26.11.05

VERGUENZA

Existen muchas cosas que me avergüenzan. Y probablemente, en la medida en la que sigo viviendo, tales vergüenzas se acrecentaran o, simplemente, serán reemplazadas por otras. Por ejemplo, me avergüenza compartir la pertenencia al género humano con personajes como Hitler, Pinochet, Tirofijo, Jojoy, Mancuso o Carlos Castaño, solo por nombrar a los obvios. Incluso, en el caso de estos últimos, me avergüenza, además, compartir la nacionalidad y hasta la época en que nos ha tocado vivir.

Pero mi principal vergüenza como hombre es ser congénere de hombres que maltratan y abusan de mujeres y niños. Son los únicos casos en donde mi indignación borra por momentos mi obediencia al mandato de la misericordia que el Señor demanda para con el prójimo y, lo admito, quisiera agarrar a cada uno de estos abusadores y machacarles la cabeza a ver si se abre un resquicio de razonamiento y decencia.

Probablemente ayer, que se ha establecido como fecha internacional de la NO VIOLENCIA contra la mujer, muchos estuvieron pronunciándose sobre el tema, pero es muy probable que este sea una de esas fechas en que la gran hipocresía del mundo se manifiesta, en que se lavan en seco las conciencias, principalmente las de los indiferentes, y se vuelve al otro dia a la normalidad con el engañoso sentimiento de haber hecho algo bueno por alguien. O quizás, sea una de esas fechas que a fuerza de protestar y denunciar sobre un fenómeno tan conocido y tan extendido, que ahora se considera problema de salud pública mundial, no cambie nada. Puede ser.

Pero también puede ser que algún hombre maltratador en algún lugar se sienta enfrentado a su culpa. Y que, confrontado, se avergüence de su actitud y que, probablemente, se fuerce a si mismo a cambiar. Si, lo admito, son demasiados “puede ser”. Y la experiencia, desgraciadamente, nos indica que, dada la naturaleza humana, son pocos, muy pocos, los casos en que uno logra cambiarse a si mismo. Sin embargo, de eso se trata la esperanza.

Sin saber de la citada fecha internacional, había venido acumulando desde hace algún tiempo la información periodística que en El País, es decir, en un medio periodístico básicamente local, venía apareciendo cotidianamente sobre casos en que hombres energúmenos asesinaban a sus esposas, compañeras o novias, incluso, en buena parte de estos casos, frente a los propios hijos. Las han asesinado a bala, puñaladas, golpes, y hasta ahorcamientos. Y cuando ya los casos iban por doce o trece, solo este año, abandoné la cuenta, asqueado, cuando leí sobre un hombre que prstituyó a su sobrina de 11 años para extorsionar a sus conocidos. Recuerdo que en alguno de los últimos artículos se reseñaba que las autoridades se mostraban “preocupadas” por el fenómeno, que rayaba, o raya, en la epidemia.

Hoy leía, por ejemplo esta noticia, que narra como una mujer que se habría gastado algunos de los pocos dólares que su compañero le enviaba del exterior como ahorros, cuando supo de su inminente regreso y aterrada por las consecuencias que padecería, decidió fingir un secuestro suyo y de su pequeño hijo con el fin de justificar el faltante. Para darle mas credibilidad al asunto, decidió automutilarse uno de sus dedos para enviárselo al hombre como prueba del plagio. Solo alguien aterrorizado por un miedo irracional hacia otra persona puede llegar a ese extremo. Ya puede uno imaginarse la joyita de marido que tendría la pobre mujer.

Dolorosamente siempre recuerdo el caso de una mujer a quien conocí hace algunos años. Era una mujer joven, vital y hermosa, y así la recordaba hasta cuando hace algún tiempo vino a pedirme ayuda. Casi no la reconocí. El animal con el que vivía la había golpeado de tal forma que tenía totalmente deformado el rostro, después de recibir una salvaje andanada de patadas y golpes. Además, no contento con ello, la había arrastrado y arrojado por las gradas desde un cuarto piso. Debimos llevarla urgentemente al hospital, no solo para ser atendida por la golpiza, sino también porque, desesperada, se había tomado medio frasco de insecticida. No quería seguir viviendo, a pesar de tener dos hijos pequeños. Nunca quiso denunciarlo por el terror que le inspiraba el tipo.

Ahora, las estadísticas de la OMS nos informan que el maltrato a la mujer es un fenómeno mundial. Y, lo que es peor, que va en inatajable aumento. El punto más vergonzoso es que el mayor porcentaje de violencia, y el más letal, proviene de sus parejas, es decir, de los hombres que conviven con ellas. Incluso, las golpean, insultan, humillan, denigran, violan, persiguen y atemorizan en estado de embarazo o siendo sus propias hijas. No puede caber más degradación.

En Colombia el problema ya va en un incremento de casos del 200% en los últimos años, dentro de los cuales se combina la violencia física, sexual, verbal, económica y emocional. Como si fuera poco, ahora se denuncia que integrantes de las fuerzas militares habrían violando mujeres indígenas dentro del marco del conflicto armado. De comprobarse esto, no faltaría ninguna infamia más en contra de las mujeres en este país.

Probablemente lo más repudiable de todo es el silencio alrededor de este fenómeno. En un sistema cuyos ámbitos de poder son mayoritariamente ocupados e influenciados por hombres, la violencia contra la mujer parece ocupar un lugar muy insignificante en la escala de prioridades y soluciones que se requieren. Aunque existen normas que sancionan con prisión la violencia intrafamiliar, penas que en este año se han incrementado, la verdad es que la mayoría de estos casos no se denuncian y los que sí, entran a los anaqueles del olvido de los despachos judiciales, siendo escasísimos en los que han habido condenas ejemplares.

Y es entendible que no se denuncie. Además de un Estado desesperantemente incapaz de brindarle una protección mínima a las denunciantes, tenemos que los procedimientos judiciales someten a la mujer a adicional humillación al obligarla inicialmente a encararse con el maltratador, en una diligencia dizque encaminada a reconciliar a las partes. ¡Habrase visto tamaña pendejada! Cuando una mujer se atreve a dar el paso de denunciar, a sabiendas de las previsibles consecuencias, es porque se encuentra desesperada y sin salida distinta, así que es grotesco obligarla a sentarse frente al energúmeno que casi la mata a golpes a intentar llegar a un arreglo, como si fuera un problema de negocios o cosa parecida. Por lo general, y lo dicen las mismas estadísticas, muchas de estas mujeres nunca mas vuelven a continuar el proceso, no solo por las pocas esperanzas que este les brinda, sino porque el golpeador, violador y/o abusador que las maltrató se da muy buena maña para disuadirlas. El método ya es conocido.

Se que algunas mujeres leen con alguna asiduidad este blog, y algunas otras llegaran a él por accidente. A todas ellas, hayan sido maltratadas o no alguna vez en su vida por un hombre, quiero sinceramente pedirles PERDÓN, MIL VECES PERDÓN, en nombre de mi genero, pues aunque he procurado al máximo evitar todo tipo de violencia contra mujer alguna, no dejo de sentirme de alguna forma responsable por todas y cada una de las mujeres que alrededor del mundo, y aun en mi propio país y en mi ciudad, han sufrido y sufren, en infamante silencio, el oprobio de la violencia en su contra y en la de sus hijos.

Quiera el Señor que todas estas nuevas generaciones de varones que algunos estamos levantado diligente y esperanzadoramente, nos brinden la satisfacción y el regocijo de proclamar, algún día, que nunca jamás ninguna mujer volvió a ser maltratada en forma alguna.

Por favor, creámoslo.

22.11.05

ANO...NADADO

En el siempre interesante blog de Tecnochica encontramos dos noticias que, como el titulo de este post, nos dejaron idem. Salidos del primer estupor, corrimos a consultar nuestro desvencijado DRAE, que no por viejo es menos sabio, para indagar si el lugar en donde decorosamente termina la espalda tendría algún significado o uso que ignoráramos. Pero, terco, el vocablo se mantenía en sus trece: Dícese del ano que es aquel elemento de la anatomía humana que sirve para excretar las heces resultantes del proceso digestivo. Bueno, pensé, tal vez por trasero, pero tampoco, porque denominase este como equivalente a nalga o nalgatorio y se refiere a los promontorios cárnicos que guardan a buen recaudo el ano, palabras más, palabras menos.

Ya persuadidos de la permanencia semántica de esta notoria pieza anatómica, repasamos, aun atónitos, las dos noticias: La primera, nos informa que la actriz (¿?) y cantante (¿¿??) Jennifer López, conocida en el ambiente artístico como “JLo”, habría contratado con una reconocida compañía de seguros una póliza por varios millones de dólares para asegurar su trasero. Y la noticia sorprende, pues aunque las extravagancias que vemos a diario entre estos afortunados prójimos nuestros de la farándula internacional nos han corrido la cerca del asombro, nos queda aun cierto remanente para anonadarnos. Asombra, sobre todo, que uno pueda asegurarse el c…, pero tratándose de la López, todos los señores suspiramos con alivio de que en medio de tanta inseguridad y tanto terrorismo, al menos esa maravilla se encuentre a salvo.

No se porque me vinieron a la cabeza, después de leer la noticia de marras, todos esos trámites que tuve que hacer este año para asegurar mi pichirilo. Lo tuve que llevar donde un experto o perito, quien le tomo fotografías por los cuatro costados, lo examinó por fuera y por dentro, me preguntó por los rayones, hundidos, manchas y demás y, después de todo ese dispendioso tramite, le dio el visto bueno a la aseguradora para la póliza. Me he preguntado desde entonces: Si todo esto fue para un pinche carro, como no será para un c…, elemento este a veces tan frágil, tan expuesto a la intemperie, a los cambios bruscos de temperatura o, al menos, a las miradas penetrantes.

También me he devanado los sesos, debo confesarlo, pensando en si a la pobre Jennifer le sometieron el trasero a toda esta experticia: Si algún mugroso mecánico le miró con linterna y a fondo el buen estado del elemento asegurado; si le tomaron fotos por todos los costados; si le miraron con lupa los desperfectos, si es que los tiene, de esa sublime pieza. Ojala que no, pero conociendo a las aseguradoras, nada de raro tiene.

Otra pregunta inquietante, si me lo permiten, que es obvia pero necesaria: De que tipo de riesgos asegura uno el c…? Bueno, no es que dicho elemento no corra riesgos, mas aun en esta época de tanto equivoco sexual que uno encuentra por allí, pero francamente no me explico cuales serian los riesgos para el trasero de la López. Forzando la imaginación, a uno le vendría a la mente, en primer lugar, un estreñimiento bien tenaz, que podría conducir al congestionamiento acelerado de la mentada pieza. Pero, no, que va, estreñimiento nos da a los de estrato tres hacia abajo, por lo que uno no logra imaginarse a tan fina señora sentada por horas en el sanitario, resoplando como una locomotora, con la cara amoratada, los ojos llorosos y la mirada perdida, esperando la dolorosa salida del esquivo pasajero.

O podría ser, por que no, lo contrario: Una copiosa y sonora diarrea, que lo enflaquecería al extremo, tornándolo desgonzado, caído y sin fuerzas. Pero el argumento en contra seria el mismo del párrafo anterior, con la aclaración de que diarrea o churrias les da a los que comen (o jartan, como dicen en Boyacá) todas esas porquerías culinarias conocidas como fritanga criolla, “corrientazo” o “milenio”, cosas que la López seguramente ni siquiera imagina que existan, menos que se puedan comer.

Un tercer riesgo, o siniestro que llaman, podría ser lo que mi fallecida abuela materna, alma bendita, denominaba como carranchin o siete luchas, que produce una rasquiña tan intensa que puede conducir, si no se trata a tiempo con una buena azotada de ortiga y un intenso restregamiento con tusa de choclo, a la locura y hasta la muerte. Pero esa lamentable dolencia solo les da a los que depositan su trasero en cualquier sanitario o letrina, como el de la galería La Floresta de Cali o el del restaurante Las Delicias del Camino, especializado en platillos para conductores de tractomula. Ni de riesgos que JLo llegue tan bajo, mas aun cuando uno de sus novios o maridos le regaló cierta vez un costosísimo water con incrustaciones de piedras preciosas y diamantes. Seguramente el carranchín nos daría a Usted o a mí donde nos sentemos en semejante fortuna a darle gusto al bajo vientre.

Un cuarto riesgo, por idea aportada por la calenturienta mente de cierto amigo mío, sería la asegurar a la López y a su trasero de la posibilidad de un doloroso accidente consistente en que su marido, el enclenque Marc Anthony, en una noche de copas, una noche loca, pasado de tragos, pudiera confundir la zona natural con la que se cumple el deber conyugal con la que aquí nos ocupa, lo que sin duda podría producir un grave estropicio en tan delicado portento. Esta posibilidad, aunque un poco rebuscada, es factible, pues casos se han visto. Lo que yo le discuto a mi amigo es como se le demostraría a la compañía aseguradora tan vergonzoso evento. Si para probar que a uno le chocaron el carro por detrás le exigen fotografías del golpe, croquis del policía de transito y testigos del accidente, además de un peritaje de los daños, me temo que a JLo tales pruebas le serian muy difíciles de obtener.

Bueno, la segunda noticia, si bien relacionada también con el mismo elemento, es aun más asombrosa, pero también extremadamente dolorosa. Resulta que en Rumania cierta dama se apropió de un celular que alguien habría dejado por ahí “pagoso”, como dicen por acá. Posteriormente, la mujer subió apresuradamente a un vehiculo de servicio publico, esquivando la persecucion. Varios pasajeros la vieron, como también vieron que portaba el celular. Detenido el vehiculo mas adelante por la policía, se le hizo intensa requisa a la mujer, sin encontrarle el artefacto. Conducida a la estación policial volvió a ser cuidadosamente requisada, sin ningún resultado. A punto de ser liberada, se le ocurrió a uno de los policiales llamar al número del celular, cuyo insistente y sonoro timbre se escuchó clara e inmediatamente en el recinto. Se decidió, entonces, practicarle un examen rectal a la mujer, encontrándose en ese secreto lugar de su anatomía el elemento hurtado.

También varias obligadas reflexiones surgen de este inusitado caso: Por un lado, probablemente el hombre al que le robaron el celular debe notar, ahora que se lo devolvieron, que cada vez que lo usa siempre termina hablando m… Por otro lado, debe el trasero de la mujer agradecerle a su dueña que esta no se hubiera dedicado a robar celulares hace unos años atrás, cuando la tecnología no había reducido tanto el tamaño de los teléfonos móviles, Recuerdo que el primer celular que compré, por allá en el año 1994, media casi el largo de mi mano, y había que sacarle la antena para usarlo. De habérselo robado la rumana, probablemente hubiera sido necesario una cesárea para recuperarlo. Lo que si me ha aclarado este asunto es la razón por la cual cada vez los hacen mas pequeños y delgados: Con tanta competencia entre empresa de celulares, es porque piensan metérnoslos, primero por los ojos, después hasta por ese dolorosísimo sitio.

Conclusión: Dos traseros, uno de alcurnia, otro plebeyo. Uno venerado y consentido hasta el extremo; el otro, famélico y humillado por una profunda requisa policial. De todas formas, ambos nos dan la medida del futuro que tendrán entre nosotros los c… del nuevo milenio.

18.11.05

UN ESQUELETO EN EL HORNO (II Parte)

El día siguiente, Viernes Santo, fue inenarrable. Totalmente incomunicada, la ciudad parecía sitiada por la desgracia. Lo que se sabia llegaba por historias de aquí y de allá que pasaban de boca en boca, historias que la exageración deformaba, convirtiéndolas en partes catastróficos que sobrecogían el alma de todos: Que habrían mas de diez mil muertos, que en la Catedral murieron casi mil, que la mitad de la ciudad está en ruinas, que mucha gente sigue viva y enterrada bajo los escombros... Todo era desmesurado, a la medida del miedo que todos sentían, aunque nadie sabía nada a ciencia cierta ni ninguna autoridad informaba lo que estaba sucediendo.

La escena más dantesca de ese día se vio en el cementerio de la ciudad. Situado a pocas cuadras de la panadería de los Giraldo se hizo allí una interminable romería de gentes que acudieron a ver lo indescriptible: el terremoto había derrumbado las paredes de las bóvedas y los ataúdes, muchos carcomidos por la podredumbre y desparramados por el suelo, dejaban ver los cuerpos en descomposición, calaveras de largas melenas, fémures, osamentas con restos de tejido y de carne macilenta y muchos rostros deformados espantosamente por la muerte. Sin embargo, todos coincidían en que lo más impresionante era el olor a muerte, a osario, a pudrición, que se apoderó de toda la zona por muchos días.

Bajo ese triste panorama el esqueleto de El Roscon parecía destinado al olvido. Por eso el barrio se sorprendió cuando el sábado siguiente, a las nueve de la mañana, un juez de instrucción, su secretario y los dos policías que habían acudido el día del hallazgo, se hicieron presentes en el lugar.

El funcionario, con su rostro serio enmarcado por gruesas gafas de miope, retiró con parsimonia el plástico verde y examinó la escena con atención. Su secretario, entretanto, aporreaba la maquina de escribir en un escritorio improvisado con tablas y ladrillos. Por orden del juez los policías recogieron el reloj y el zapato mutilado, lo depositaron con cuidado en una bolsa plástica y lo metieron en el carro oficial en que se movilizaban. Los obreros fueron interrogados por el juez, al igual que los Giraldo, a quienes alguien les oyó decirle al funcionario judicial que no tenían ni idea de quien se trataba ni como había llegado allí el cuerpo. Después de dos horas de pesquisas, la comitiva judicial se retiró con los restos envueltos en el mismo plástico verde, que se agitó como un inmenso pañuelo cuando el vehículo emprendió la marcha.

Transcurridos algunos meses la historia de los Giraldo y el esqueleto se olvidó bajo el peso de los avatares frenéticos de la ciudad que intentaba resucitar. En el barrio nadie volvió a hablar del asunto y de Don Elías y su familia tampoco nada más se supo. Al menos, no hasta cierto día en que apareció una señora desconocida.

La mujer dio primero varias vueltas por el lugar donde yacían aun los escombros de la panadería. Después, tocó en las casa vecinas averiguando por un hijo suyo que desde hacia mas de año y medio se había venido del campo a trabajar como panadero en el negocio de los Giraldo y que desde entonces parecía que se lo había tragado la tierra, porque ninguna razón, ni buena ni mala, le volvió a llegar a su familia. Nadie, sin embargo, pudo darle razón precisa sobre el muchacho a la apesadumbrada mujer, cuya humilde apariencia mostraba sin lugar a dudas su extracto campesino. Pero algún acucioso vecino recordó el asunto del esqueleto y orientó a la mujer para fuera a hablar con el juez que investigaba el caso.

La sorpresa de los habitantes del barrio fue en aumento cuando varios días después apareció en el sector nuevamente el juez, el secretario y varios policías, que indagaban a los vecinos, ya no sobre la victima, sino sobre el paradero de Don Elías y su familia. Y alguien, después de que se marchó la comisión judicial, contó que uno de los sabuesos le habría informado que la mujer reconoció el reloj que tenia el esqueleto porque era el mismo que ella le había regalado a su hijo dos días antes de venirse a la ciudad, razón por la que el juez concluyó que Don Elías Giraldo era ahora sospechoso dentro de la investigación, pues además el forense habría determinado en su pericia que al sujeto lo habrían matado de un certero tiro en la cabeza.

Y tal información puso a todo el barrio a especular en cuanta conversación se suscitaba sobre el misterio de la muerte del infortunado a quien pertenecía el esqueleto: Que había sido por una deuda, que por un problema de tragos, que era un suicidio. Las versiones iban y venían, azuzadas por la desaparición intempestiva de Don Elías, de quien desde el sábado siguiente al terremoto nadie sabia de su paradero.

Sin embargo, varios meses después de tal revuelo, gracias a cierto vecino que se dio maña en conocer el expediente por cierta amistad con el secretario, se supo que Don Elías había sido localizado en Medellín y que por orden del juez había sido puesto preso como sospechoso del asesinato. Y que, confrontado con las pruebas, el hombre habría confesado sollozando su culpabilidad en el asesinato.

Las razones eran contundentes: Entre una de sus hijas, la mayor y la mas bonita de las dos, y el muchacho se habría suscitado un apasionado romance a escondidas del padre, el cual habría culminado con la preñez de la joven. Descubierto el asunto por Don Elías, despachó al día siguiente a las dos muchachas para su pueblo natal, en donde debió transcurrir el vergonzoso embarazo y el nacimiento del hijo bastardo. Pero esa misma noche el furioso hombre planeó con alevosía la muerte del galán, convocándolo para trabajar hasta tarde en el horno, todavía en construcción, que levantaba por esos días en la parte trasera del local.

En hora avanzada de la noche el ofendido padre, aprovechando el descuido del muchacho, lo sorprendió por la espalda y de un certero disparo en la cabeza lo mató. Recogió el cuerpo y lo arrojó detrás del horno, y pasó toda la noche levantando con ladrillo y mezcla una pared tras de la cual dejó encerrado el cadáver. Y allí permaneció, a salvo de toda mirada curiosa, hasta cuando el evento telúrico desbarató la propiedad y saco de su impensado escondite el esqueleto. Después de tan completa confesión, el hombre fue condenado a varios años de prisión.

La historia del esqueleto y su inesperado desenlace perduró por mucho tiempo en el barrio, y aun en la ciudad, que lentamente se recuperaba de todas sus penurias. Pero con los años se fue olvidando. Ahora, solo pervive en la memoria de los habitantes más antiguos del barrio. Por ello, cuando entre ellos se sabe de alguien que tiene algo escondido, un secreto de esos que no se quiere a toda costa que se sepa, alguno con socarrona sonrisa simplemente le dice: "Acuérdese del esqueleto en el horno…".

11.11.05

UN ESQUELETO EN EL HORNO (I Parte)

El jueves 31 de marzo de 1.983 ocurrieron dos cosas, una después de la otra, que sacudieron para siempre la tranquila cotidianidad del barrio La Esmeralda, en el oriente de la ciudad de Popayán. La primera fue el terrible terremoto que, con un bramido portentoso, a las 8 y 13 minutos de esa fría y tranquila mañana, sacudió con ondas serpenteantes y violentas, durante treinta segundos eternos, los cimientos de los edificios y las casas e hizo desplomar, con estruendo y entre nubes de polvo, paredes y techos, sepultando a mas de mil quinientas almas, algunas de ellas reunidas rezando el ángelus en la blanca Catedral de la ciudad. La inmensa cúpula se desprendió estrepitosamente y aplastó a los que en las primeras bancas se aprestaban a comulgar. Los que se ubicaron en lugares alejados del altar principal pudieron correr despavoridos hacia el atrio y después mirar con terror desde la Plaza de Caldas como se desmoronaba el resto del imponente edificio. De adentro nadie más salió con vida.

La segunda se produjo varias horas después. Y consistió en el extraño descubrimiento que hicieron los obreros de la cuadrilla que, desde la misma mañana de ese infausto jueves de Semana Santa, se dedicaban a remover los escombros del edificio de tres pisos en donde, hasta ese día, había funcionado la próspera panadería El Roscón, de propiedad de los Giraldo. Uno de ellos, dedicado a sacar los enseres aun útiles de la zona donde se hallaba ubicado el inmenso horno de ladrillo, se encontró de pies y manos con un polvoriento esqueleto que, casi intacto, apareció en posición fetal entre los ladrillos ennegrecidos. Asombrados, los obreros encontraron también jirones de tela roja entre el costillar y un reloj enmohecido enredado en el hueso del brazo izquierdo de la osamenta. Muy cerca hallaron también la mitad calcinada de un zapato negro.

En el barrio todos recordaban la llegada de la familia Giraldo, hacia ya una década. Eran paisas, y se notaba porque su acento cantadito contrastaba con el pausado de los raizales cuando Elías Giraldo y su esposa atendían detrás de la vitrina de la panadería que abrieron apresuradamente en un diminuto local que, al parecer, el hombre compró de entrada. Todo el barrio, además, fue testigo de su progreso, porque a los pocos años el local se convirtió en un salón inmenso con varias vitrinas que exhibían las múltiples delicias que ofrecía la Panadería El Roscon. Posteriormente, la propiedad se convirtió en un vistoso edificio de tres plantas, que destacaba entre las casas humildes de la populosa barriada. Y su propietario cobró finalmente fama de adinerado cuando compró un flamante Renault 4, ultimo modelo, lo cual se explica por el hecho de que lo mas cercano a la modernidad automotriz que se conocía por el sector era el Escarabajo modelo 60 del padre Pabón, párroco del barrio.

Se podría decir que los Giraldo eran una familia más bien corriente. Don Elías, cincuentón y entrado en carnes, era un típico paisa de piel blanca, ojos claros y cierta hosquedad en el trato. Su esposa, robusta y rubia, tampoco hablaba mucho, aunque todos concuerdan en que era muy amable y que, a escondidas de su marido, les fiaba a los mas conocidos. Pero las que realmente se distinguían eran las dos jóvenes hijas de la pareja, que habían llegado muy niñas, pero que al cabo de los años se habían transformado en un par de hermosas adolescentes, cuyos ojos verdes y rasgados contrataban con su larga y castaña cabellera, que siempre llevaban suelta y pulcramente peinada. Eran altas y esbeltas y, a diferencia de sus padres, sonreían todo el tiempo. No había hombre alguno en La Esmeralda, joven o viejo, que en mayor o menor medida no estuviera enamorado de alguna de las dos muchachas, o de las dos.

Pero nadie se les acercaba con fines románticos, al menos no que se supiera públicamente. Se decía, sin comprobación conocida, que Don Elías guardaba bajo el estante de la caja registradora siempre un revolver cargado, destinado no tanto a espantar ladrones como a alejar los posibles pretendientes de sus hijas. Además, su mal genio era cosa harto conocida de sus vecinos. Así que lo mas cercano a un cortejo consistía en vigilar cuando las muchachas bajaban a ayudar en la panadería y aprovechar para echarles una larga mirada mientras despachaban las polvorosas, las cucas, las peras de almíbar, las caleñas o cualquier otra pieza del extenso surtido que ofrecía El Roscón. Y siempre se salía premiado con una mirada acariciadora de sus ojos verdes y, en el mejor de los casos, con una sonrisa dulce que pagaba con creces la harinosa adquisición.

Después de los primeros minutos de ocurrido el sismo, tras el espeluznante momento de la trepidación y la terrible sacudida, los habitantes del barrio, evaluados los daños de sus casas y la situación de sus familias, cayeron en cuenta del siniestro vacío que ahora se veía en el lugar en donde antes se levantaba El Roscón. Del orgulloso edificio, nada había quedado. Sus tres pisos yacían arrumados en una montaña de cemento y ladrillo, así que todos temieron lo peor. Pero al acudir apresuradamente al lugar los vecinos vieron con alivio a la pareja de esposos que, aun empiyamados y con la cara crispada bajo una mezcla de espanto y desolación, observaban inmóviles desde la calle aledaña las ruinas de su propiedad. Nadie preguntó por las muchachas. Desde hacia mas de un año nadie las había vuelto a ver, siendo que después se sabría que el padre las había enviado a estudiar en una universidad de Medellín, noticia desafortunada que, en su momento, todos los hombres del barrio recibieron con suspiros de resignación y de platónico despecho.

A pesar de la dolorosa convulsión en que se hallaba inmersa la ciudad el hallazgo del esqueleto tuvo repercusiones ese mismo día. Alguien le avisó a la policía, porque a eso de las tres de la tarde, bajo una canícula picante, arrimaron al lugar dos solitarios policías de a pie. Miraron con curiosidad y a respetuosa distancia las piezas encontradas, entrevistaron a los obreros y se marcharon apresuradamente a la media hora, no sin antes recomendar que le echaran una lona o plástico al hallazgo y que no se moviera nada hasta que ellos volvieran con un juez de instrucción. Uno de los obreros tendió en el lugar un plástico verde, que bajo el sol brillaba como un pequeño mar.

El espanto de la primera noche después de la catástrofe hizo que el tema del esqueleto pasara a segundo plano. Sin energía y sin agua, las tinieblas llegaron temprano, en medio de las replicas que hacían crujir las paredes y que les recordaban a todos el pánico de esa mañana. Nadie durmió. Todos los vecinos sacaron colchones, muebles, alfombras y cuanta cosa pudiera servir de cama, y se acomodaron en los andenes y en la misma calle a pasar la noche. Hacia las nueve o diez se fueron apagando los cuchicheos apagados de las conversaciones y un silencio interminable se apoderó de todo y de todos, el cual solo se interrumpía cuando un nuevo temblor movía la tierra. Entonces, se alzaban murmullos de miedo, de llanto o de rezos, que de a poco se iban apagando nuevamente. Las patrullas del ejercito que vigilaban para prevenir los saqueos aparecían de vez en cuando en las esquinas, como fantasmas, y arrojaban los haces de luz de sus linternas sobre los bultos tendidos, pero solo el brillo del miedo en los ojos abiertos los reflejaban. Fue una noche eterna.

(Continuará)

1.11.05

"NO ES QUE DEL MICO VENGAMOS...

... sino que para mico vamos” dice un conocido refrán de estas tierras. Y me viene como anillo al dedo para iniciar estas líneas sobre un tema al que se han venido refiriendo con cierta frecuencia en varios blogs que leo cotidianamente: La evolución, como olimpo científico, que coloca al hombre en la cúspide de su individualidad, como dueño de su destino y, esencialmente, libre de cualquier creencia en un Supremo Creador.

Y aunque este tema me venía persiguiendo, o mejor, acosando, la excusa perfecta me la ha dado la noticia del 30 de septiembre, sobre algo sorprendente: Los gorilas, esos primos despreciados de los que se encuentran convencidos de provenir de los primates, usan herramientas!!! Sí, señor, o como lo diría el difunto Super Agente 86, no me lo van a creer, jefes, pero es así. La noticia reveló un video donde se ve a una hembra utilizar un utensilio para medir la profundidad de un río antes de cruzarlo y a otro ejemplar que usa una herramienta un poco mas sofisticada, hecha con ramas de árboles.

¿Cómo puede ser esto? Porque se trataría de gorilas salvajes, completamente alejados de cualquier enclave de civilización humana, como para decir que hacen tales cosas por imitación. Pero, ¿acaso no se ha dicho que la principal hipótesis de la teoría evolucionista es que la rama simiesca estrato uno de los primates (chimpancés, gorilas y demás) era una rama trunca en la escala evolutiva y que, por ende, se diferenciaba de los humanos en que sus atrofiados cerebros no les permitían la habilidad de construir y utilizar herramientas? Extraño, muy extraño. Porque además, se estableció por los científicos que elaboraron el reporte que tales habilidades se vienen transmitiendo de padres a hijos, o sea, enseñándose generacionalmente unos a otros, como en cualquier pinche colegio. O sea, que el asunto puede remontarse varios miles de años atrás. Mas raro aun.

A quienes creemos en que fue un Dios omnipotente, omnímodo y omnisciente nuestro Creador, no solo del hombre sino del universo entero y de todos los elementos y criaturas de la Tierra, no nos pasa ni por un segundo por la cabeza el embuchado de la evolución, elevada ahora por cuenta de su aparente cientificismo a ser una especie de religión, arrogante, incuestionable e intocable. Mi mente, aunque cavernaria (aunque mas cavernarios son los que se dicen evolucionados, pues de donde sino de la cavernas vinieron sus lejanos parientes) y presa en el oscurantismo, según se dice, no puede aceptar que toda la entidad humana, con sus cada vez mas sorprendentes y maravillosos mecanismos de funcionamiento biológico, según se ha ido descubriendo, y todas las demás complejas criaturas que me rodean, sea el producto de una baloto cósmico, de un chepazo insólito, perdido en la bruma de millones de años atrás.

Me niego a aceptar que soy el producto del súbito e inexplicado concubinato de dos elementos inertes, que en un azaroso chispazo, bajo las privilegiadas y excepcionales condiciones de un primitivo caldo químico, formado no se sabe como en medio del caos primigenio, produjeron el primer organismo unicelular desde el cual se formó el hombre, los animales y todo lo viviente.

Que supina ignorancia la nuestra, ¿cierto? Como dudar de una teoría científica tan irrebatible que vincula al hombre con los primates, en una época en que el gestor de la idea jamás logró ver o examinar un solo fósil, sencillamente porque ninguno se conocía entonces. Se inspiró Darwin, según dice en su obra, en el asombroso parecido del hombre moderno con los chimpancés y gorilas del África, por lo cual, muy inteligente él, planteó que ese continente había sido la cuna del hombre moderno. A nadie se le ocurrió tratarlo de racista, pese a que los hombres con los que inicialmente comparó con los primates fueron a los aborígenes africanos. Gajes del oficio, dirán sus adeptos. Lo cierto es que a partir de esta teoría, varias décadas después de la muerte del señor Darwin se vinieron a descubrir todos aquellos vestigios arqueológicos con que nos restriegan la certeza científica de la evolución del hombre a partir de la célula primaria, surgida en un universo longevo de millones de años.

Pero, ¿acaso no se ha demostrado científicamente que la Tierra tiene un origen de millones de años y que los primeros homínidos aparecieron hace 65 millones de años, por la tarde? ¿De verdad? ¿Quién demostró tales cosas? De seguro el viejo Darwin no fue. En realidad nadie ha llegado a tal certeza. Debe entenderse que la misma teoría de la evolución y todas aquellas que la apuntalan no han sido, no lo son ni serán nunca demostradas, porque la misma naturaleza del objeto sobre el que se basan no puede ser comprobado directamente, razón por la cual se tiene que acudir a hechos o descubrimiento indirectos que, aparentemente, fundamentan la hipótesis que sustenta, a su vez, la tesis central. Así funciona el método científico. Por eso, a lo mucho, lo que puede decirse es que se ha comprobado un hecho que a su vez sirve de presupuesto para sacar una conclusión probable de un resultado remoto que nunca jamás logrará demostrarse fehacientemente. ¿O es que acaso hay testigos oculares de cuando el antepasado primate se bajó del árbol o de cuando se irguió sobre sus dos patas? ¿O hay fotografías del cumpleaños del hombre de Cro-Magnon? Nada de eso.

Un ejemplo. Se afirma por los evolucionistas que es un hecho indiscutible que la Tierra tiene millones de años, contrario a lo establecido en la Biblia, que fecha su origen en un máximo de 10.000 años. Esta longevidad se necesita para explicar que la ameba se convirtió en hombre. La datación de la edad geológica y de los mismos fósiles se basa en técnicas como la radiometria, la cual tiene los siguientes problemitas: Los fósiles casi nunca son fechados por métodos radiométricos, ya que muy pocas veces contienen elementos radioactivos utilizables, de modo que lo que se hace es tomar la fecha de una roca volcánica que esté vinculada con el fósil. Esto hace que el dato dependa de tres suposiciones esenciales: 1. Cuántos átomos radioactivos en relación a los átomos hijos radiogenéticos (derivados por la descomposición radioactiva de otro elemento) había en la roca cuando fue formada. 2. Después de endurecer, la roca debe de quedarse como un sistema cerrado sin que ningún átomo sea añadido o quitado de la roca por influencias externas como las aguas subterráneas. 3. El grado de descomposición radioactiva debe de mantenerse constante. Si alguna de estas suposiciones falla, entonces la técnica falla y cualquier ‘fecha’ dada es falsa. Como nadie estuvo para observar la formación y la existencia continua de la mayoría de las rocas volcánicas, es imposible saber si alguna de estas suposiciones no ha sido quebrantada. Aún más, estos métodos han sido probados en rocas volcánicas de edad conocida alrededor del mundo con resultados equivocados. Por ejemplo, las rocas observadas en la explosión reciente en el Monte St.Helens (EE.UU.) fueron fechadas con edades de ¡340,000 a 2.8 millones de años! Claramente hay fallas serias en los métodos de fechación radiométricos.

Y los saltos evolutivos? Del llamado ancestro del hombre, que se dató con el cuestionable método ya mencionado, se dice que surgió hace 12 millones de años. Después, entre los 8 y los 5 millones de años ningún rastro se tiene. Que vaina, cómo pasa el tiempo. Y en un estadio situado entre los 5 millones de años y los 3 millones 750 mil años, por la mañana, aparecen los homínidos, de donde se considera surgió el hombre moderno. ¿Qué pasó en estos interregnos de tiempo? Averígüelo Vargas, pero la verdad es que en tan dilatado tiempo cualquier cosa pudo pasar. La verdad es que todas estas criaturas son animales extintos hace unos miles de años, de los que se dice son antepasados nuestros porque usaban herramientas y enterraban a sus muertos. Las pruebas: Unas huellas de tres pisadas misteriosas en Tanzania y los restos fósiles de una flor junto a un hueso en una cueva perdida del África. Lo puedo resumir así: Hoy me encontré el esqueleto de un pollo y mañana me encuentro el de un águila, entonces, como comparten alas y pico, puedo concluir que el pollo evolucionó en águila. Y como al lado del pollo encontré las llaves de un carro, entonces colijo que las águilas sabían manejar carro. Tan bueno el cuento.

Diría que en realidad lo que Darwin le dio al mundo no fue tanto una teoría, sino una excusa perfecta para renegar de Dios, al darle al hombre el arma que requería, en forma de una idea filosófica más que científica, para sublimar su egocéntrica rebeldía al proclamarse producto de la materia evolucionada y no de un Arquitecto universal. Que bueno zafarse de ese molesto Dios que le dice a uno que respete la vida de su semejante, cuando uno necesita la guerra y la violencia para dominar a otros. Que conveniente sacudirse de encima a ese insufrible Dios que le prohíbe acostarse con otro o con otra porque le debe fidelidad a su cónyuge, siendo que uno quiere es un coto de caza sexual. Que oportuno eximirse de obedecer al Dios que le ordena amar a su prójimo, cuando lo que uno necesita es oprimirlo, explotarlo o utilizarlo en provecho propio.

Si eliminamos a Dios como creador, negándolo o convirtiéndolo en un simple fetiche, en un rito, en una filosofía, en un curso de yoga o de relajación o en un discurso político, entonces podemos propiciarnos nuestra propia moral, incluso individual, a la talla de cada cual, dónde soy mi propio juez y mi propio legislador, moral esta cuyas fronteras puedo correr cada vez que me incomodan o que choquen con mis gustos, mis placeres o mi real gana, simplemente.

Sin embargo, el hombre moderno no es libre porque haya descubierto su supuesto origen lejos de Dios, sino porque ese mismo Dios creador lo dotó de inteligencia y libre albedrío, incluso, para que pudiendo escoger lo bueno, eligiera lo malo. ¿Por qué será, pregunto aquí, que nadie a quien le hayan explicado y convencido de la dichosa teoría evolucionista puede decir que a partir de ese momento su vida cambió y se sintió una mejor persona porque se dio cuenta que provenía de un simio? ¿Cómo no sentirse uno vacío, sin metas trascendentes mas allá de lo natural y lo material, si no se reconoce a si mismo como el producto excelso de un Creador inteligente que lo equipó, además de un organismo privilegiado, con un alma sobrenatural y un propósito de vida eterna? ¿Por qué, si de verdad tenemos tal creencia, nos quejamos del caos social, la violencia sin fronteras morales y la brutalidad humana, pruebas de lo cual encontramos todos los días, siendo que somos el producto cárnico y materialmente desarrollado de una ameba que se dio vida a si misma desde el caos? ¿Qué tipo de espíritu puede morar en el hombre si se considera como simple espécimen de una rama superdesarrollada de la familia de un animal primitivo como los primates, cuya vertiente actual aun vive en árboles, no posee mayores habilidades y no tiene la capacidad de pensar, sentir y actuar bajo un concepto elemental de conciencia?

Por todas estas cosas se tiene la idea de que los creyentes en un Dios creador somos ignorantes, anticientíficos y sectarios. Incluso, fanáticos y fundamentalistas. ¿Me faltará algún piropo? No me preocupa, porque seguramente habrá quien lo aporte. Pero sigamos. Pareciese entonces que los hombre se ciencia jugarían únicamente en el equipo de los evolucionados. Sobre este prejuicio, no hablaría por mí, obviamente, pero puedo nombrar aquí a varios científicos y pensadores modernos perfectamente creyentes de la Creación y que ciertamente están muy lejos de ser los tarados que se piensa: En la Física: Newton, Faraday, Maxwell, Kelvin; en la Química: Boyle, Dalton, Ramsay; en la Biología: Ray, Linnaeus, Mendel, Pasteur, Virchow, Agassiz; en la Geología: Steno, Woodward, Brewster, Buckland, Cuvier; en la Astronomía: Copérnico, Galileo, Kepler, Herschel, Maunder; en las Matemáticas: Pascal, Leibnitz, entre otros. Incluso el líder del grupo pionero en la investigación del genoma humano, cuyo nombre se me escapa, es un cristiano creyente y practicante.

Ahora, cuestionados por la ciencia y la tecnología, se nos pide que probemos por medios científicos la existencia de Dios o la Creación del hombre. ¿Por qué? En primer lugar, los hechos en que se funda mi fe están clarísimos en la Biblia, cuya escritura sobrepasa en miles de años la edad del libro de ciencia mas remoto que se conoce. En segundo lugar, sobre los mismos hechos científicamente probados puedo dar explicaciones tan validas como las evolutivas, incluso mas coherentes, porque tales “hechos” nada prueban por si mismo sin la especulación “científica” que los acompaña. Si quienes se autotitulan científicos son los que me cuestionan bajo sus premisas, entonces son ellos los que tienen la carga de probar lo que dicen. Después de tantos años de la misma cantaleta, seguimos esperando las pruebas inequívocas. Por tanto, no necesito de teorías reforzadas como la del Diseño Inteligente y otras similares. No tengo la intención de igualar al Dios Todopoderoso en el que creo con un simio, solo porque me aseguran que la ciencia probó algo que se que es imposible de probar. Y si se trata de escoger para mi vida probabilidades, ya me apunté con la ganadora, porque es eterna e inalterable, lejos del alcance de los devaneos de la arrogancia científica.

Creo, eso sí, en la evolución cultural del hombre. La mente humana fue diseñada para evolucionar en su pensamiento, para idear, para crear, para sojuzgar con inteligencia la naturaleza creada. Incluso es un mandato divino. Y de dicha evolución, han surgido los viajes estelares, el Internet, la ingeniería genética y otras maravillas del pensamiento. Esto, antes que mostrarme una relación parental con los simios, lo que en verdad me confirma es que fui creado a imagen y semejanza de un Ser Supremo inteligente y sabio.

De todas maneras produce tristeza que el ser humano, pudiendo proclamarse como hijo del Dios Omnipotente, se declare nieto de un simio y que, por lo mismo, pudiendo reclamar raíces celestiales en su árbol genealógico se conforme con colgar de la cola a sus antepasados desde una improbada e improbable rama proveniente de una ameba.

No me cabe duda de que no somos simios, pero nos hemos empeñado por todos los medíos en parecernos a ellos cada vez mas, con el perdón de los simios, por supuesto.

LA CASA VACIA

La casa yace, yace sin remedio, fantasma de sí misma, yace, yace, la casa pasa por sus vidrios rotos, penetra al comedor que está hec...