A pesar de tantos años transcurridos aun me estremecen las escenas alucinantes en las que Donald Shuterland, con su impasible rostro anglosajón, huye angustiosamente del complot de esos seres amorfos, humanos en apariencia, que lo persiguen por toda la ciudad para convertirlo en uno de ellos.
Era una vieja cinta de 1.978 que entre nosotros se conoció como Usurpadores de Cuerpos, segunda versión fílmica de la novela homónima de Jack Finney, que ha tenido varias adaptaciones al cine desde los años 60, casi una por década.
Ahora, de la mano del director Oliver Hirschbiegel y con el protagonismo de Nicole Kidman y Daniel Craig, el nuevo 007, nos llega este remake de la misma obra bajo el nombre de Invasores, ambientada en una ciudad de Washington actual y con algunas lamentables variaciones narrativas que, a decir verdad, nada bueno le aportan a la historia original.
La cinta cuenta que un virus extraterrestre llega a la Tierra y que vertiginosamente contagia a casi todos los habitantes de esa gran ciudad, convirtiéndolos en autómatas que se complotan para convertir a sus semejantes en sus pares por la vía del sueño, durante el cual se transforman en seres extraños y fríos, desprovistos de emociones y poseídos por el frenético objetivo de multiplicarse.
Es, claro, una historia sencilla, pero no por eso, desprovista del intenso suspenso que conlleva un complot de tal magnitud, con intensas persecuciones por calles y edificios atiborrados de infrahumanos, mientras la única persona que lucha contra ellos, la sicologa Carol Bernell, protagonizada por la Kidman, se debate entre la angustia de escapar al asedio, rescatar a su hijo de las huestes extraterrestres y encontrar el improbable antídoto del siniestro virus.
Sin embargo, esta versión carece de esa justa dosis de intriga, suspenso y dramatismo de la versión de Shuterland, pese al esfuerzo de sus protagonistas por darles vida creíble a los personajes de la trama. Invasores es una de esas películas que arrancan bien pero que se van diluyendo inexorablemente hasta la sosería de un final tan lamentable que queda uno con la frustración de que algo que pudo ser bueno fue echado a perder, principalmente por una insolita edición que destroza el guion a punta de tijeretazos, amén de diálogos explicativos que sobran y que desdeñan la inteligencia del espectador.
Se rescata la actuación decorosa de la Kidman y en algo la de su coprotagonista, que, sin embargo, parecen naufragar en la mediocridad de esta historia interesante pero muy mal contada, digna, por supuesto, de una mejor suerte.
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