Son musicos raizales de esta ciudad en su mayoría, con algunos bogotanos y chocoanos entremezclados, que se han empeñado en recuperar el tumbao frenético y poderoso de los setenta, el del concebido para el bailador, el del soneo potente, el de los cueros y los metales trepidantes.
Y las letras son también un tributo a los mensajes básicos del fenómeno salsero original: son las vivencias del barrio, de los amores, de los encuentros y desencuentros callejeros...
Calambuco es, en resumen, un renacer inesperado pero grato de la salsa añeja que añoramos todos los salseros, de esa que destila por las venas como un narcótico, que eriza la piel, que agita el espíritu, que invita a apretar una cintura y a lanzarse al torbellino de una pista de baile.
Bienvenido, entonces, Calambuco.
Gracias por darme a conocer el término calambuco y si lo dices tú como caleño, tiene mayor resonancia para mí.
ResponderBorrarGusto aprender de tus letras.
Un abrazo cálido para tí desde una Medellín, ahora más calmada que en el pasado.