24.1.06

LA PAJA EN EL OJO AJENO

Esa irritante costumbre de los gringos de andar descertificando a sus vecinos de planeta, por causas que solo ellos mismos determinan, ya nos sabe a cacho. Y, e relación con Cali, aún mas. En ejercicio de tal costumbre el Departamento de Estado sacó hace algunos días una nueva “recomendación”, para que sus ciudadanos se abstengan de visitar esta ciudad por considerarla la mas insegura y violenta del país.

No se trata de negar la realidad que vivimos aquí, ni mucho menos. En este blog hemos sido especialmente críticos con el fenómeno de violencia desmedida e inseguridad que azota a Cali desde hace varios años. Y, en nuestro humilde concepto, esta situación no ha cambiado mayor cosa, así las estadísticas oficiales digan otra cosa. Sin embargo, lo que uno no comprende es de donde saca E.U. la autoridad moral para señalar, como inveteradamente viene haciéndolo, a otros países y latitudes como peligrosos e indignos de ser visitados.

No ahondemos mucho en la situación de Irak, por tratarse de un país lejano y bajo un innegable estado de guerra silente, pero lo cierto es que allí se metieron los norteamericanos dizque para recuperar la democracia, maestro, y terminaron creando un polvorín en el cual vienen siendo sacrificados, como en un matadero sin fin, cientos de personas a la semana, entre iraquíes y extranjeros. Los mismos ciudadanos gringos, y no digamos sus soldados, son objetivo militar permanente, lo cual resulta una extraña paradoja, pues la propaganda oficial justificó la invasión bajo el propósito de buscar mayor seguridad para el mundo y para los mismos E.U. Y todos venimos viendo los resultados.

Pero, volviendo al caso de Cali, según las ultimas y muy cacareadas estadísticas, la ciudad tuvo muchos menos muertos el año pasado que en el 2.004, bajando los porcentajes a 87 muertes violentas por cada cien mil habitantes, para un total de 3.097. Si hemos de creer tales cifras, pues es obvio que la ciudad ofrece un mejor clima en cuanto a seguridad ciudadana. Y, contando con que los gringos conozcan a la perfección esta circunstancia, suena entonces raro que nos sigan jorobando con sus dichosas “recomendaciones”, situación aun más incomprensible si se tiene en cuenta que, dado el intenso romance Bush-Uribe, somos, por ahora, un país amigo.

Lo que si tengo claro es que uno tiene derecho a quejarse de la inseguridad o, al menos, a señalarla como un defecto ajeno, solo cuando en su propio vecindario esas cosas tan malucas, como homicidios, hurtos violentos, violaciones y demás lindezas, no se ven o se ven poquito. Pero al echarle una ojeada a las estadísticas de crímenes violentos de las ciudades gringas uno queda, por decir lo menos, estupefacto.

En el informe publicado en el mes de noviembre pasado en la pagina de Internet de la BBC nos encontramos con la clasificación que se hizo, con base en las cifras sobre acciones criminales que lleva a nivel nacional el FBI para el año 2.004, sobre las ciudades mas violentas e inseguras de ese país. Y las cifras hablan por si solas: 1. Camden, New Jersey, Población: 80,648, Total crímenes violentos: 1,824; 2. Detroit, Michigan Población: 914,353, Total crímenes violentos: 15,913; 3. St. Louis, Missouri, Población: 335,143, Total crímenes violentos: 6,897; 4. Flint, Michigan, Población: 120,681, Total crímenes violentos: 2,324; 5. Richmond, Virginia, Población: 196,667, Total crímenes violentos: 2,700; 6. Baltimore, Maryland, Población: 634,279, Total crímenes violentos: 11,667; 7. Atlanta, Georgia, Población: 430,066, Total crímenes violentos: 7,922; 8. New Orleans, Louisiana, Población: 471,057, Total crímenes violentos: 4,467; 9. Gary, Indiana, Población: 100,637, Total crímenes violentos: 677; 10. Birmingham, Alabama, Población: 238,167, Total crímenes violentos: 3,261.

Como pueden verse, la mayoría de estas ciudades son pequeñas o medianas, pese a lo cual, presentan una altísima criminalidad que establece una tasa de entre 22 y 30 delitos violentos por cada mil habitantes, dentro de los cuales los homicidios representan algo así como un 50 o 60%. Es decir, que si proyectáramos estas cifras frente a los guarismos estadísticos que se tienen para Cali, tendríamos un resultado de entre 2.000 o 3.000 crímenes con violencia por cada 100.000 habitantes. ¡Una locura total! Y eso que no se incluyen las ciudades grandes, como Nueva York o Chicago, que aunque proporcionalmente mantienen bajas tasas de criminalidad, son monstruos urbanos que conservan cifras de miles de delitos violentos al año.

Vale recordar, entonces, por un lado, que Cali es una ciudad con cerca de tres millones de habitantes y, por otro, que en E.U. no hay guerrilla, paramilitares, ni “rastrojos” y “machos” tratándose de exterminar entre si. Tampoco tienen, al menos las ciudades mencionadas, zonas de miseria como las del Distrito de Aguablanca o de los barrios de ladera. Además, los gringos se ufanan de haber acabado prácticamente con las mafias italianas, primero, y rusas y chinas, después, mientras que aquí subsisten muchas organizaciones mafiosas herederas de los legendarios y temibles carteles de la droga.

Entonces, le vienen a uno a la memoria las impactantes imágenes y textos de los documentales de Michael Moore sobre la proverbial violencia urbana de los norteamericanos. En su película “Bowwling the Columbine”, este acérrimo critico de la sociedad gringa infiere que el cóctel explosivo del que se nutre la violencia en las ciudades de E.U. está compuesto basicamente de miedo sicótico y adicción por las armas, o viceversa. Al final, concluye, lo que mueve a los gringos en casi todas sus reacciones, tanto colectiva como individualmente, al igual que determina su política exterior, es el miedo. Por ello, se han ido retrayendo a vivir en casas y suburbios rodeados de murallas, alarmas, guardas y armas de todo tipo, esperando ser atacados, robados o asesinados por sus mismos vecinos. Y en idéntica forma miran al mundo, más aun después de la catastrófica irrupción del terrorismo islámico en su sacrosanto Wall Street. .

Por eso, no es raro que, a pesar de que ellos corren mas peligro en cualquier calle de algunas de las ciudades mencionadas que parados en la Plaza de Caicedo, nos escrutan con su arrogancia habitual y nos clasifican en proporción, no a nuestra realidad, sino a su miedo. Así que, allá ellos. Lo que si resulta ofensivo son todos esos aspavientos y brincos de nuestras “fuerzas vivas”, que se rasgan las vestiduras y ponen cara de perro apaleado – no había sino que ver la cara de Miguel Yusti, secretario de Gobierno, cuando le interrogaban al respecto en un noticiero local- cada vez que el Departamento de Estado emite una de sus cíclicas recomendaciones, como si fuera una sentencia de muerte.

Por tanto, mientras los gringos no aprendan a mirar la paja en su propio ojo, tendremos que seguir sufriendo las consecuencias de su falsa, miedosa y arrogante moral que, como una bofetada, nos zampan de vez en cuando.


19.1.06

FRENADO EN SECO EL TLC

Llega a mis manos, a través de esta página, la información de que el Tribunal Contencioso Administrativo de Cundinamarca, mediante decisión del 12 de diciembre de 2.005, le ordenó al Gobierno Nacional no firmar el TLC, aduciendo la posible lesión con este tratado de derechos colectivos de los colombianos.

El texto de la sentencia hace un pormenorizado análisis de los criterios esgrimidos por los demandantes, pertenecientes a una ONG denominada RECALCA, que argumentan básicamente que la firma de dicho tratado causaría inmensos perjuicios a la economía nacional, afectando consecuentemente a todos los colombianos, en especial a los más pobres y desprotegidos. Acogiendo estos argumentos el Tribunal determinó, en una medida provisional previa al proceso judicial de Acción Popular propuesto por la ONG, que el Gobierno no podría firmar el TLC por la lesión que conllevaría a sustanciales intereses colectivos, entre los cuales se encuentran aspectos como la agricultura, medidas fitosanitarias, subsidios, medicamentos, propiedad intelectual y conocimientos ancestrales. En otras palabras, se prohíbe negociar sobre las materias más controversiales y álgidas de la negociación con E.E.U.U., puntos estos sobre los que precisamente se enfoca la ultima etapa de la discusión del T.L.C.

Esta decisión es de obligatorio cumplimiento y su eventual desobedecimiento por parte del Gobierno nacional implicaría sanciones penales, administrativas y disciplinarias. Además, tiene vigencia mientras dure la totalidad del trámite judicial de la acción popular dentro de la cual se emitió y debe cumplirse por parte de las autoridades centrales, aunque se interpongan contra ella los recursos de ley, pues dejaría de tener vigencia solo si el mismo Tribunal o el Consejo de Estado la revocan.

Esta crucial noticia ha pasado sin ningún tipo de despliegue informativo en los medios de comunicación, ni ningún pronunciamiento se ha escuchado por parte del Gobierno del presidente Álvaro Uribe. Y no se entiende tal mutismo, si se tiene en cuenta la trascendencia de este fallo judicial, que ha frenado prácticamente la negociación del TLC, por un tiempo que puede decirse es indefinido.

En el texto de la decisión puede verse como el órgano judicial hace énfasis en los eventuales perjuicios que se ocasionarían con el incremento en la importación de productos agrícolas como el trigo, el maíz, el arroz y partes de pollo, entre otros, al igual que la protección de la propiedad intelectual en medicamentos generaría un claro desmedro en el derecho a la salud y encarecería los costos del sistema de protección social de los colombianos.

Las negociaciones del TLC debían haberse reiniciado en el mes de diciembre pasado, pero, probablemente a causa de esta decisión judicial, se encuentran suspendidas. Lo que falta por evaluarse son las consecuencias que conlleva, hacia el futuro de estas negociaciones, esta drástica providencia judicial, la cual ya le ha sido notificada al Gobierno.

(TEXTO COMPLETO DEL FALLO JUDICIAL)

16.1.06

EL FANTASMA DE HECTOR LAVOE

"Las tumbas son pa´los muertos y de muerto no tengo na´..."
Las Tumbas, ISMAEL RIVERA

Me gusta hablar con Guille. Bueno, me gustaba, porque perdí inexplicablemente esa manía de visitar a los amigos los viernes en la tarde para charlar insustancialidades mientras tomábamos cerveza, indolentes, ajenos a la frenética ciudad. Con Guille es especial, no sé, talvez por su risa amplia y destemplada, por sus historias truculentas pero interesantes o, simplemente, porque sabe de salsa brava como nadie. Sin embargo, ese viernes noté que su charla era distinta, parca, melancólica, como arrastrando las frases, y que ni siquiera las dos cervezas frías, que parecían derretirse sobre la mesa de vidrio opaco, le alegraban las palabras. Tomaba de su cerveza con gesto distraído y con sorbos largos. A su espalda, el sol de las tres de la tarde tornaba incandescente el marco de la puerta de vidrio oscuro y le daba a la desierta discoteca un tono claroscuro que la cubría por todos sus rincones, como una cobija de gasa gris. Para ganarle al incomodo silencio le pregunté que qué tenía de nuevo. La pregunta tuvo el efecto deseado, porque al instante su negra cara cambio de gesto y le brillaron los ojos ratoniles con entusiasmo. Oiga, mijo, le cuento, me llegó una joya de Lavoe. Y se paró al instante, perdiéndose a mi espalda. Tomé de mi cerveza con lentitud, dándole tiempo, mientras oía ruidos cortos desde la cabina de sonido. Volvió con su sonrisota de siempre y, sentándose, me tendió la carátula de cartón de un disco de 33 r.p.m. La escasa luz no permitía ver mucho, pero se destacaba sobre el fondo blanco la fotografía colorida de varios músicos sonrientes que sostenían un cartel rojo entre las manos con un título en letras amarillas y grandes que no me molesté en tratar de leer. Miércoles, le dije, lo conseguiste. Su sonrisa se amplió al instante y se volvió risa. Su satisfacción era evidente. Claro, hermano, imaginate, una grabación de 1.962, sabés cuanto tenía Lavoe en ese tiempo, como 17 años, fue antes de Pacheco… Me contó que se lo había comprado al viejo Corquidi, el coleccionista, pero el h.p. me pidió un platal, todavía le debo, se lamentó a su manera, sonriendo. Te pongo algo, pa´ que lo oigás? No esperó mi repuesta, se levantó y unos minutos después los potentes parlantes crujieron bajo la aguja del tocadiscos y soltaron, con el siseo lijoso característico de las grabaciones viejas, una pachanga dura, de piano metálico y percusión altisonante, sabrosa, en la que la voz alta y nasal de Lavoe, inconfundible, se perdía en medio del trueno de los timbales y la vibración profunda de las trompetas. Cuando acabó el tema, tres minutos exactos después, el silencio se asentó sobre el vacío local como una alfombra recién sacudida. Guille también volvió a su puesto y escurrió la cerveza con fruición. Yo hice lo mismo, mientras esperaba, ansioso, sus próximas palabras. Entonces me contó lo inesperado. Que allí, en esa desvencijada discoteca de Juanchito, que en su mejores épocas, allá por los 80, se llamaba Juan Pachanga, estuvo el mismo Lavoe, en persona, mijo, te imaginás, tocando en unos Carnavales. Mientras me dejaba con mil preguntas en la boca, se paró y trajo dos cervezas más, que empezaron a escurrirse en hilos fríos sobre la mesa. Sí, mijo, lo contrató Larry Landa, el dueño original de esta vaina, pa´ que tocara por tres días, y lo tuvo aquí, viviendo un poco de tiempo, vos sabías? Que va, que iba yo a saber, pensé, pero no dije nada. Si, Lavoe vino en su mejor época, sabés, cuando ya se había abierto de Willie Colon y cantaba con su banda propia. Y mientras hablaba, Guille miraba para todo lado, se paraba, se sentaba, parecía un extraño maestro de ceremonia anunciando el número principal. Esto era la locura, mijo, no cabía una aguja, era cuando los Carnavales de Juanchito eran famosos, mas famosos que la Feria de Cali, pa´ que sepás. Parado en la mitad de la pista solitaria y oscura, señalaba con cierta reverencia la tarima imaginaria donde cantaba Lavoe y después me mostraba, señalando con su largo dedo, el pasillo a mi espalda, por donde se filtraba la claridad lechosa de la tarde. Y el man se quedó, sabes, después de los días en que tocó aquí, despidió a la orquesta y se encerró en el apartamento que Larry tenia aquí mismo, allá en el fondo donde yo duermo, todos los días con una vieja distinta, porque le llovían, mijo, mientras el viejo Larry le aventaba perica y trago… Hizo una pausa larga para beber de su cerveza y después me obligó a pararme y a caminar detrás de él hacia el fondo del local, mientras hablaba incansablemente. Nuestros pasos se los tragaba un tapete oscuro que parecía infinito. Guille abrió una puerta a la izquierda y prendió un solitario bombillo de luz amarillenta, que escasamente iluminó el baño inmenso y desvencijado, con un tocador de mármol desportillado por todas partes, un espejo grande y manchado y el mismo tapete rojizo que nos precedió desde la entrada. A pesar de sus precarias condiciones, indudablemente el lugar parecía haber sido testigo de tiempos mejores. Esto era una belleza, mijo, era la discoteca mas lujosa y mas grande de por estos lados, incluyendo a Cali, ahora es un cagadero… Y su risa se oyó por todo el lugar, a su estilo. Oiga, el caso es que Lavoe se quedó aquí como dos semanas, pero ya el viejo Larry estaba loco con el man, no sabia que hacer con él, porque el hombre no mostraba señas de quererse ir, así que decidió llevárselo pa´ su casa, su casota, mejor dicho, porque tenia una casa que pa´ que le cuento, y Héctor Lavoe se fue pa` lla y se dedicó a vivir a sus anchas, andando en los carros de Larry, derrochando en grande, rumbeando todas las noches, bebiendo con hembras, en fin, imagináte vos la vaina… Sentados nuevamente Guille bebía y hablaba, y miraba, sobre todo miraba mucho detrás mío como si de verdad esperara que alguien entrara de un momento a otro. O a lo mejor, pensé, eran cosas mías. Pero, sabés, el asunto no terminó bien, con Lavoe que bien iba a terminar, porque resulta que Larry estaba casado con una hembrota, una de las mujeres mas lindas de su tiempo, una reina, pues, pa´ que me entendás, y Lavoe era un mujeriego, un man al que las mujeres lo perseguían por su fama y su carreta, me imagino, y esta vieja, la mujer de Larry, hermano, cayó, porque el muy guevón del marido se iba a sus negocios y a sus cosas, y los dejaba solos, te imaginás, a Lavoe y a la mujer solos, mucho guevón, no… Y Guille se paró y fue por dos cervezas más. Vi con preocupación que las botellas comenzaban a arrumarse en la mesa, aunque más me preocupaba que el negro no terminara la historia, así que empecé a despachar rápidamente mi nueva cerveza. Oí, querés oír más musiquita? No, bueno, si querés mas cerveza me avisás, ve, entonces te acabo de contar, el caso es que Larry llegó cierto día de sorpresa a la casa y, claro, encuentra a Lavoe y a su mujer encamados, en pelota, vos sabes, y como el man no era una pera en dulce pues los agarró a ambos a golpes, a la vieja la sacó en cueros pa la calle y a Lavoe lo sacó a patadas y lo amenazó con un revolver que si lo volvía a ver lo mataba, fue un escándalo el verraco, pero esto le dio muy duro a Larry, desde allí empezó a decaer en sus negocios, vendió esta discoteca y, según dicen, se enredó con traquetos que le propusieron subirles merca y bajarles plata de Nueva York, a donde el man iba a cada rato a contratar artistas y comprar su música, hasta que lo pillaron con perica en las maletas y lo condenaron como a 20 años de cárcel, mijo, como te parece… Aunque las sombras del lugar parecían acentuarse mientras avanzaba la tarde, los ojos de Guille brillaban como ventanas al sol. A través de la puerta nos llegaban, apagados, la risa de un niño y la voz de una mujer que, al parecer, lo llamaba a gritos. Pero sabés que es lo mas extraño, que esos dos manes se murieron el mismo día, sabés, porque Lavoe, unos años después del asunto con Larry, se tiró del cuarto piso de un hotel de Puerto Rico, no se murió pero quedó prácticamente invalido, andaba con muletas y después en silla de ruedas, incluso quedó mal de las cuerdas vocales, cuando volvió a Cali el man era una piltrafa, oíste, la carrera del man se acabó, se fue a pique, el caso, mijo, es que Larry apareció un día muerto a batazos en su celda y ese mismo día también se supo que a Lavoe le dio un infarto en su casa, postrado en la cama ya sin poder moverse… Guille guardó un silencio inesperado, que me sorprendió, e inclinando la cabeza hacia adelante, como en una reverencia, me volvió a señalar un punto a mi espalda y me habló con voz bajita. Se que vas a pensar que es mierda mía, pero lo que te quería contar es que algunas noches me ha tocado levantarme tarde a cerrar esa verraca puerta, la del pasillo que da al apartamento donde se quedaba Héctor Lavoe, y lo he visto, mijo, vestido de blanco, parado en esta misma pista, como si fuera a empezar a cantar, esos han sido unos sustos los verracos, me crees? Y me miró con fijeza, serio, esperando de verdad que le respondiera, pero guardé silencio, luchando contra el impulso de contestarle de cualquier manera. Algo en el tono de su voz me decía que hablaba en serio. Preferí acabar de un solo sorbo mi resto de cerveza, le dije que muy buena la charla y las cervezas, pero que tenia que irme. Me paré y lo dejé allí sentado, en silencio, otra vez con su cabeza en reverencia, mirando hacia el pasillo. No me contestó la despedida, ni se movió cuando abrí la puerta ni cuando la luz de la tarde entró a borbotones en la oscura discoteca. Cerré la puerta con suavidad y me marché. Arriba, el cielo era presidido por un sol que, aún radiante, parecía desdeñar a los fantasmas. Aunque fuera el fantasma del mismo Héctor Lavoe, pensé.

5.1.06

OLOR A CALI

"Si huele a caña, tabaco y brea, usted esta en Cali, ay, mire, vea..." dice la estrofa inicial de la cancion clasica de la Orquesta Guayacán. Pero, infortudadamente, Cali viene oliendo ultimamente a cualquier cosa, menos a bueno. Por ello, el olfato de los caleños viene arriscándose cada vez más por diversas causas, todas ellas deplorables.

El olor que empezó a sentirse hace algunos meses, a olla podrida, corrió por cuenta de la rapiña que venia haciéndose con los recursos públicos en la Secretaria de Educación, en Emsirva, en el Dagma, por nombrar solo las ollas más olorosas de esta administración. Pero, no bien pasaron tales efluvios, cuando se levantaron otros, aun más palpables, que ahora tienen casi asfixiada a Cali. O sino, que diga quien no ha visto por estos días las basuras que en interminables montañas se apilan por todos los rincones de la ciudad, calcinándose al sol, pudriéndose bajo la impertérrita mirada de todos. Si hasta el mismo Álvaro Uribe tuvo que reconocer hace poco, en plena reunión publica con el alcalde Polo, que Cali era un basural, mientras este último arrugaba el gesto, seguramente molesto, más por causa del justificado regaño que del mal olor de las basuras.

Pero de poco sirvió el regaño. Primero, porque Polo se ha distinguido desde siempre por ser el campeón de las excusas, así que adujo que el problema era de Emsirva y que como Emsriva estaba intervenida, pues… Como si el grave problema de corrupción y desgreño de esta empresa, encargada de la recolección de basuras en Cali, fuese algo gestado en las últimas tres o cuatro semanas que lleva de intervención. Y segundo, básicamente, porque el problema siguió igual e, incluso, empeoró.

Así se puede ver en estas fotografías publicadas por la prensa local, que sigue recogiendo la enorme protesta pública que solo la municipalidad, en su ya conocido autismo, parece no oír. Incluso el tabloide Q´hubo, como puede verse también, titula con descarnado epíteto que Cali es una ciudad que apesta. ¡Y como apesta! Quienes viven en el sector nororiental de la ciudad saben bien de eso, porque en ciertas horas del día se levantan olores tan nauseabundos que, como el parroquiano de la portada, solo se puede apelar al pañuelo para evitar el sopor fétido. Olores que, por desgracia, los vientos llevan con velocidad y contundencia a muchos otros barrios, generando esa fetidez que todos empezamos a padecer sin que nadie nos pueda explicar con claridad la causa real.

Porque una cosa son las basuras, que contaminan todo, pero otra es esa fetidez que se abate sobre la ciudad. Explicaciones, claro, no han faltado, mas aun en este gobierno que, como decíamos, se las sabe todas para escurrir el bulto de los reclamos ciudadanos. Que, además de los basurales crónicos, son las exudaciones de las lagunas de oxidación de Yumbo (ciudad esta que también sufre los suyo por este mismo tema), que los lodos sobrantes de la Ptar (que es una planta de tratamiento de residuos sólidos de las fuentes de agua de la ciudad), que las marraneras de Villamosca, que las industrias de curtiembres, etc. Al final, solo quedan tan vagas explicaciones que más valdría no haber preguntado y resignarse a seguir con el pañuelo en las narices.

Volviendo al asunto de las basuras, se anunció por el gobierno municipal una intensa campaña de recolección de las ídem. Y aunque ya van varios días de la dichosa campaña los basurales nada que merman, incluso parecen incrementarse y aflorar por todas partes. Entonces, se pregunta uno, ¿qué es realmente lo que sucede con esta ciudad y con sus habitantes? Porque, aparte de la cantaleta sobre la ineficiencia del gobierno de Polo, la causa de este detrimento del mas elemental rasgo de civilidad, como es el de no arrojar basuras a la vía pública o a las zonas verdes, parece provenir directamente de una generación de caleños que no sienten esta ciudad como algo propio.

De hecho, la inmensa mayoría de los habitantes que se aglutinan en el llamado Distrito de Aguablanca y en otras zonas deprimidas de la ciudad son el fruto migratorio de la violencia rural y la intensa miseria que azota desde hace décadas zonas circunvecinas, como el Cauca y la costa Pacifica. Son campesinos y gente rustica que llegaron a Cali arrastrando sus desgracias y una buena camada de hijos, huyendo de su durísima realidad, esperando un mejor modo de vida para los suyos. Y lo que encontraron fue una ciudad endurecida, que siempre los rechazó, los ignoró o los discriminó como vecinos indeseables. Por tanto, los relegó a ser ciudadanos de segunda, sin oportunidades de empleo, sin educación, sin espacio para sus hijos. La segunda generación de estos nuevos habitantes ha crecido en medio de esa discriminación y, además, bajo el influjo de la violencia y de la cultura mafiosa que los ha convertido en peligrosos aprendices y en carne de cañón para sus guerras y actividades ilícitas.

¿De donde, entonces, exigirles a estos caleños compromisos cívicos con una ciudad que nunca los ha tratados como a propios? ¿Quien se ha preocupado, además, por enseñarles civismo, por inculcarles normas básicas de cultura ciudadana, si ni siquiera nos acordamos de ellos más allá de la época del festín electoral? Que hipócrita posición la de esta sociedad actual que, indignada por la invasión de las basuras, señala con largo dedo como responsables a los mas pobres, a quienes solo mira de reojo y sobre el hombro, con desconfianza, pero jamás como conciudadanos.

Además, sospecho, no solo son ellos los que contribuyen a esta incultura ciudadana. En realidad, son muchos mas los que, por cuenta de una ciudad que se tornó azarosa, ingobernable y, a veces, invivible por tantos y tan variados problemas que se le vinieron encima, perdieron eso que se llama “caleñidad”. Es una sensación de desaliento general, de fatalismo, que nos ha empantanado el espíritu y que medra fatal e irreversiblemente el amor por el terruño. De allí a dársele a uno lo mismo guardar la basura para entregarla al carro recolector (que a veces nunca pasa) a simplemente botarla en un separador o en una zona verde, hay un minúsculo paso.

Como colofón, encontramos este volante en medio de cierto basural del centro de la ciudad. Allí, una conocida política de la ciudad, que en un principio apoyó a Polo en su campaña a la Alcaldía, ahora invita a revocarle el mandato. Se me ocurren dos lecturas: Una, que de la basura puede salir el empujón final para esta lamentable administración, aunque no lo creo. Y dos, que el inconfundible tufillo político que tiene la citada invitación no hace más que acentuar el de la basura que ahora agobia a Cali.

Mientras tanto, seguiremos usando dos pañuelos, uno para la nariz, por el nefasto olor, y el otro, para nuestra llorosa alma caleña que cada vez parece hundirse más y más en la desesperanza.

LA CASA VACIA

La casa yace, yace sin remedio, fantasma de sí misma, yace, yace, la casa pasa por sus vidrios rotos, penetra al comedor que está hec...