Solo he escrito dos cartas abiertas en mi vida. La primera, a mi hijo que estaba por nacer hace diez meses; la segunda, esta, bajo la conmoción de haber visto a su equipo, Francia, derrotar a Brasil por un gol que nació en lance de su prodigiosa pierna izquierda.
Las razones de la primera carta son entendibles. Las de esta, deben explicarse por alguien que, como yo, se sentó frente al televisor con el convencimiento de que al fin iba a ver el jogo bonito que anhelaba y que, hasta ahora, había sido tan esquivo en este Mundial de Alemania 2.006.
Solo que guardaba la esperanza, aunque un poco desdibujada, se lo confieso, de que la satisfacción iba a venir por los lados de Brasil, cuyas estrellas, empezando por Ronaldinho, seguían con el saldo en rojo. Pensaba, como muchos, que iban a levantar en este partido, que arrollarían a Francia y que nos callarían definitivamente la boca a los que ya habíamos empezado a protestar por tanto fútbol mediocre.
Pero terminamos viéndolo a Usted. Aplaudiéndolo a rabiar, haciendo fuerza por otro gol francés o, por lo menos, para que los brasileños no fuesen a empatar con una jugada individual que, como en los anteriores partidos, borrara de mala forma la realidad de que no son un equipo sino un recogido de figuras sin alma colectiva. Sin embargo, no quiero hablar de Brasil. ¿Para qué?
Lo que si quiero decirle es gracias, eso simplemente. Gracias por regalarnos Usted y su equipo el mejor fútbol que se ha visto en este Mundial. Gracias por resucitar al 10, a esa especie en vía de extinción, aunque probablemente sea la especie más añorada de todas. Bueno, al menos de los que nos gusta el fútbol jugado como es, como era, como debe ser.
¿El 10? Sí, el 10. Ese jugador en el cual se concentra el talento y la inteligencia, la estrategia y la sutileza, el lirismo y la contundencia. Sí, ese, señor Zidane, ese que Usted, sin duda alguna, es. Ese mismo del que quedó demostrado, gracias a Usted, antes ante España, hoy ante Brasil, que aun tiene una función sustancial en el fútbol moderno y que es capaz de hacer ganar partidos jugando bonito. Solo que los miopes que se ha entronizado como técnicos de escritorio y estrategas de opereta en el fútbol actual lo han querido acabar bajo el argumento simplón de que es un jugador lento, para reemplazarlo por otro que corra, que corra mucho, así no piense.
Pero, ¿para qué necesita correr un jugador como Usted? ¿Donde se ha demostrado que el pensamiento pueda ser igualado en velocidad por un tipo corriendo como loco en una cancha de fútbol? La velocidad de su juego está en su mente. Ud. no necesita salir como caballo desbocado detrás de una pelota ni ir al choque para rescatarla de los pies del contrario. La pelota le llega sola. Es una verdad absoluta.
Porque es así. De alguna extraña manera a Ud. le llegan los balones desde todos los puntos cardinales del campo de juego, como le llegaban a Pelé o a Maradona o al Pibe Valderrama. Es la pelota reconociendo, dócil, a su gestor, al artista que la puede sublimizar, al que le puede dar la categoría de objeto de arte.
Por eso mismo, porque la bola es suya aun cuando no esté en sus pies, porque está, como decían los poetas de antaño, primero en sus pensamientos antes que en otra parte, es que Ud. nos pudo regalar hoy la finura de sus gambetas o las parábolas infinitas de sus esguinces o el sombrero inmenso que le pinto a Ronaldo o el giro para eludir a un contrario o la profundidad de sus pases…
Me habían dicho que Ud. ya estaba viejo. Parecía confirmarlo su retiro del Real Madrid y su decisión de que este seria su último Mundial. Nadie esperaba nada genial de parte suya, menos aun cuando el arranque de Francia fue tan deslucido. Pero su talento, señor Zidane, se parece al de los vinos franceses, los de su tierra, que para ser excelentes deben sufrir primero la hibernación y el olvido en una lejana cava borgoñesa. Y muchos años después, cuando nadie lo espera, resurge de la botella polvorienta el exquisito caldo que nos logra embriagar con su extraordinario bouquet y regalarnos una tarde gloriosa de fútbol, como la de hoy.
Con su retiro probablemente se irá también del fútbol el último 10. Sí es así, gracias señor Zidane por el recuerdo que nos deja. Pero como la esperanza nos persigue como un perro de presa, no puedo evitar pensar que alguien, tal vez un niño de diez meses que aun juega con una pelota de plástico y recién está dando sus primeros pasos, como mi hijo, sí, ese mismo, el de la primera carta abierta, algún día quiera jugar de 10. Entonces, si es así, sabré que el fútbol, el de verdad, el que Ud. juega, seguirá vivo por mucho tiempo más.
De Ud., con admiracion y respeto, atentamente,
VOPA
Te pasaste Vopa, te pasaste de verdad, estupenda tu carta abierta al "mago" Zizou. Que pesar que se vaya a retirar el último de los mohicanos, la esencia del "jogo bonito" ( o en este caso "le beau jue") encarnada en la elegancia de un artista francés. Los comentaristas de la TV inglesa en Alémania pedían emocionados a Zidane y a Francia que por favor no pararan de jugar así de bonito; y eso para un inglés es lo más dificil que pueda haber: decirle a un Francés que está haciendo algo bien.
ResponderBorrarTerry Venables, el ex-seleccionador Inglés, estaba comentando el partido para la televisión y decía que cada vez que Zidane cogía el balón se escuchaban violines y música clasica: estupendo resumen de lo que fué la noche.
¿Brasil? No hay derecho para tratar a los aficionados de esa manera. Que desgano, que falta de ideas, que confusión, que horror...
Un saludo cordial desde Londres
Súper. precisamente ayer me acordaba de Zico, también con el 10. Terminé haciendole fuerza a Francia y creo que lo apoyaré en los dos partidos que les quedan.
ResponderBorrar¿Qué tal un Zidane despidiéndose como campeón del mundo?
Que bella carta, apenas apropiada para un mago del balompie. Saludos, te recuerdo cita virtual el sabado 8 de Julio, a las 4 pm, para revisar la navegacion de nuestro proyecto blogocosal calenno.
ResponderBorrarQue carta!,
ResponderBorrarAcabo de llegar a mi oficina y decidí leer tu carta desde Cali, que hace mucho no leía. Estoy conmovido.
Por muchas razones terminé viendo el partido solo, en mi oficina. Pero canté el gol de Henry y celebré cada jugada que el "viejo" le hizo a Zé Roberto, Cafú, Kaká, Ronaldo, como si este fuera el último partido de la historia, como si el que se despidiera fuera el fútbol.
Que partido, que jugador, que carta, que hermano.
Gracias
Oye, el centro de Zidane fue con la pierna derecha. Y aprovecho para decir que el remate de Henry pareció un pase de ballet, en cámara lenta (esto fue lo que más nos gustó a mi esposa y a mi), las dos piernas en el aire, las manos extendidas, el estadio se quedó mudo, el mundo se quedó mudo. La repetición de la televisión alemana no lo podía tomar más lento, parecía que flotaba. Recién salió el balón haciendo roscas hacia dentro, supero a Vieira y a Thuram, y se encontró con el niche, todos sabían, todos sabíamos que era gol. Cuando Henry pisó de nuevo este planeta todos gritamos: GOL, GOLAZO, QUE GOLAZO!!!!!
ResponderBorrarDe ser el chigüiro Benitez seguro le mete un riflazo que la manda a Siloé.
Ahora sí, gracias.
Me he hecho herizar su carta abierta... Dejeme decirle que su perfecta escritura y la maravilla de las figuras literarias utilizadas han logrado encharcar mis ojos porque aun cuando sí esperaba el triunfo de Francia, al igual que usted, no esperaba tanto de su futbol en este mundia. Gracias pr compartir su sentimiento!
ResponderBorrarquizá algun dia él la lea
ResponderBorrar;)
Qué buena carta... excelente!...
ResponderBorrar.. y qué lástima lo de Zidane ayer. Muy triste
Un saludo!
Triste despedida para un grande del futbol.
ResponderBorrarCon relación a lo del comentario por parte del Sr. diegoth, una razon más para no untarme de equinoxio.
Saludos
A todos:
ResponderBorrarGracias por los comentarios. sonproducto mas de su benevolencia que de otra cosa. Y, claro, guardo la esperanza que algun dia Zizou la lea. Que mas quisiera uno.