18.8.09

DE LADRONES Y BABILLAS

Se escucha por toda la ciudad como el zumbido molesto y amenazante de un zancudo: Inseguridad, robos callejeros, asaltos aquí y allá… Es una reincidente letanía que en Cali parece no acabar nunca.

Lo escuche de mi papá, renegando por los parlantes de su carro, robados a plena luz del día al frente de la casa. También de la jovencita que me sacaba unas fotocopias en el norte mientras le contaba a su compañera de trabajo como le robaron el celular un par tipos en moto, uno de ellos armado. Y de mi vecino, asaltado a las 3 de la tarde en las puertas de Unicentro.

Y uno escucha el zumbido también molesto de las explicaciones y justificaciones, o del Alcalde, pidiéndonos paciencia y comprensión, pero ofreciendo poco o nada para mejorar la situación, o del jefe policial, prácticamente diciendo lo mismo o recitando unas estadísticas que increíblemente hablan de la disminución de los delitos violentos cuando en la calle la realidad es otra.

Qué hacemos? Cuidarnos nosotros mismos de dar papaya, que es prácticamente todo el tiempo. O reducirnos a vivir enclaustrados y vigilados en los ghettos en que se han convertido nuestras casas. Eso sí, temiendo que en cualquier momento nada de esto sirva y quedemos convertidos en algunos de esos números siniestros de la inseguridad que en Cali no da tregua.

Por eso recordaba el incidente del año pasado en Univalle, sede Meléndez, cuando un par de ladronzuelos cometieron alguna de sus fechorías contra algunos de los estudiantes de ese lugar. Detectados por la masa estudiantil, fueron perseguidos y uno de ellos, arrinconado por la turba –que aunque educada, no deja de ser turba-, fue prácticamente obligado a lanzarse a las aguas turbias del lago enclavado en la zona verde del campus.

Allí, el ladrón, acorralado entre la masa vociferante que al borde del lago se lo quería comer vivo, se veía indeciso entre seguir en su imposible escape fluvial o entregarse a sus perseguidores. Pero la decisión al final la tomó, como puede verse en el video de abajo, la cría de cocodrilo o babilla que vivía plácidamente por entonces en el lago, que ante la súbita invasión de su hábitat, la emprendió a dentelladas contra el intruso, ejerciendo así inesperada justicia contra el caco.

Moraleja: Contra el hampa, es mejor babilla presente y mordiente que policía ausente.



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