27.5.06

LA MALDICION DE LOS BATÁ

(Basado en una historia que pudo ser real. Y lo fue)


Un hombre joven y alto, de bigote fino que le cruzaba la cara pálida, con el cuerpo enjuto enfundado en un traje blanco de impecable lino y la cabeza presidida por un sombrero Panamá, descendió lentamente por la escalerilla del avión que lo traía, en esa calurosa tarde de febrero de 1.962, desde Miami hasta el aeropuerto de La Habana.

Con pasos largos se dirigió a la puerta de desembarque en el último lugar de la fila de pasajeros. En su mano izquierda llevaba un maletín pequeño de cuero oscuro. Al llegar a la puerta se detuvo un instante, como si dudara, pero finalmente la atravesó mientras su sombra, alargada e inclinada a la derecha, lo persiguió hasta desaparecer en la penumbra de la sala aduanera.

En ese mismo instante, al otro lado de la isla, un negro viejo que se mecía en una silla crujiente observaba desde el desconchado balcón de un segundo piso el mar que se estrellaba contra el lejano malecón. Podía oír el rumor bronco de las olas que, murmullando, iban y venían sin pausa, mientras desde la calle le llegaban risas de niño y el sonido apagado de un tres que alguien rasgaba con insistencia. Pero, abstraído, su mente solo le daba vueltas a las palabras que la vieja orisha había venido a decirle hacía unas horas: Que un hombre desconocido venia del otro lado del mar para proponerle algo inesperado. (VER MÁS)

24.5.06

EL CANDIDATO FUGITIVO

Me decía en estos días alguien que para tener un debate con el Presidente Uribe primero había que alcanzarlo y después llevarlo enlazado. Puede ser, vistos los últimos sucesos electorales conocidos. Por eso, este corre que te alcanzo entre el candidato puntero y el pelotón (o pelotones) que lo persigue es quizás el único rasgo interesante, por divertido, de esta jarta, pero jartísima campaña política.

Pensaba que hasta en estos menesteres es sui generis el comportamiento del candidato presidente. Nunca pensé llegar a ver el día en que un político en pleno ajetreo electoral, tan ávido y tan necesitado de cuanta pantalla le den, se diese el lujo de declinar la invitación a aparecer en horario triple A un domingo en la noche. Pero lo ví.

¿Arrogancia? ¿Miedo al debate? ¿Actitud imperial? De todo se ha oído para calificar la conducta de Uribe, pero a mi simplemente me parece que, dadas las circunstancias en que se ha desenvuelto esta campaña silente y opaca, lo único que produce noticia y sacude el aburrimiento es lo que hace o dice el candidato presidente. De allí que de todo este mal llamado debate político, lo digno de destacar en los medios es lo que van a decir los demás candidatos de lo que hizo o no hizo, dijo o no dijo, el señor Álvaro Uribe. Y ellos se prestan para el juego. Además, de no ser por esto, francamente no se qué tendrían de interesante para decir.

Volviendo al debate-alocución del domingo me di a la tarea de oírlo y verlo todo, todito, todo. Con razón, pienso ahora, tanta opacidad y tanta languidez. Del candidato Gaviria solo puedo decir que mantiene un tonito de profesor universitario que seguramente producirá orgasmos intelectuales entre sus seguidores más fervientes, pero en el público del montón, ese que llena urnas y elige presidentes, no produce ni un escalofrío. Menos aun cuando salpica su discurso de latinajos, citas literarias inextricables, vocablos densos como “escolástico”, “deontológico” y demás que dejan a la mayoría de la gradería en mute. Partida de ignorantes que son. Por momentos pensé que nos estaba resumiendo unos de sus larguísimos y sesudos fallos de cuando fungía como magistrado. Seguramente por eso bostecé y mucho, lo confieso.

A Horacio Serpa, perdonen que insista, pero lo hago porque ustedes también insisten, ya lo conocemos bien. Me parece que su campaña hubiese ahorrado mucha plata si en vez de cranearse una nueva estrategia publicitaria (que no es del todo mala) hubiese desempolvado los afiches, los folletos y todo el cuento que ha echado durante sus candidaturas anteriores. Su eslogan hubiese podido ser unas grandes, unas enormes comillas, con lo que todos hubiésemos entendido que iba a insistir en lo mismo. Viéndolo ahí sentado, echándole pullas a su ex jefe en el gobierno del que fue embajador, no entiende el ciudadano de a pie su actitud actual. Tal vez sea, entonces, su posición de tránsfuga la que le estén cobrando en las encuestas.

En cuanto a Mockus, a pesar de que esta vez lo vi más cuerdo y mas claro, porque al menos pude entenderle la mitad de lo que dijo, me parece que su discurso simbólico, gestual y matizado de términos extraños se agotó hace mucho rato. Al menos se le agradece que no llevara puesto ese horrible sombrero piramidal que se inventó y cuyo mensaje jeroglífico parecía más publicidad anticipada del Código Da Vinci que otra cosa.

En cuanto al Presidente Uribe, muchachos, todo igualito. Nos hubiéramos podido ahorrar todo el suspenso y el coge coge del qué se hizo, por qué no vino y demás con que nos hubieran pasado en diferido uno de sus consejos comunitarios, cualquiera, y con eso todos hubiéramos quedado despachaditos. Pero no. Y por eso mismo tuvimos allí el lunes, en horario triple A, un nueva dosis reloaded de Uribe candidato que, se me antoja, ni quita ni pone a estas alturas del partido.

Por todo esto creo saber por qué es que Uribe no va a los debates con los otros candidatos: Por qué le da pena, que pena con Uds., muchachos, quedarse irremediable y profundamente dormido en medio del soporífero evento. Igualito como me pasó a mí.

UN REGALO INESPERADO

17.5.06

LA ESPERANZA DEL JOGO BONITO




Para todos los aficionados un Mundial de Fútbol – así, en general- representa varias cosas simultáneas: emoción, alegría, pasión, reconciliación con el buen fútbol, etc. Es una cita a ciegas cuatrienal que, o bien te deja satisfecho o te desilusiona brutalmente, pero que nadie quiere perderse. Bueno, a excepción de mi mujer.

Y este Mundial de Alemania 2.006 no es la excepción. Aunque para algunos la motivación por el certamen es básicamente dinero, money, bussines, para otros, la mayoría, ajena a esos entretelones propios de directivos, empresarios de jugadores o vendedores de camisetas, la cita es para sentarse en las graderías de un estadio (los mas afortunados) o en un cómodo sillón de la sala para ver el espectáculo mas arrobador del mundo: Mas de una treintena de partidos de fútbol, en un cortísimo mes , jugados de poder a poder entre equipos nacionales y jugadores que, sobre el papel, son los mejores del planeta en este momento.

Por eso me parece que un Mundial se define también, y sobre todo, como una esperanza. La esperanza de ver el mejor partido de la historia. La esperanza de ver jugadas irrepetiblemente geniales. La esperanza de ver a la estrella de la década convertirse en leyenda. La esperanza de ver, en resumen, el mejor Mundial jugado hasta el momento. La esperanza puede abarcar todo esto o, en el peor de los escenarios, conformarse con la realización de una sola de estas expectativas. En todo caso, nunca dejará de ser esperanza.

En los diversos mundiales que me ha tocado ver a través de la televisión he podido sufrir la metamorfosis de la esperanza mutada en satisfacción o, como cuando estuvo la Selección Colombia involucrada, en física desolación. Desde el de México 70 (se escribía así, con “x”), que vi muy niño, hasta el de Japón 2002, que vi por fugaces destellos a raíz de la espantosa hora en que se transmitía, siempre he sentido que todo Mundial deja algo memorable, indeleble en la memoria, sempiterno en la retina, que justifica la espera de cuatro años y la consecuente esperanza.

De México 70 recuerdo, amen de figura de Pelé, el legendario 10 brasilero, a un señor calvo, casi un anciano para mi perspectiva infantil, que frenaba el cuerpo y el balón a voluntad, cambiaba de ritmo en un parpadeo, gambeteaba a cualquiera en cualquier lugar de la cancha y, además, disparaba unos pases al vacío como nunca se había visto. Se llamaba Gerson. De Alemania 74 aun tengo el recuerdo de un bloque naranja que subía y bajaba, arrollándolo todo a su paso, de la mano de su habilidoso capitán, un tal Johan Cruyff, que solo pudo ser frenado por el fútbol recio de los alemanes, a la postre campeones.

Del malísimo Mundial de Argentina 78 aun mantengo viva la bronca por los argentinos que, amangualados con los peruanos, eliminaron a Brasil mediante una infamante goleada (6-0) gracias en buena parte a que el “Chupete” Quiroga, arquero argentino nacionalizado en Perú, se le tiraba al balón con toda la intención de dejarlo pasar, mientras el siniestro general Videla aplaudía rabiosamente en la tribuna. Rescato del equipo campeón, de todas formas, al corajudo “Matador” Kempes, que solo fue una estrella efímera de ese mundial y una figura del montón cuando le tocó jugar en Europa.

En España 82 sufrí el intenso enamoramiento del fútbol de Sócrates, Zico y Bebeto,
que jugaban un lírico y delirante balompié, tan perfecto como el del Brasil del 70, pero al que le tocó afrontar el entonces novedoso fútbol zonal, caracterizado por la asfixia de la marca individual que los italianos practicaban encarnizadamente, lo que al final les sirvió para eliminar al Brasil de mis amores y coronarse campeones. Odié a los italianos, especialmente a Paolo Rossi, por mucho tiempo.

El Mundial de Méjico 86 solo fue Maradona y nada más. Eso es indudable o sino, hagan el esfuerzo de tratar de recordar a otro jugador distinto u otras jugadas diferentes a las del crack argentino. Sencillamente, no existió nada más.

A partir del Mundial de Alemania 90 toda la expectativa giró en torno a la Selección Colombia, así que lamentablemente toda evocación se circunscribe a las emociones desbocadas en el empate ante Alemania con el golazo de Rincón y el pase previo y magistral del Pibe Valderrama, hasta el insufrible gol que Milla le marcó a Higuita por debajo de la horqueta para eliminarnos tristemente.

En el Mundial de Estados Unidos 94, ese mismo que, según Pelé, íbamos a ganar gracias al espejismo de la goleada a los argentinos 5-0 en la misma Buenos Aires, solo recuerdo la amargura y la rabia por el juego mediocre de una selección aburguesada e inflada como crispeta, que se derrumbó desde el primer partido. Además, claro, resuenan en la memoria los disparos con que mataron a Andrés Escobar en Medellín cuando el mundial aun se jugaba. Creo memorar que el campeón fue Brasil, de la mano del recientemente difunto Tele Santana, pero recuerdo más haber sentido vergüenza por mucho, mucho tiempo.

Del Mundial de Francia 98, aparte de la ya consabida eliminación de la Selección Colombia en la primera ronda, fue emocionante ver a una Francia de un fútbol inusitadamente habilidoso y contundente ganarle la final a Brasil jugando al mas puro estilo brasileño. Zidane, la figura francesa, fue un gigante. Memorable también fue la desinflada de Ronaldo, que decepcionó a todos a pesar de venir precedido de una connotación de figura internacional que, al final, todo el mundo entendió mas como un manejo mediático.

Aunque, según lo dijimos, al Mundial de Corea 2002 no le paramos muchas bolas (verraca la levantada a las 4 a.m. a verse un partido de fútbol con la mujer al lado dando codazos y refunfuñando por el madrugón; así quién canta un gol) se sabe que fue el desquite de Ronaldo y la mostrada incipiente de Ronaldinho, que llevaron a Brasil a ser campeón aunque con un fútbol pacato y deslucido, muy al estilo de Scolari. En general, para mí este fue un mundial regular, tirando a malo.

Ahora, en el Mundial de Alemania 2.006 todo vuelve a empezar. Y la esperanza también reverdece, sobre todo por el tremendo momento que vive Ronaldinho y la pléyade de figuras brasileñas que nos encaminan en la ilusión de ver al “jogo bonito” en todo su esplendor coronarse otra vez campeón.

De eso se trata la esperanza. Bueno, aunque mi mujer definitivamente no esté de acuerdo.

16.5.06

PAPÁ URIBE II


En el periódico EL TIEMPO del domingo pasado hallé un largo análisis respecto de ese fenómeno político –porque es básicamente eso- que representa la gran popularidad del Presidente Álvaro Uribe quien, pese a toda el agua sucia que le ha llovido a su gobierno en las ultimas semanas, sigue campeando en las encuestas como si nada, mientras sus rivales políticos se desdibujan o se desgastan cada vez más.

Consideraciones políticas aparte, me llamó la atención la conclusión que reiteradamente se planteaba allí, a modo de explicación, sobre el susodicho fenómeno. En uno de sus apartes decía:

“Si los historiadores escriben contarán (…) que muchos justificaban la popularidad del mandatario solo por el enamoramiento colectivo en que los colombianos cayeron al verlo todos los días en la televisión con su voz recia, mirada firme, don de mando y humildad hecha de diminutivos, como si hubieran hallado al padre que nunca tuvieron.”


Y mas adelante, en otro articulo firmado por Víctor Reyes Morris, se manifestaba:

“Pero el efecto nos es simplemente un efecto de coyuntura. Creo, hay algo más. Y es que el Presidente Uribe no solo acertó en interpretar la coyuntura sino que ha permanecido en el acierto, no exento de errores “hasta ahora todos perdonados”. Ha fungido como “padre de la nación”, de protector de los ciudadanos con su aire de patriarca de la Montaña, que no solo atiende a lo fundamental (la seguridad) sino la cotidianidad (consejos comunitarios).”


Traigo a colación estos conceptos porque en este blog, hace ya varios meses, publicamos un post planteando exactamente dicha tesis. Allí decíamos que casi todo lo que ocurre políticamente en torno a Uribe tiene un trasfondo visceral, hondamente subjetivo, derivado de esa orfandad que a diversos niveles y de diversas formas sentimos los colombianos. Por eso, por estar dentro de la orbita de los sentimientos más que de cualquier otra cosa, el fenómeno se hace inasible para la crítica o el análisis político puro.

Así que, después de ríos de tinta para tratar de darle al asunto una explicación plausible, todo parece reducido al hecho de que Álvaro Uribe es el gran papá de todos, incluso de aquellos que desde la orilla contraria le gritan, lo insultan y le tiran pedradas ideológicas de todo cuño, como díscolos adolescentes rebelados contra la autoridad paterna.

Por tanto, tocará seguir diciendo por cuatro años más, como ya lo dijimos antes: ¡Colombia, Uribe es tu papá!

11.5.06

MIS DOS RAZONES

Didier es mi amigo. Lo conozco desde hacer varios años y nunca deja de sorprenderme todas las cosas que es capaz de hacer. Trabaja en una prestigiosa empresa de Cali en donde realiza tantas funciones y tiene tantas responsabilidades que me aterra que no le paguen mas de lo que gana. Sin embargo, se que ama su trabajo y sus jefes y compañeros lo aprecian realmente. Todos los días sube y baja de buses, con sus prótesis y muletas a cuestas, en donde nadie le tiene mayor consideración y, para llegar a su sitio de trabajo, debe caminar un largo trecho en una loma imposible al final del empinado barrio San Antonio. Es un gomoso de los computadores, que conoce y maneja como experto y, en sus ratos libres, que pese a todo también tiene y disfruta, toca muy bien la guitarra y compone canciones. Además, responde económica y afectivamente por su pequeña hija y por su anciana madre, con quienes vive y a quienes cuida con dedicación y esmero. Otra cosa que hace, claro, es escribir en un interesante blog.

Sin embargo, nada ni nadie apostaba por que este hombre ejemplar tuviera una vida normal y productiva. Desde el mismo embarazo su madre, una mujer pobre, abandonada y sin mayores recursos, sabia que él nacería con una grave deformidad física: Sin las dos piernas y sin algunos dedos en sus manos. No obstante, cuando todo la autorizaba para deshacerse del feto deforme, nunca dudó en tenerlo, en criarlo de la mejor forma posible y en darle, en resumen, la oportunidad de vivir. De alguna forma ahora, cuando está anciana y necesita quien esté con ella, al menos haciéndole compañía en la etapa final de su vida, ese hijo que a los ojos de los demás estaba destinado a ser una insoportable carga, la sostiene, la cuida y le agradece todos los días de su vida la oportunidad que le dio de vivir.

Maria Fernanda es la ternura personificada. Así se lo digo a mi amigo Kiko cada vez que lo visito en su pequeño restaurante. Se que cuando él sonríe y la mira con sus ojos de padre amoroso me da la razón. Casi siempre está junto a mi amigo, abrazándolo, besándolo, riendo con él. Y es inevitable reír con ellos, es simplemente contagioso, porque hay tanto amor que da envidia. Y eso que me considero experto en ternuras pues tengo en mi casa dos lindas niñas y un hermoso bebe de ocho meses, que me la proporcionan en sobredosis. Por eso, cuando Maria Fernanda, espontánea, también me abraza y me besa en la mejilla, no puedo evitar estremecerme: Yo también la amo.

La madre de Maria Fernanda supo que su bebita tenía una deformación congénita a la mitad del embarazo. Su medico le explico a fondo el tema y le pintó de la manera mas descarnada posible el drama en el que se convertiría su vida por la incapacidad de su hija para “vivir normalmente”. Incluso le insinúo que podría ayudarle si ella tomaba otra determinación distinta a la de permitir su nacimiento. Ella, llorando y conmocionada por la noticia, rechazó de plano esa posibilidad y salió a la carrera del consultorio. Entre ella y su esposo lo decidieron: La niña nacería. Y nació, y a pesar del síndrome de Down que la aqueja fue desde ese mismo instante la alegría de sus padres. Incluso lo fue cuando tres años después la madre moriría, dejando a Kiko desolado y con una hija incapacitada a cargo. Y lo es ahora, aun a sabiendas que su pequeña no tendrá una vida de esas que llaman normal. Mi amigo compensa su soledad y el dolor recurrente que a veces le invade por la ausencia de su compañera, con esa niña preciosa que siempre está riendo, que lo ama intensamente y que lo acompaña todos los días cuando baja a atender su restaurante. No concibe la vida sin ella.

Solo menciono estos dos casos porque los conozco de cerca. No se si estadísticamente son dos en cien, en mil o en mil millones de casos, pero así ellos dos fueran únicos sobre el planeta, solo por ellos jamás, nunca jamás, estaré de acuerdo con ninguna clase de aborto.

Por eso simplemente digo: ¡Señor, perdónanos porque seguimos sin saber lo que hacemos!

NUESTRO INVIERNO


Después de leer la crónica y ver las estupendas fotos de don Alvaro Ramírez, quien nos reporta sobre el excepcional “veranillo” que por estos días agradablemente sorprende a los habitantes del fiordo noruego, -el cual el buen Álvaro atribuye al calentamiento global-, meditaba parado detrás de mi lluviosa ventana sobre la forma distinta en que por acá nos toca vivir el invierno. Nuestro invierno.

Lejos, muy lejos de la elegante nieve y las congelantes temperaturas nórdicas, en Cali el invierno (que según diría nuestra amiga Stirer, no es invierno sino temporada de lluvias porque el clima es idéntico todo el año) es atortolante. Ahora, por ejemplo, desde esta misma ventana veo una siniestra nube de un gris oscurísimo que parece aventarse en picada desde el cerro de Cristo Rey, aureolado por un manto lechoso que es sinónimo de un chaparrón fuerte.

Este invierno nos traslada inesperadamente entre temperaturas extremas. Extremas, claro, para calentanos como nos. En las madrugadas por las ventanas necesariamente abiertas se cuela un frío extrañamente intenso que de verdad obliga al acobijo. Las lluvias matinales, generalmente densas, apabullan y dificultan la levantada, sobre todo por el peso de la idea de tener que correr esquivando la mojada.

Avanzada la mañana la lluvia cesa o amaina a un nivel caminable y el frío le cede el paso a cierto aire calido que nos hace despojar del abrigo, la chompa o la chaqueta para reconciliarnos con el calorcito que lentamente aparece. El cielo tiende a estabilizarse entre un gris blancuzco y un azul tironeado de gris, en medio del cual el sol es solo una insinuación.

Al mediodía, o el sol ya calienta descaradamente o filtra su calor a través de la nubosidad de tal manera que la temperatura ha subido de tono y obliga al abaniqueo, al refugio del aire acondicionado o al duchazo obligatorio. O a todo esto junto. El calor es un vaho pegajoso, “bochorno” que llamamos por acá, que genera frentes y espaldas sudorosas y ropa que persiste en acoplarse con la piel melosa aun en la inmovilidad o bajo la sombra, cuyo único antídoto es el agua fresca de la ducha o el empelotamiento total.

Por las tardes, justo cuando el aire bochornoso oprime bajo un amodorramiento asfixiante, las nubes negras o grises que anuncian la lluvia vuelven a aparecer de cualquier lado y, sin que el calor ceda un ápice, se desgrana un aguacero intenso que silba amenazadoramente y relampaguea allende las montañas o en el mismo corazón de la ciudad. Generalmente llueve por lapsos cortos que escampan abruptamente. A veces la lluvia se escurre paulatinamente durante casi toda la tarde, encerrando la ciudad en un manto de agua que parece eterno.

Por eso aquí y ahora, detrás de esta prisión acuosa a la que nuestro invierno nos conmina, suspiro por el verano anticipado que en la lejana Noruega ahora disfrutan y sueño despierto con prados verdes y secos, con gaviotas que se remontan en un cielo sin nubes y con el gozo de un sol franco que invita a salir.

8.5.06

LA INVASIÓN PAISA

Están por todas partes: En los negocios de los barrios y en los centros comerciales, en el sur y el norte de la ciudad y en las zonas populares o en los sectores de estrato 6; están en las panaderías, los supermercados, los almacenes de ropa y de calzado, las tabernas y las discotecas y, últimamente, en casi todos los minúsculos locales que se apretujan en los viejos edificios del centro de Cali, convertidos, de la noche a la mañana, en enormes y laberínticos emporios comerciales.

Son imperdibles. Su acento los delata, así como también su piel blanca y su jerga plagada de modismos y dichos tradicionales. Son los paisas, descendientes de los legendarios arrieros que descuajaron selvas y fundaron pueblos en la legendaria “Colonización Antioqueña” de mitad del siglo XIX, llegados a Cali ahora en hordas imperceptibles pero reales, en un fenómeno migratorio que ahora sorprende, aunque en verdad empezó desde hace por lo menos década y media atrás.

La percepción común es que se han apoderado de casi toda actividad comercial en Cali. Porque, eso si, su marca distintiva, ganada a pulso, es la de ser negociantes astutos y exitosos. Su presencia es fuerte en el ámbito de las ventas de toda clase de servicios y productos, bajo múltiples formas y diversas escalas que van desde la propiedad de un pequeño negocio de barrio hasta la construcción de todo un centro comercial. Hasta los técnicos del Cali y el América son ahora paisas.

Sus hábitos migratorios también son sui generis, porque lo hacen en clanes familiares, de forma tal que se asientan en un lugar y se explayan en su actividad económica a través de intrincados hilos filiales que se extienden a hijos, primos, cuñados y cuanto familiar puedan ubicar. También es innegable su regionalismo a ultranza, de forma tal que solo parecen confiar en los de su misma raza, lo que los convierte en miembros de “roscas” que jamás se deshacen, ni aun cuando la expansión de sus negocios pareciera aconsejarlo.

Ahora, según decía el periódico Q´hubo hace algunas semanas, se preparan para imponer un alcalde paisa en Cali, cosa que a mi me parece bobada, siendo que todos sabemos que el verdadero alcalde de esta ciudad es el Presidente Uribe, más paisa que cualquiera, a quien tenemos por acá casi semanalmente buscando salirle al quite a cuanto entuerto arma el mediocre alcalde que elegimos.

Sin embargo, el tema divide en la misma medida en que los caleños perciben a los paisas. Unos, porque los hemos aceptado sin mayores prevenciones y convivimos con ellos sin problema alguno; otros, porque les inspiran rechazo, desconfianza y hasta odio. Las razones para esto ultimo pueden ir desde el celo comercial hasta cierta sensación de desplazamiento socioeconómico basado en el hecho de que mientras muchos habitantes de Cali jamás han podido asentarse en un ingreso económico digno, los advenedizos paisas parecen progresar sin problemas en medio de una ciudad económicamente golpeada. Y todos nos preguntamos cómo lo hacen.

Son, obviamente, subjetividades sin mayor explicación que el sentimiento personal. Porque lo que si es cierto y es vox populi en Cali, es que la plata que ahora circula y que en cierta forma ha contribuido a disminuir los bajos índices económicos que teníamos, es de origen paisa. Así que, pues, a caballo regalado…

Bueno, aunque ni tan regalado. Los negocios para un paisa son fundamentalmente eso y si tienen a bien invertir la plata por acá, seguramente no lo hacen en plan de filántropos. Mi opinión es que la actividad comercial, como la naturaleza, repudia el vacío y ellos solo han venido a llenar el dejado por una elite industrial y comercial que se estancó desde hace décadas, embebida en la cultura de riqueza fácil y estéril que dejó el narcotráfico.

Pero no todo es así de bueno. Algunas cosas preocupan de esta invasión paisa. La primera, es que la condición de casi todos los migrantes que nos han llegado es la de gente rural, pueblerina, que no sobrepasa la educación secundaria, dedicada a negocios comerciales básicos que no requieren mayor infraestructura tecnológica. De este modo, prácticamente nada aportan a Cali en materia de empleo calificado ni de conocimientos técnicos o científicos para la industria o el comercio raizal.

También preocupa la proliferación de centros comerciales por doquier, levantados aun a costa de la identidad urbana y el patrimonio arquitectónico de la ciudad. Los del centro, por ejemplo, son edificios cuadrados, anodinos, sin gracia alguna, destinados únicamente a comprar y a vender, y nada más. Los del sur, son copias unos de otros, con solo una calle de distancia entre ellos, totalmente amorfos, que no representan avance urbanístico alguno y que, incluso, violan varias normas urbanísticas del POT.

Pero quizás lo más preocupante es la sospechosa y escandalosa riada de dinero que se mueve detrás de todo este fenómeno. Nadie a ciencia cierta sabe de donde salieron los miles de millones requeridos para la construcción en tan poco tiempo y de tantos enclaves comerciales a la vez en una ciudad que hasta hace poco se quejaba de todo tipo de infortunios económicos. Con la mayoría de los mafiosos locales en fuga, junto con sus riquezas portátiles, una explicación por ese lado no aplica.

Por tanto, el rumor mas acentuado es que se trata de plata de paramilitares desmovilizados, tratando a toda costa de camuflarse en Cali antes de la hora de rendir cuentas al Gobierno. Puede ser. De todas formas es inexplicable que por un local de escasos seis o siete metros cuadrados en un edificio remodelado del centro de la ciudad, dedicado a vender calzoncillos de $5.000, ahora se pida una “prima” de ¡seiscientos millones de pesos! Y lo curioso es que nadie vende, ni siquiera en ese precio.

En fin. No se trata de señalar con generalizaciones improbadas a los paisas que viven y trabajan en Cali. La mayoría, lo se, son gente esforzada y honrada que tratan de progresar junto con sus familias. Pero habrá que abrir bien el ojo, porque detrás de ellos pueden venir soterradamente los invasores verdaderos, aquellos de los que ya sabemos y conocemos bastante los caleños, y que, por lo mismo, no los queremos ni poquito por acá.

¡Y si quieren un alcalde paisa, pues que nos manden el de ellos y nosotros les mandamos a Polo!

5.5.06

INDICADORES ECONÓMICOS DEL COSTO DE LA VIDA EN COLOMBIA

Fecha: 28 de abril de 2.006

Nombre: BÁRBARA INÉS BOHÓRQUEZ, abogada y profesora universitaria.

Asunto: Asesinada por dos sicarios cuando dictaba clases en la Universidad del Valle en Buenaventura.

Recompensa ofrecida por sus asesinos: $ 0

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Fecha: 28 de abril de 2.006

Nombre: JOHN JAIRO LENIS, indigente.

Asunto: Asesinado a bala por desconocidos en Buga.

Recompensa ofrecida por sus asesinos: $ 0

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Fecha: 28 de abril de 2.006

Nombre: OSCAR JESÚS ARANGO VÉLEZ, operario.

Asunto: Asesinado con arma cortopunzante por desconocidos en Cartago.

Recompensa ofrecida por sus asesinos: $ 0

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Fecha: 28 de abril de 2.006

Nombre: JUAN CARLOS TABORDA VÉLEZ, empleado de oficios varios.

Asunto: Asesinado a bala por sicarios en la vía Buga - Tuluá.

Recompensa ofrecida por sus asesinos: $ 0

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Fecha: 28 de abril de 2.006

Nombre: N.N.

Asunto: Asesinado a bala en el barrio Prados de Julia en Buga.

Recompensa ofrecida por sus asesinos: $ 0

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Fecha: 28 de abril de 2.006

Nombre: LILIANA GAVIRIA TRUJILLO, empresaria y hermana del ex Presidente Cesar Gaviria Trujillo.

Asunto: Asesinada a bala por sicarios en Pereira cuando intentaban secuestrarla.

Recompensa ofrecida por sus asesinos: $1.000.000.000.oo

Y NO PUDIMOS…

Los taxistas de toda ciudad son, por así decirlo, el termómetro más fiel de lo que en ella sucede. Son especies de antenas receptoras y transmisoras de cuanto fenómeno ciudadano acontece. Y aquí no conozco al primer taxista que no tenga una queja, y hasta una biliosa bronca, contra el Alcalde Apolinar Salcedo, síntoma inequívoco de que la mayoría en Cali tiene la convicción de estar padeciendo uno de los peores gobiernos que se recuerde.

Sin embargo, a pesar de hacerle fuerza y ponerle firma al asunto, tal como ya lo habíamos dicho antes,
la intención de revocarle el mandato a Polo se quedó solo en eso: Pura intención. Ni siquiera pudimos sacar a sombrerazos, como se lo merece, al mediocre mandatario que tenemos, con todo y el enorme descontento que existe con su gestión.

Algunas señales de advertencia se habían prendido hace algunos días cuando los veedores de la
campaña pro-revocatoria se quejaron fuertemente de las trapisondas que se venían viendo al interior de la Registraduría en el proceso de evaluación de firmas. Nada raro. Esa entidad es un fortín burocrático de algunos de los políticos que, sin mostrarse mucho pero cobrando buenos dividendos en la penumbra, vienen apoyando a todo vapor al Alcalde. Las mismas señales también parpadearon con alarma cuando la misma Registradora, presionada al máximo, deduzco, anunció su retiro del proceso.

Al final resultó que, a pesar de haberse aportado algo más de 118.000 firmas, cuando únicamente se requerían 78.000, solo 38.000 de las recogidas resultaron validas. Muchas fueron descartadas por pendejaditas, como haber colocado comillas en algunos datos que ni siquiera la ley exige que se incluyan. Además, del lado del Alcalde apareció una sagaz tropa de abogados, expertos en estas lides (y en otras non sanctas, supongo), que se pusieron al corte en el asunto para hacer anular cuanta firma les diera papaya. Todo muy previsible, pues solo en la mente entusiasta pero algo ingenua de los líderes de la revocatoria, se concebía la idea de que Polo se iba a dejar sacar así no más. Perro viejo late echado.

¿Y ahora, qué? Pues resignación, resignación y resignación. Nos tocará ver al Alcalde entregar su mandato el 1º de enero del 2.007, echándose el discurso de su vida y proclamando este fracaso de sus opositores como su mayor victoria. Ah, porque eso sí, que Polo le va a sacar partido, seguro que se lo va a sacar. Cuando suceden estas pifias, los gobernantes así resucitados no solo se atornillan más al puesto sino que, en su delirio de poder, reclaman que fue la inmensa mayoría la que los respaldó. Sino, remember el caso Chávez en Venezuela: Lo tuvieron prácticamente echado y se les volvió a meter con todo. Polo debe sentirse muy bolivariano en estos días.

Aparte de todo esto llama la atención la incapacidad de la sociedad colombiana para manifestar de forma efectiva su descontento con los gobernantes de turno, tan diferente a la arrasadora fuerza ciudadana de nuestros vecinos de patio, que cambian de presidente como de calzoncillos. Desde su consagración en la Constitución del 91 la figura de la revocatoria del mandato (y también la llamada moción de censura para ministros y altos funcionarios del Gobierno) no es más que un saludo a la bandera, pues está plagada de recovecos jurídicos de toda clase que la ha convertido en algo inalcanzable e inaplicable en la realidad. Taponada de esta forma la vía institucional, la expresión del descontento se limita a las quejas callejeras y a las intrigas de cóctel que, como mucho, sirven solo para cierto desahogo individual. Para nada más.

Aunque queda el consuelo de haberle enviado un mensaje a Polo de que hay vida inteligente más allá de los pasillos del CAM, cunde ahora en la ciudad una nueva idea: Importar a cien ecuatorianos para que vengan a Cali.

¡Seguro que en quince días tenemos alcalde nuevo!

LA CASA VACIA

La casa yace, yace sin remedio, fantasma de sí misma, yace, yace, la casa pasa por sus vidrios rotos, penetra al comedor que está hec...