24.7.06

CIUDAD INFELÍZ

Acaso el tiempo enseñe
que somos habitantes
de una comarca extraña
MARIO BENEDETTI

“En Cali, el 74 por ciento de los ciudadanos somos felices.”

(Frase de un aviso publicado por la Alcaldía de Cali (Pág.2-2) en el periódico El Tiempo del domingo 23 de julio de 2.006)

Uno se pregunta: ¿De verdad somos felices? Pero, antes vale preguntarse también quién lo dice.

La Alcaldía, claro, es la respuesta inmediata. Y si se le preguntara al Alcalde, diría seguramente que fue alguna encuesta de esas que circulan por ahí cada tanto, aunque en el aviso se cuidan de mencionarla. Y si le preguntáramos a la firma encuestadora, apabullándonos previamente con fichas técnicas de toda clase, respondería que lo dijeron 2.000 caleños de todos los estratos socioeconómicos. Frases de cajón, que llaman.

A algunos, la mayoría, nunca nos encuestaron sobre si éramos felices o no. Entonces, se podría decir que oficialmente no se sabe si lo somos. Pero como los 2.000 encuestados dijeron mayoritariamente que lo eran, entonces la felicidad se hizo oficial y, por ende, obligatoria para todos.

Sentado lo anterior, preguntemos: Esta felicidad, ¿es resultante de alguna gestión de gobierno? Lo dudo mucho, pues los hechos tozudamente lo niegan. Basta recordar que este Alcalde anda por el 12% de aceptación ciudadana, lo cual dice bastante. Felices o no, los caleños califican esta Alcaldía como una mala o pésima gestión de gobierno. Eso es un hecho.

Pero, según la encuesta y la Alcaldía, también hay una premisa demostrada: Hay mucha gente feliz en Cali. Por tanto, esto demostraría que se puede ser feliz como persona e infeliz como ciudadano. Sin embargo, esta distinción no la hizo la eventual encuesta, estoy seguro.

Si los ciudadanos son quienes habitan y padecen a diario la ciudad, parece que nos hallamos ante una situación paradójica: Cali es una ciudad infeliz habitada por gente, en su mayoría, feliz. Y si somos capaces de ser felices en medio de tantos problemas y en tan pésimas manos, nuestra felicidad está blindada y, prácticamente, asegurada. Nos hallamos, diría, condenados a la felicidad, venga lo que venga y pase lo que pase.

Conclusión: En Cali la felicidad tiene un nuevo significado. Falta por ver cuanto nos dura.

P.D. Y, sin duda, seremos más y más felices en la medida en que se acerque el final del periodo de la Alcaldía de Apolinar Salcedo.





Ayer, en el sector mas deprimido del Distrito de Aguablanca, es decir, los mas pobres de entre los pobres, se incendiaron 80 casas y lo perdieron todo 170 familias. Además, los vecinos de esta gente les robaron lo poco que pudieron salvar de las llamas.

¿Sería alguien capaz de preguntarles si son felices?


LA CASA VACIA

La casa yace, yace sin remedio, fantasma de sí misma, yace, yace, la casa pasa por sus vidrios rotos, penetra al comedor que está hec...