El hombre, un negro cuarentón y enjuto de aspecto humilde, entró al puesto de salud con un niño de tres o cuatro años de la mano. Miró con timidez a la enfermera, pero no se atrevió a decirle nada. Ella, ocupada, no lo vio llegar.
El hombre y el niño se sentaron en una de las sillas vacías de la sala de recibo. Permanecieron en silencio un rato. Unos minutos después, el hombre se levantó y le dijo a la enfermera la razón de su visita. Ella lo miró con azoramiento: No sabía cómo responder a la solicitud del hombre. Pero el insistió.
La mujer vaciló unos segundos, pero después se decidió y entró al consultorio médico con gesto tímido. El médico de turno la miró inquisitivamente.
- Doctor, que pena, pero afuera hay un señor que necesita hablar con Ud.
- Es una consulta? – pregunto el médico.
- Bueno, no precisamente… - respondió la enfermera.
Y le contó que el hombre sospechaba que su mujer le era infiel y que necesitaba alguna prueba medica urgente que le confirmara que el niño que estaba con él era su hijo.
El médico, acostumbrado a lo más impensado, reflexionó un rato. Después, se asomó con disimulo a la sala de recibo y observó por algunos minutos al hombre y al niño que, sentados, esperaban. Una idea le cruzó la mente. Le ordenó a la enfermera:
- Dígale que pase al consultorio. Y vaya al baño, me descuelga el espejo y me lo lleva.
La mujer, aunque intrigada, obedeció. Mientras el hombre y el niño entraban al consultorio, fue presurosa por el espejo.
El médico entró al consultorio, saludó al hombre y miró al niño con atención mientras preguntaba por la razón de la consulta. El hombre le repitió lo que ya le había dicho a la enfermera.
- Hágame un examen a mí y al niño, dotoj, pa salij de esta duda tan verraca…
El médico fingió pensar unos minutos. Al llegar la enfermera con el espejo, le dijo al hombre:
- Bueno, te voy a hacer la mejor prueba médica que se ha inventado para saber si un hijo es o no es de uno. Se llama “Genética de Espejo”. De acuerdo?
El hombre asintió con la cabeza. El niño miraba con curiosidad la escena. El médico, después de pedirle a la enfermera que saliera, le ordenó al paciente:
- Quiero que te quités la ropa y también se la quitás al niño.
El hombre obedeció.
- Ahora, quiero que te pares frente al espejo y te veas muy bien. Ok.
El hombre, en silencio, se paró frente al espejo que se hallaba recostado en la pared. Y se miró por un largo rato. El médico le volvió a ordenar:
- Bueno, ahora quiero que te parés frente al niño y lo veas fijamente, y me vas diciendo si todo lo que te viste en el espejo, se parece: los ojos, la nariz, las orejas, la boca…, me entendiste?
- Si, dotoj…
Y el hombre, parado frente al niño, ambos desnudos, empezó a recitar: Los ojos, si se parecen; la nariz, si, dotoj, se parece bastante; las orejas, también se parecen… Y continuó así por un buen rato. Mientras tanto, el médico, muy serio, anotaba algo en su libreta.
Cuando terminó, el médico les ordenó que se vistieran y que fueran a su oficina para darle el resultado del “examen”. Después, el hombre y el niño se sentaron frente al escritorio del médico y esperaron en silencio:
- Bueno, después de hacerte este examen se puede determinar que existe un 87% de similitud genética entre ustedes dos. Eso quiere decir, en otras palabras, que este niño es hijo tuyo, no hay duda…
El hombre, entonces, sonrió de oreja a oreja. Abrazó al niño y se levantó tendiéndole la mano al médico. Se la apretó y le agradeció una y otra vez:
- No se imagina, dotoj, la tranquilidad tan verraca que me ha dado, con ese examen de gene … qué, dotoj?
- Genética de espejo.
- Eso mijmo, dotoj, graciaj, mucha graciaj…
El médico los acompañó hasta la puerta del puesto de salud y los vio desaparecer por la calle única y polvorienta del pueblo. El hombre se veía contento y el niño, tranquilo. Después volvió a su escritorio, se sentó y revisó lo que había anotado en su libreta: “A veces, una mentira que te hace feliz es mejor que una verdad que te amarga.”. Eso mismo, pensó.
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