Existen muchas cosas que me avergüenzan. Y probablemente, en la medida en la que sigo viviendo, tales vergüenzas se acrecentaran o, simplemente, serán reemplazadas por otras. Por ejemplo, me avergüenza compartir la pertenencia al género humano con personajes como Hitler, Pinochet, Tirofijo, Jojoy, Mancuso o Carlos Castaño, solo por nombrar a los obvios. Incluso, en el caso de estos últimos, me avergüenza, además, compartir la nacionalidad y hasta la época en que nos ha tocado vivir.
Pero mi principal vergüenza como hombre es ser congénere de hombres que maltratan y abusan de mujeres y niños. Son los únicos casos en donde mi indignación borra por momentos mi obediencia al mandato de la misericordia que el Señor demanda para con el prójimo y, lo admito, quisiera agarrar a cada uno de estos abusadores y machacarles la cabeza a ver si se abre un resquicio de razonamiento y decencia.
Probablemente ayer, que se ha establecido como fecha internacional de la NO VIOLENCIA contra la mujer, muchos estuvieron pronunciándose sobre el tema, pero es muy probable que este sea una de esas fechas en que la gran hipocresía del mundo se manifiesta, en que se lavan en seco las conciencias, principalmente las de los indiferentes, y se vuelve al otro dia a la normalidad con el engañoso sentimiento de haber hecho algo bueno por alguien. O quizás, sea una de esas fechas que a fuerza de protestar y denunciar sobre un fenómeno tan conocido y tan extendido, que ahora se considera problema de salud pública mundial, no cambie nada. Puede ser.
Pero también puede ser que algún hombre maltratador en algún lugar se sienta enfrentado a su culpa. Y que, confrontado, se avergüence de su actitud y que, probablemente, se fuerce a si mismo a cambiar. Si, lo admito, son demasiados “puede ser”. Y la experiencia, desgraciadamente, nos indica que, dada la naturaleza humana, son pocos, muy pocos, los casos en que uno logra cambiarse a si mismo. Sin embargo, de eso se trata la esperanza.
Sin saber de la citada fecha internacional, había venido acumulando desde hace algún tiempo la información periodística que en El País, es decir, en un medio periodístico básicamente local, venía apareciendo cotidianamente sobre casos en que hombres energúmenos asesinaban a sus esposas, compañeras o novias, incluso, en buena parte de estos casos, frente a los propios hijos. Las han asesinado a bala, puñaladas, golpes, y hasta ahorcamientos. Y cuando ya los casos iban por doce o trece, solo este año, abandoné la cuenta, asqueado, cuando leí sobre un hombre que prstituyó a su sobrina de 11 años para extorsionar a sus conocidos. Recuerdo que en alguno de los últimos artículos se reseñaba que las autoridades se mostraban “preocupadas” por el fenómeno, que rayaba, o raya, en la epidemia.
Hoy leía, por ejemplo esta noticia, que narra como una mujer que se habría gastado algunos de los pocos dólares que su compañero le enviaba del exterior como ahorros, cuando supo de su inminente regreso y aterrada por las consecuencias que padecería, decidió fingir un secuestro suyo y de su pequeño hijo con el fin de justificar el faltante. Para darle mas credibilidad al asunto, decidió automutilarse uno de sus dedos para enviárselo al hombre como prueba del plagio. Solo alguien aterrorizado por un miedo irracional hacia otra persona puede llegar a ese extremo. Ya puede uno imaginarse la joyita de marido que tendría la pobre mujer.
Dolorosamente siempre recuerdo el caso de una mujer a quien conocí hace algunos años. Era una mujer joven, vital y hermosa, y así la recordaba hasta cuando hace algún tiempo vino a pedirme ayuda. Casi no la reconocí. El animal con el que vivía la había golpeado de tal forma que tenía totalmente deformado el rostro, después de recibir una salvaje andanada de patadas y golpes. Además, no contento con ello, la había arrastrado y arrojado por las gradas desde un cuarto piso. Debimos llevarla urgentemente al hospital, no solo para ser atendida por la golpiza, sino también porque, desesperada, se había tomado medio frasco de insecticida. No quería seguir viviendo, a pesar de tener dos hijos pequeños. Nunca quiso denunciarlo por el terror que le inspiraba el tipo.
Ahora, las estadísticas de la OMS nos informan que el maltrato a la mujer es un fenómeno mundial. Y, lo que es peor, que va en inatajable aumento. El punto más vergonzoso es que el mayor porcentaje de violencia, y el más letal, proviene de sus parejas, es decir, de los hombres que conviven con ellas. Incluso, las golpean, insultan, humillan, denigran, violan, persiguen y atemorizan en estado de embarazo o siendo sus propias hijas. No puede caber más degradación.
En Colombia el problema ya va en un incremento de casos del 200% en los últimos años, dentro de los cuales se combina la violencia física, sexual, verbal, económica y emocional. Como si fuera poco, ahora se denuncia que integrantes de las fuerzas militares habrían violando mujeres indígenas dentro del marco del conflicto armado. De comprobarse esto, no faltaría ninguna infamia más en contra de las mujeres en este país.
Probablemente lo más repudiable de todo es el silencio alrededor de este fenómeno. En un sistema cuyos ámbitos de poder son mayoritariamente ocupados e influenciados por hombres, la violencia contra la mujer parece ocupar un lugar muy insignificante en la escala de prioridades y soluciones que se requieren. Aunque existen normas que sancionan con prisión la violencia intrafamiliar, penas que en este año se han incrementado, la verdad es que la mayoría de estos casos no se denuncian y los que sí, entran a los anaqueles del olvido de los despachos judiciales, siendo escasísimos en los que han habido condenas ejemplares.
Y es entendible que no se denuncie. Además de un Estado desesperantemente incapaz de brindarle una protección mínima a las denunciantes, tenemos que los procedimientos judiciales someten a la mujer a adicional humillación al obligarla inicialmente a encararse con el maltratador, en una diligencia dizque encaminada a reconciliar a las partes. ¡Habrase visto tamaña pendejada! Cuando una mujer se atreve a dar el paso de denunciar, a sabiendas de las previsibles consecuencias, es porque se encuentra desesperada y sin salida distinta, así que es grotesco obligarla a sentarse frente al energúmeno que casi la mata a golpes a intentar llegar a un arreglo, como si fuera un problema de negocios o cosa parecida. Por lo general, y lo dicen las mismas estadísticas, muchas de estas mujeres nunca mas vuelven a continuar el proceso, no solo por las pocas esperanzas que este les brinda, sino porque el golpeador, violador y/o abusador que las maltrató se da muy buena maña para disuadirlas. El método ya es conocido.
Se que algunas mujeres leen con alguna asiduidad este blog, y algunas otras llegaran a él por accidente. A todas ellas, hayan sido maltratadas o no alguna vez en su vida por un hombre, quiero sinceramente pedirles PERDÓN, MIL VECES PERDÓN, en nombre de mi genero, pues aunque he procurado al máximo evitar todo tipo de violencia contra mujer alguna, no dejo de sentirme de alguna forma responsable por todas y cada una de las mujeres que alrededor del mundo, y aun en mi propio país y en mi ciudad, han sufrido y sufren, en infamante silencio, el oprobio de la violencia en su contra y en la de sus hijos.
Quiera el Señor que todas estas nuevas generaciones de varones que algunos estamos levantado diligente y esperanzadoramente, nos brinden la satisfacción y el regocijo de proclamar, algún día, que nunca jamás ninguna mujer volvió a ser maltratada en forma alguna.
Por favor, creámoslo.
Pero mi principal vergüenza como hombre es ser congénere de hombres que maltratan y abusan de mujeres y niños. Son los únicos casos en donde mi indignación borra por momentos mi obediencia al mandato de la misericordia que el Señor demanda para con el prójimo y, lo admito, quisiera agarrar a cada uno de estos abusadores y machacarles la cabeza a ver si se abre un resquicio de razonamiento y decencia.
Probablemente ayer, que se ha establecido como fecha internacional de la NO VIOLENCIA contra la mujer, muchos estuvieron pronunciándose sobre el tema, pero es muy probable que este sea una de esas fechas en que la gran hipocresía del mundo se manifiesta, en que se lavan en seco las conciencias, principalmente las de los indiferentes, y se vuelve al otro dia a la normalidad con el engañoso sentimiento de haber hecho algo bueno por alguien. O quizás, sea una de esas fechas que a fuerza de protestar y denunciar sobre un fenómeno tan conocido y tan extendido, que ahora se considera problema de salud pública mundial, no cambie nada. Puede ser.
Pero también puede ser que algún hombre maltratador en algún lugar se sienta enfrentado a su culpa. Y que, confrontado, se avergüence de su actitud y que, probablemente, se fuerce a si mismo a cambiar. Si, lo admito, son demasiados “puede ser”. Y la experiencia, desgraciadamente, nos indica que, dada la naturaleza humana, son pocos, muy pocos, los casos en que uno logra cambiarse a si mismo. Sin embargo, de eso se trata la esperanza.
Sin saber de la citada fecha internacional, había venido acumulando desde hace algún tiempo la información periodística que en El País, es decir, en un medio periodístico básicamente local, venía apareciendo cotidianamente sobre casos en que hombres energúmenos asesinaban a sus esposas, compañeras o novias, incluso, en buena parte de estos casos, frente a los propios hijos. Las han asesinado a bala, puñaladas, golpes, y hasta ahorcamientos. Y cuando ya los casos iban por doce o trece, solo este año, abandoné la cuenta, asqueado, cuando leí sobre un hombre que prstituyó a su sobrina de 11 años para extorsionar a sus conocidos. Recuerdo que en alguno de los últimos artículos se reseñaba que las autoridades se mostraban “preocupadas” por el fenómeno, que rayaba, o raya, en la epidemia.
Hoy leía, por ejemplo esta noticia, que narra como una mujer que se habría gastado algunos de los pocos dólares que su compañero le enviaba del exterior como ahorros, cuando supo de su inminente regreso y aterrada por las consecuencias que padecería, decidió fingir un secuestro suyo y de su pequeño hijo con el fin de justificar el faltante. Para darle mas credibilidad al asunto, decidió automutilarse uno de sus dedos para enviárselo al hombre como prueba del plagio. Solo alguien aterrorizado por un miedo irracional hacia otra persona puede llegar a ese extremo. Ya puede uno imaginarse la joyita de marido que tendría la pobre mujer.
Dolorosamente siempre recuerdo el caso de una mujer a quien conocí hace algunos años. Era una mujer joven, vital y hermosa, y así la recordaba hasta cuando hace algún tiempo vino a pedirme ayuda. Casi no la reconocí. El animal con el que vivía la había golpeado de tal forma que tenía totalmente deformado el rostro, después de recibir una salvaje andanada de patadas y golpes. Además, no contento con ello, la había arrastrado y arrojado por las gradas desde un cuarto piso. Debimos llevarla urgentemente al hospital, no solo para ser atendida por la golpiza, sino también porque, desesperada, se había tomado medio frasco de insecticida. No quería seguir viviendo, a pesar de tener dos hijos pequeños. Nunca quiso denunciarlo por el terror que le inspiraba el tipo.
Ahora, las estadísticas de la OMS nos informan que el maltrato a la mujer es un fenómeno mundial. Y, lo que es peor, que va en inatajable aumento. El punto más vergonzoso es que el mayor porcentaje de violencia, y el más letal, proviene de sus parejas, es decir, de los hombres que conviven con ellas. Incluso, las golpean, insultan, humillan, denigran, violan, persiguen y atemorizan en estado de embarazo o siendo sus propias hijas. No puede caber más degradación.
En Colombia el problema ya va en un incremento de casos del 200% en los últimos años, dentro de los cuales se combina la violencia física, sexual, verbal, económica y emocional. Como si fuera poco, ahora se denuncia que integrantes de las fuerzas militares habrían violando mujeres indígenas dentro del marco del conflicto armado. De comprobarse esto, no faltaría ninguna infamia más en contra de las mujeres en este país.
Probablemente lo más repudiable de todo es el silencio alrededor de este fenómeno. En un sistema cuyos ámbitos de poder son mayoritariamente ocupados e influenciados por hombres, la violencia contra la mujer parece ocupar un lugar muy insignificante en la escala de prioridades y soluciones que se requieren. Aunque existen normas que sancionan con prisión la violencia intrafamiliar, penas que en este año se han incrementado, la verdad es que la mayoría de estos casos no se denuncian y los que sí, entran a los anaqueles del olvido de los despachos judiciales, siendo escasísimos en los que han habido condenas ejemplares.
Y es entendible que no se denuncie. Además de un Estado desesperantemente incapaz de brindarle una protección mínima a las denunciantes, tenemos que los procedimientos judiciales someten a la mujer a adicional humillación al obligarla inicialmente a encararse con el maltratador, en una diligencia dizque encaminada a reconciliar a las partes. ¡Habrase visto tamaña pendejada! Cuando una mujer se atreve a dar el paso de denunciar, a sabiendas de las previsibles consecuencias, es porque se encuentra desesperada y sin salida distinta, así que es grotesco obligarla a sentarse frente al energúmeno que casi la mata a golpes a intentar llegar a un arreglo, como si fuera un problema de negocios o cosa parecida. Por lo general, y lo dicen las mismas estadísticas, muchas de estas mujeres nunca mas vuelven a continuar el proceso, no solo por las pocas esperanzas que este les brinda, sino porque el golpeador, violador y/o abusador que las maltrató se da muy buena maña para disuadirlas. El método ya es conocido.
Se que algunas mujeres leen con alguna asiduidad este blog, y algunas otras llegaran a él por accidente. A todas ellas, hayan sido maltratadas o no alguna vez en su vida por un hombre, quiero sinceramente pedirles PERDÓN, MIL VECES PERDÓN, en nombre de mi genero, pues aunque he procurado al máximo evitar todo tipo de violencia contra mujer alguna, no dejo de sentirme de alguna forma responsable por todas y cada una de las mujeres que alrededor del mundo, y aun en mi propio país y en mi ciudad, han sufrido y sufren, en infamante silencio, el oprobio de la violencia en su contra y en la de sus hijos.
Quiera el Señor que todas estas nuevas generaciones de varones que algunos estamos levantado diligente y esperanzadoramente, nos brinden la satisfacción y el regocijo de proclamar, algún día, que nunca jamás ninguna mujer volvió a ser maltratada en forma alguna.
Por favor, creámoslo.
No se olvide de Uribe.
ResponderBorrarColombia es pasión, todo lo hacemos con ese machismo, golpeamos con pasión, nos matamos con pasion. NO hay excusa para golpear a una mujer, simplemente no la hay, ni tampoco para abusar de un niño.
Buah que post tan re maricota este. Avergonzado de ser humano por compartir la misma condición con Hitler? Por favor, amigo, qué te pasa:
ResponderBorrar1- No tienes nada en común con Hitler.. y en ese caso sería Hitler el que debería avergonzarse de ser tan humano como tú y no tú de él. Qué cosas se ven.. si Hitler señor Vopa te llevaba años luz tanto en inteligencia como en sensibilidad pobre cretino.
2- Tu posición de verguenza no deja de ser una pose ridícula, cosas como "no puedo entender como x hace algo a y" es una idiotez, amigo, una idiotez y una ridículez completa. Si estuvieras cerca a mí te abofetearía esa carota por estúpido imbécil y petardo.
3- Siente verguenza de mí y de todos los hombres del planeta por alguna vez haber deseado violar una vecina, haber deseado matar un niño, deseado descuartizar una perra que nos hace daño, haber deseado llenarnos de sangre hasta el tope y beber de ella como si de la sangre de un cordero rebelde se tratara... estúpido, le miro esa mueca de perplejo y me dan ganas de escupirle.
4- me encantaría que este blog de mierdas sensibleras como las de conmemorar un estúpido día fuera clausurado definitivamente y a gente sin cerebro como ud la pusieran en fábricas a trabajar 18 horas sin posibilidad de descanso ni reproducción..
5- Vayase al infierno y si siente tanta verguenza de ser tan humano demasiado humano métase un tiro pendejo.. acá, en esta parte oscura de la condición humana seguiremos agrediéndonos, humillando, rebajando, asesinando, torturando, masacrando, violando, proclamando la violencia.
No hay tal cosa como la buena gente ni la mala gente.. ud es tan asqueroso como yo y el hecho de que lo niegue me dan ganas de escupirle un gargajo a los ojos.
Tonto, tonto... vaya a llorar con su amiguito foucault por no vivir en un mundo de Fantasia Disney y mientras tanto no se olvide que es en Colombia que vivimos.
Con relación al comentario del Kerberos ese, déjame decirte que vive en su propio universo y lo demás le vale huevo. La condición de hombre tiene implícitas algunas responsabilidades como la de cuidar la bendición que Dios puso a nuestro lado por compañía. Y no es que sea avergonzarse porque haya hombres que, dentro de su bestialismo sean capaces de maltratar mujeres y niños; es por la tristeza que genera el saber que aún haya hombres que no entiendan que Dios las puso para amarlas y cuidarlas y no para hacer de ellas lo que bien nos venga en gana. Ánimo.
ResponderBorrarA Focault:
ResponderBorrarNo, que pena, pero Uribe no va ahi, por mas contradictor politico seyo que sea. Y si, no hay excusa para abusar de mujeres y niños, y de nadie en general, pero excusas es lo que encontramos todo el tiempo. Saludos.
A Kerberos:
ResponderBorrarAh, vos eras el que me faltabas en la lista. Gracias por tu colaboracion. Como conozco a los de tu estilo muy bien no te dare el gusto de una respuesta. Alli queda lo que escribiste, retratandote de cuerpo entero, tal como te gusta posar.
A Didier:
ResponderBorrarCierto, pero es cierto tambien que, segun las estadisticas, ya casi nadie entiende ese tipo de respeto por la mujer. Saludos.
vopa, veo que lo han "visitado".
ResponderBorrarA Stirer:
ResponderBorrarSi. Ah, como extraño a Sopero-Gorilon.
Este es un asunto lamentable. Pero, como con todos los asuntos lamentables, y como con todas las veces que alguna generación se ha esperanzado en la siguiente, sus esperanzas se verán traicionadas por una realidad cada vez más cruda. Es hacia donde siempre ha ido esto que llaman humanidad. Y siempre, en cada generación, ha habido gente que se esperanza. Lo mejor es no levantar ninguna generación y parar de una vez por todas esto.
ResponderBorrarUn saludo
Triste pero cierto. Y lo peor es que a los niños de ahora, supuestamente hijos de un mundo tan posmoderno y tan egalitario, les están metiendo el machismo en la cabeza.
ResponderBorrarA Mal Ladron:
ResponderBorrarLo veo muy pesimista. La verdad es que hay ahora una generacion de padres que hemos entendido la hombria de otra forma, que les estamos inculcando a nuestros hijos e hijas el respeto, la consideracion y la autoestima por los demas y por si mismos. Los cambio de mentalidad y de actitud generacionales se construyen a partir de lo que tenemos en casa. Y los resultados se veran, enla medida que dejemos de lado la indiferencia y la displicencia por las cosas que afectana nuestra gente y activemos el deseo de cambiar este tipo de cosas. La esperanza, estimado Mal Ladron, será algo de lo que jamas podremos deshacernos. Saludos.
A José:
ResponderBorrarA los niños lo que les está tocando es vivir y padecer todas estas formas machistas y atrabiliarias, propio de sociedades retardatarias. Por eso el esfuerzo consite en educarlos, pero con el ejemplo, no a punta de carreta. Saludos.
Quien los ha extrañado soy yo, saludos, entre a revisar los mensajes en mi mail desde computadora prestada y no resisti a la tentacioin de dar una pasadita para saludar a Vopa, Stirer y a todos los amigos.
ResponderBorrarHasta pronto
Gorilon medio congelado
A Gorilon:
ResponderBorrarQue bueno volver a saber de Ud. y saber que esta bien, vivito y coleando. Saludos