían c

Otro dato impactante es el rasgo religioso y ocultista de los criminales colombianos. El informe de la UPCC asegura que entre mas objetos religiosos porte el delincuente es más peligroso, pues esta circunstancia parece tener relación directa con su grado de criminalidad, s

La brujería y los ritos de la santería, el vudú y las religiones sincréticas del Brasil son casi referentes obligatorios en el ambiente criminal colombiano. Muchos de estos delincuentes consultan con asiduidad a brujos y adivinos, y comúnmente los convierten en sus consejeros habituales. Por ello, los buenos augurios para coronar un alijo de droga, para descubrir un enemigo, para confundir una investigación judicial o para librarse de rivales se aseguran a través de ritos de misa negra y de sacrificios rituales, muchos de ellos sangrientos, y de la adopción de figuras y símbolos como monedas, cruces, esvásticas, billetes, cartas de naipe y demás para identificar sus actos delictivos, como siniestros sellos de poder.
En lo que

En fin. Muchas otras cosas y ejemplos podríamos traer a colación, pero bástale al buen entendedor con estas palabras. Lo que sí tenemos que agregar es que, gústenos o no, aceptémoslo o no, la misma tierra que da gente como García Márquez, como Juanes, como Juan Pablo Montoya, como usted o como yo, también produce estos siniestros especimenes. Y que, aunque nos avergüencen y nos atemoricen, allí están y esos son, los que desangran nuestra nación.