26.7.05

"LOS MUERTOS QUE VOS MATAÍS...

... gozan de buena salud”, recita el verso del romancero español. Y esta rima se torna mas que precisa para aplicársela a la justicia colombiana. Así lo destaca el columnista Francisco Lloreda en El País cuando afirma que lo que hace el sistema judicial muchas veces es atropellar a los ciudadanos, al referirse a las noticias de la última semana acerca de dos casos en los cuales un hombre fue condenado injustamente a 43 años, de los cuales pagó un año, y otro estuvo preso por mas de once años por un crimen que nunca cometió.

Los errores judiciales son un defecto endémico de todo sistema de justicia. No es, pues, un mal colombiano exclusivamente. Todos hemos leído acerca de famosos casos judiciales que se resolvieron muchos años después, gracias a pruebas analizadas o acopiadas tardíamente, que permitieron que se reconociera la inocencia de hombres y mujeres encarcelados de manera injusta.

En Estados Unidos es tema inveterado el caso de Sacco y Vanzetti, ajusticiados en la silla eléctrica por asesinato en 1.927, siendo que después se supo que eran inocentes, tal como ellos lo alegaron hasta el ultimo minuto de sus vidas. Solo 50 años después se les declaró inocentes y se pidió perdón a sus familias por el gobernador de Massachussets de ese entonces. Tambien fue celebre el caso del ex boxeador “Huracán” Carter, que fue tema de una reciente película protagonizada por Denzel Washington. Últimamente, con la modernización de las técnicas forenses y en especial, con el auge de la prueba del ADN, son liberados con frecuencia reos encarcelados por errores judiciales.

El país recuerda que en el caso Galán, que se puso de moda nuevamente gracias a la vinculación de Alberto Santofimio como nuevo sindicado, tuvo tantos bandazos erráticos en los albores de la investigación que varias personas inocentes fueron capturadas, mostradas por los medios a todos el país y procesadas como participes de una conspiración para matar al candidato. Después resultó toda una febril y acomodada versión de los investigadores, a cuya cabeza estaba el General Maza y un oscuro coronel Peláez, que jamás fueron capaces de reconocer públicamente sus errores o su mala fe. Uno de los acusados murió poco después sin haber recibido resarcimiento ni moral ni patrimonial por los enormes perjuicios que le causó el sistema judicial a su vida y a su familia.

La reciente judicialización de un importante directivo del DAS por inventarse atentados contra el presidente Álvaro Uribe para promoverse laboralmente debe alertar a la justicia acerca de todas esas investigaciones que este organismo oficial pudo haber promovido de cierto tiempo para acá, pues no cabe duda de que el citado personaje no debió ser el único con ganas de ganar prebendas con informes e investigaciones chimbas que, a la larga, pueden generar detenciones y condenas de personas inocentes.

Las causas para que estas situaciones se presenten son múltiples y variadas, y van desde problemas estructurales del mismo sistema judicial (deficientes técnicas de investigación, poca preparación y actualización de los funcionarios judiciales, venalidad y corrupción, mediocridad en la enseñanza del derecho penal, etc.) hasta causas exógenas al mismo, pero que influyen poderosamente en la tendencia de los fallos y el tratamiento de los delitos. Así, por ejemplo, fenómenos sociales como el racismo, la intolerancia religiosa, la persecución política, entre otros, permean el aparato judicial y generan fallos sumarios, sesgados y arbitrarios que, consecuentemente, ocasionan condenas injustas.

En el país hizo carrera hace algún tiempo exigir a los fiscales una cierta cuota mínima de resoluciones acusatorias para efectos de medir su desempeño. Algo así como una tarifa de acusaciones por año, lo que generó una avalancha de procesos penales de todo orden, lo que a su vez atosigó los juzgados y ocasionó prolongados tiempo de detención de personas que finalmente eran declaradas inocentes o no podían ser condenadas por las deficientes pruebas aportadas por la Fiscalía. Muchos de los casos que ahora se conocen son producto de esa infausta y poco conocida practica judicial.

En todo caso, aunque la infalibilidad en estas materias no existe, es deber del Estado tratar de reducir al mínimo posible la existencia de errores judiciales, pues, como lo predicó el legendario penalista italiano Malatesta desde hace casi un siglo, causa mas zozobra social un culpable en libertad que un inocente condenado, porque en este ultimo caso no solo se fomenta la impunidad para quien cometió realmente el delito, dejándole libre para continuar sus fechorías, sino que se envía el mensaje al resto de la comunidad de que cualquiera puede ser victima del sistema judicial aun siendo inocente, creando desconfianza y temor hacia las instituciones judiciales, que precisan todo lo contrario del resto de la sociedad para su supervivencia y credibilidad.

A todas estas, recuerdo de mis años de estudiante de derecho la curiosa y verídica historia de cierto personaje de Popayán, muy conocido no solo por su genial repentismo, sino tambien por su desmedido apego a la botella, quien, en medio de alguna de sus fenomenales borracheras, atinó a quedarse dormido en un potrero cercano al cementerio de la ciudad. Resultó que a pocos metros una persona fue asaltada y muerta a cuchillo. Al día siguiente, cuando la policía acudió al lugar del crimen lo halló aun dormido cerca al cadáver, por lo que lo detuvo acusándolo de haber perpetrado el crimen. Llevado ante el juez de instrucción, el reo escuchó con tranquilidad la lectura de los cargos y cuando se le permitió hablar, alegó lo siguiente: “De modo, Señor Juez, que si por desgracia me hubiese quedado dormido en pleno cementerio, todos esos muertos me los achacarían a mí?...” Ante el contundente argumento, el preso fue liberado de inmediato.

21.7.05

BAÑO DE HOMBRES


En atención al servicio comunitario que es obligatorio para todo blogger, según se me ha dicho, hemos querido brindar la siguiente guía elemental acerca de ese aspecto sustancial gracias al cual se diferencian tajantemente los dos géneros de la especie humana: EL USO DEL BAÑO.

Digamos en primer lugar que NO EXISTE en lo absoluto ninguna semejanza entre un baño de hombres y uno de mujeres, a excepción del nombre. Por ello, cuando en esta guía de etiqueta nos refiramos al baño, deberá entenderse que aludimos exclusivamente al baño de hombres. Nada más. Aclarado este punto, anotemos las siguientes pautas de comportamiento:

· A un baño de hombres solo deben entrar hombres. Aunque parezca perogrullada, es necesaria la aclaración no solo por la detestable moda de los baños unisex, sino porque algunos equívocos ejemplares (léase metro, homo, bi, tri, etc.) acostumbran merodear a veces tan respetable lugar, incomodando a los asistentes con ciertas miradas voraces que impiden el derecho fundamental a mear tranquilo. O sino, ensaye a hacerlo bajo la mirada de halcón palomero de algunos de estos personajes.

· En un baño de hombres respetable se guarda estricto silencio, que solo puede ser perturbado por el sonido del chorro masculino y de la descarga del orinal o sanitario. En ningún baño de estos se permite a conversar o a hacer tertulia, razón por la cual en algunas partes del mundo civilizado se ha autorizado el cobro de multas severas para el hombre que se atreva a entablar conversación con otro, y hasta existen penas de cárcel cuando se atreva a intentarlo cuando el otro se encuentre en la delicada maniobra de orinar. En nuestro país cursa actualmente un proyecto de ley en ese sentido con ponencia del senador Moreno Descaro del movimiento “Por Favor Dejen Mear al Moreno”.

· Ningún hombre debe entrar acompañado al baño, ni mucho menos invitar a otro hombre a que lo acompañe. Si por alguna razón deba entrar acompañado, una vez adentro del recinto cada uno de los acompañantes deberá buscar en silencio su respectivo lugar y abandonarlo después con el mismo respetuoso silencio con el que entró.

· Ningún baño de hombres civilizado debe tener olores extraños como ambientadores, perfumes, lociones, etc. En dicho lugar solo debe imperar el aroma natural de las funciones fisiológicas que allí se llevan a cabo, el cual debe fluir y esparcirse con libertad para el disfrute de los visitantes.
· En ningún baño de hombres deben existir elementos tales como rollos enteros de papel higiénico, toallas limpias o semejantes. En el caso de quienes acuden a ejercer el acto urinario estos deberán secarse las manos, sea que se las hallan lavado en el lavamanos o directamente en el orinal, acudiendo a su libre imaginación, para lo cual sugerimos la parte trasera del pantalón, el interior de los bolsillos o el borde de las medias. Debe saberse que esta practica permite la mezcla exótica e inigualable del olor corporal, la loción y los residuos de los dedos que, según se ha estudiado, ejerce una influencia afrodisíaca en el sexo opuesto. Recuérdese que los llamados secamanos son simples elementos decorativos o publicitarios, que esperamos entren a funcionar como debe ser hacia la mitad del presente milenio.

· En el caso de que el visitante tenga que realizar función fisiológica distinta a la urinaria, debe tener bien claro que en los baños de hombres se ha dispuesto con milimétrica precisión que en el rollo de papel higiénico solo existan los cincuenta centímetros de rigor, razón por la cual puede acometerse la limpieza correspondiente a través de la técnica japonesa del origami o mediante el método ecológico, que consiste en el aprovechamiento intensivo del cartón del rollo. Por eso es aconsejable a quien necesite realizar este menester que se acopie de su respectiva revista, periódico o folleto publicitario. No se aconsejan elementos cortopunzantes como, por ejemplo, una boleta de cine, no solo porque puede necesitarla para entrar a la película, sino porque puede causar profundas lesiones corporales, algunas irreversibles.

· Las normas de etiqueta de estos respetables lugares imponen elemental recato en los visitantes. Por ello, quien micciona en orinal deberá dirigir su mirada siempre al frente o, preferiblemente, al elemento eyector para darle la adecuada dirección al chorro, a fin de evitar salpicaduras propias y ajenas. En ningún caso debe mirar a los lados, menos cuando existen otras personas, pues en todo caso debe conservarse el anonimato entre los concurrentes. Una vez terminada la faena, la limpieza debe hacerse a través de sacudidas secas y vigorosas, de arriba abajo, nunca hacia los lados, ni en numero superior a tres, máximo cuatro, para evitar incómodos comentarios posteriores sobre la vida sexual de dicha persona.

· Finalmente, todo visitante de un baño de hombres debe evitar en lo posible comentar a su mujer, novia o compañera ningún detalle de lo ocurrido en este lugar, so pena de violar el juramento secreto que siempre se hace al ingresar, tanto en lo realizado por dicha persona como lo que vio realizar a otros. Así que si alguna fémina se encuentra leyendo este blog, debe ser advertida de estarse apropiando de información clasificada, que puede ocasionarle severas sanciones en caso de divulgarla entre sus amigas.

P. D. Fotográfica: Fuente Cali es Cali

19.7.05

NIÑOS SUICIDAS

Era una niña rubia y de ojos azules y tristes. Ese domingo, después de la iglesia, subió al segundo piso de su casa del barrio Terrón Colorado y se encerró en su cuarto, como casi siempre lo hacia. Nadie la oyó hablar, llorar o quejarse. Pero algo terrible debió pasarle, porque a las seis de la tarde su hermano mayor la encontró colgada del cuello. Bajo sus pequeños pies colgantes sus zapatos brillantes se hallaban perfectamente ordenados, junto a la pequeña silla, ahora derribada, que utilizó para su propósito mortal.

El pequeño Álvaro, contaba el periódico El País, también se ahorcó de una viga en su humilde casa campesina, en una zona rural cercana a Cali. En este caso, tambien su hermano mayor fue quien encontró la terrible escena. “Fue algo muy horrible encontrar así a mi hermano”, declaró. Álvaro tenia 13 años de edad y la niña suicida de nuestra historia, solo diez.

En realidad, algo hondamente perturbador y maligno debe estar ocurriendo dentro de una sociedad en la cual sus niños prefieran quitarse la vida antes que seguir viviendo. Nada puede explicar satisfactoriamente estos tristes hechos, precisamente porque son los niños los abanderados del deseo de vivir, del ansia diaria de devorar los días con alegría, con esperanza, con una mente despreocupada y vital en donde la idea de la muerte no tiene cabida, muchos menos el impulso de quitarse la existencia con sus propias manos.

Si bien la muerte autoinflingida, por si sola, produce conmoción, pues suprimir por sí mismo algo tan arraigado en el espíritu de las personas, como es el deseo de vivir, no es fácilmente entendible, el suicidio de niños es doblemente desconcertante. ¿Qué les hemos hecho a esos niños para arrojarlos a tan desesperada decisión? ¿Qué tipo de mundo, o de sociedad, o de familia, hemos construido a su alrededor que los hace ansiar la muerte antes que la vida? Estas preguntas probablemente no tengan respuestas. O lo que es peor, tal vez las respuestas sean tan aberrantes que sencillamente no queremos, ni como individuos ni como comunidad, examinar las causas de fondo de esta situación.

Sicólogos, analistas, terapeutas, sociólogos y hasta criminalistas, todos tienen teorías e hipótesis que pretenden explicar este fenómeno. Muchos hemos oído o leido estas diatribas, a veces tan elaboradas que se pierden en su propia retórica. Los demás, la inmensa mayoría, descubren culpables a priori en su entorno familiar, señalando abusos físicos y afectivos, abandono, etc. Sin embargo, en realidad, todos acallamos nuestra conciencia ante esas pequeñas tumbas acudiendo al facilismo de señalar, siempre señalar, a otros como culpables, a estirar ese largo y sucio dedo enjuiciador para alejar a toda prisa la culpa y la responsabilidad que nos cabe cada vez que un niño o una niña decide quitarse la vida.

Por supuesto, no es un fenómeno exclusivo de esta comarca. Recuerdo haber leído hace unos dos años, con profundo horror e indignación, una noticia sepultada en el profuso despliegue de la prensa nacional sobre el reinado de Cartagena, acerca de una niña de once años que, en esa misma ciudad precisamente, había envenenado a su hermanita de ocho años y después habría ingerido el mismo veneno para ratas, desesperada por el abandono de ambos padres y por verse abrumada, a tan corta edad, con la inmensa responsabilidad de sostener a su hermanita y a ella misma. El asunto pasó tan desapercibido que, sin exagerar, creo ser yo la única persona que recuerda esa desoladora historia, y solo viene a mi memoria ahora cuando escribo estas líneas.

Me pregunto qué podemos hacer los ciudadanos del común sobre este tema. Quizás proponernos ser mejores padres, más amorosos, con mas tiempo para nuestros hijos. O quizás, dar mas monedas en los semáforos. No sé. Es un asunto tan particularmente doloroso que toda palabra y todo propósito parecen insuficientes y huecos.

Lo que sí pude hacer algunas noches atrás fue ir furtivamente al cuarto en donde mis pequeñas hijas duermen, con su sueño placido e inocente, y allí doblar mis rodillas para orar en silencio al Creador, pidiendo su misericordia para todos nosotros y paz en la tumba de todos esos niños suicidas.

15.7.05

REGGEATON: ESTAFA MUSICAL

A muchos de los miles de caleños que acudieron a los teatros de la ciudad para ver la película El Rey los cobijó una idéntica sensación de nostalgia cuando oyeron el portentoso ritmo del piano de Richie Ray y la voz vibrante de Bobbie Cruz cantando al comienzo de la cinta: “Oigo una voz que me dice agúzate, que te están velando...”.

Sí, leyeron bien, nostalgia, aunque el asunto suene raro en una ciudad cuya fama por décadas fue la de ser “Capital Mundial de la Salsa” y cuna de eximios bailarines, como la legendaria Amparo Arrebato, inmortalizada por el mismo Richie Ray (“Amparo arrebato la llaman siempre que la ven pasar, esa negra tiene fama de Colombia a Panamá...”) o el genial Watusi, y muchos mas, que deleitaban los ojos de los melómanos que, entre admirativos y envidiosos, los veían pasearse por las pistas de las discotecas salseras de Cali con su cadencioso, acrobático y elaborado baile.

La Calle 5ª y la Avenida Sexta marcaban la pauta de ese ritmo contagioso, de congas y bongoes tronando, de trompetas vibrantes, de pianos que retumbaban y timbales que salpicaban la noche, en esa locura de los sentidos llamada salsa. Las discotecas más famosas (El escondite, El Séptimo Cielo, La Jirafa, Village Game, etc.), apiñadas en dos o tres cuadras, dejaban escapar intencionalmente por sus puertas abiertas los acordes del Gran Combo, de la Ponceña, de Tito Puente y su timbal, en un collage de maravillas auditivas que hacían hervir la sangre de hombres y mujeres, que hacían largas colas para diputarse una minúscula mesa y arrojarse al torbellino embriagante del baile.

Pero no era solo el ritmo lo fascinante, sino aquellas letras, cortas y sencillas, que cálidamente transmitían al bailador todo el sabor caribeño, invitando al soneo y a la improvisación después del estribillo pegajoso. “Dónde estará, dónde estará la melodía...” entonaban las voces al unísono con Henry Fiol, mientras los pies de los danzantes se entrelazaban, se separaban, para volverse a juntar en parábolas alucinantes, acompasados los cuerpos, ceñidas la cinturas, entrelazados los alientos...

Triste noticia: Tambien esto se ha perdido en Cali. Primero, fue la invasión del merengue dominicano que, bueno, al menos tenía la afinidad del tumbao del Caribe y compartía ciertas raíces antillanas con la salsa. Después, fue el influjo del detestable vallenato lloricón y almibarado que nos llegó por acá y que nada tiene que ver con los vigorosos y sabrosos acordes de las canciones de Bovea y sus vallenatos, Escalona o Alejo Durán.

Ahora ha surgido, para horror de los horrores, un “genero” musical, mezcla de rap y percusión afrolatina, que no se canta sino que se discursea, como dando una razón de mala gana, en una copia floja del gang americano, aunque de ritmo empalagoso, llamado Reggeaton. Sus letras se distinguen especialmente por echar al aire impúdicamente una serie de parrafadas sin sentido en las cuales solo el sexo morboso y la denigración extrema de la mujer parecen tener cabida.

Es el “perreo”, en alusión a la posición sexual de los caninos, la forma como se baila este ritmo. Consiste el paso más común en que la mujer se dobla hacia adelante en un ángulo de 45º grados, juntando su nalgatorio con el área genital del hombre, para contonearse la pareja, imitando con movimientos lascivos y burdos una relación sexual. ¡Que maravilla! No se logra uno imaginar bailando así con alguna mujer decente en una fiesta familiar, o con una tía o con una hermana, ni mucho menos susurrarle a un delicado oído femenino las grotescas letras que acompañan este deplorable baile.

Y las emisoras musicales, esas embaucadoras profesionales, repiten esta penosa y mal llamada música todo el día, llevándoles a los jóvenes tan peligroso mensaje bajo el deleznable pretexto de ser el ritmo de moda y que por eso, solo por eso, se puede difundir hasta el cansancio. Es una estafa musical, ni más ni menos. En un envoltorio de percusión atractiva y simplona les venden un explosivo paquete de patanería, grosería, incitación sexual e irrespeto a la mujer, que los muchachos, mayoritariamente pertenecientes a las clases mas pauperizadas, repiten incesantemente como estribillos que les calan las mentes y, de alguna forma, los incita a hacerlos realidad, porque como declaró un dudoso discjockey local, “... lo importante es gozarse el perreo...”.

El domingo pasado el periódico El País publicó un articulo según el cual varios jóvenes de entre 17 y 20 años, escandalizados y aburridos con el dichoso Reggeaton, promovían una campaña entre los estudiantes de los colegios de la ciudad para que rechazaran este tipo de música, principalmente por la letra de sus canciones, y para que retornaran al gusto por la salsa. Gracias a esta noticia, muchos caleños suspiramos con alivio: Al fin alguien de esta nueva generación hablaba con sensatez y nos devolvía la esperanza.

Y entre suspiro y suspiro, como un eco lejano, nos pareció escuchar a Héctor Lavoe que, redimido del oscuro y lejano rincón al que ha sido relegado con muchos otros míticos artistas de la salsa, cantaba con su voz de bacán: “Mi gente, la más linda de este mundo, siempre me ha hecho sentir un orgullo profundo...”.

¡Qué viva la salsa!

13.7.05

EL SINDROME DE DORIAN GRAY

Las conversaciones en casi todos los lugares de esta ciudad giran por esta época en torno al deplorable estado físico de abandono en que se haya sumida la otrora llamada “Sucursal del Cielo”.

Sus avenidas centrales, polvorientas; las calles, resquebrajadas y plagadas de huecos; los separadores y zonas verdes, plenos de maleza y de árboles moribundos o maltratados; los edificios, descascarados; las zonas del centro, llenas de basura; los semáforos continuamente dañados. En fin, es un inventario largo y lamentable que ha tornado a Cali, la verdad sea dicha, en una ciudad fea, realmente fea.

Es indudable que la ciudad ha sufrido un proceso de franco deterioro en casi todos sus aspectos urbanísticos desde hace unos diez o quince años hacia atrás, proceso este frente al cual el ciudadano común se ha visto sorprendido y, por ahora, impotente. De las autoridades solo se recibe la inmodificable letanía de que es culpa de las anteriores administraciones, de la crisis fiscal de la ciudad, de la voracidad de los bancos y sigue un largo etcétera. Pero de soluciones, nada se oye y menos se ve.

¿A que se debe esta triste metamorfosis? Los factores pueden ser muchos y bastante complejos de explicar en esta líneas, pero existe una causa que sobresale entre todas: Un deterioro social y moral avasallante, que tiene repercusión e imagen en el físico. Prácticamente desde el comienzo del fenómeno del narcotráfico y del auge y caída del proverbial Cartel de Cali, hacia finales de los 80 y medianos de los 90, la ciudad perdió esa ansia alegre e innata en el caleño por la vida, ese ritmo pausado pero firme de progreso, todo lo cual cambió para darle paso al ambiente frenético, desdeñoso y violento de los nuevos ricos, cuya nueva generacion ahora padecemos.

Desde allí las tasas de homicidios y de actos violentos subieron como la espuma y no se han podido hacer disminuir significativamente hasta ahora, a pesar de las crecientes medidas coercitivas y de los gritos de jubilo del alcalde Apolinar Salcedo que, por estos días, echa al viento las campanas para anunciar el gran logro de que ya no matan a 10 caleños, sino a 7 diariamente. Sin embargo, las estadísticas oficiales se cuidan bien de mostrar que las lesiones personales, el atraco callejero, la extorsión a pequeña escala, y todos esas pequeñas delincuencias que agobian y desesperan, no han cedido y que, por el contrario, cabalgan sin freno hacia niveles nunca antes vistos.

Pareciera que toda esta situación se reflejara en el aspecto físico de Cali. Así como es natural hallar miseria en la casa del miserable, lo mismo se aprecia en una ciudad en donde sus ciudadanos se encuentran inermes y abatidos por el peso de una realidad azarosa respecto de la cual, alcalde tras alcalde, administración tras administración, muestran una evidente incapacidad o indolencia para cambiarla, para insuflarle vida al espíritu ciudadano, trayendo mas motivos de frustración y rabia al común de sus habitantes.

Mientras tales cosas dolorosamente se nos muestran a los caleños todos los días, no puede evitarse evocar aquí al atormentado personaje de la clásica novela de Oscar Wilde “El Retrato de Dorian Gray”, quien, segun se cuenta, podía ver reflejado en su retrato, paulatina e inexorablemente, la retorcida y horrenda transformación de su alma. Tal vez, como dicho personaje literario, lo que vemos en Cali realmente es el reflejo del alma tortuosa de una ciudad que lentamente se ha ido transformando, por acción u omisión de todos los que aquí vivimos, en algo inmostrable y vergonzoso.

6.7.05

UN PAIS DE GUEVONES

La guevonología es aquella desconocida pero certera ciencia que se ocupa, en sus ratos libres, de estudiar el comportamiento, las costumbres, la idiosincrasia, la cultura y otros aspectos de los guevones que habitan un determinado territorio. Esta ciencia, que algunos guevones insisten en llamar técnica, es la que hoy nos permite establecer de una manera seria y científica que Colombia es, sin lugar a dudas, un país de guevones.

A esta insigne ciencia han contribuido, para enriquecerla y profundizarla, muchas otras ciencias, técnicas, culturas o artes, que constantemente permiten engrosar el conjunto de guevones objeto del análisis científico. Por tanto, reseñaremos algunos de estos elementos, con su precisa contribución:

El Pueblo: Este ha sido el mas destacado y constante aportante a la guevonologia, a través de la utilización masiva del termino guevon en sus diversas acepciones. Así, por ejemplo, tenemos que hoy por hoy existen diversas categorías de guevones que desempeñan variados usos y costumbres, a saber: Punto de referencia espacial (Ves a ese guevon que está allá parado, la panadería queda al frente), referente socio-económico (Ese es mucho guevon pa tener tanta plata), referente sentimental (Mirá esa pelada andando con semejante guevon), referente cariñoso (Yo a este guevon lo adoro, hic) o referente despectivo (Eh, pero vos si sos mucho guevon, no), entre otros. Tambien se utiliza como prefijo (Que guevon tan pendejo, tan bobo, tan cansón, tan de buenas, etc.) o como calificativo personal admirativo (No me crean tan guevon...).

La Política: Si hay una actividad altamente productiva de guevones es esta, principalmente en el lado de los que votan cada tres o cuatro años para que un político que los ha engañado y no les ha cumplido ni una, vuelva a ser elegido una y otra vez por miles y hasta millones de guevones, lo cual ha sido calificado por la guevonologia como el máximo grado de aberración. Por estos días, hay en el país un pobre guevon que se le midió a tratar de enderezar este despelote de país, pero una tanda de guevones políticos, que nunca habían hecho nada antes, se la pasan tratándolo de guevon, siendo que todos nos damos cuenta que mas guevones son ellos.
El deporte: Esta actividad, en especial el fútbol, ha creado una nueva especie de guevon, especialmente virulenta y sufrida, surgida de esos que andan detrás de un equipo que los ha cogido de guevones a ilusionarlos cada seis meses con el campeonato para salirles al final con puras guevonadas. Y cuando no ganan, salen a darse en la jeta con otros guevones mas aburridos que ellos. La selección colombiana, por ejemplo, en un equipo de doce guevones (incluyendo al técnico) que ha logrado masificar al extremo la producción de guevones que cada tres años se sientan al frente de un televisor dizque a verla clasificar al mundial o a ganarle a Brasil, para terminar inevitablemente después sintiéndose los guevones mas grandes del planeta.

La economia: Tambien esta ciencia ha hecho un aporte importante. El principal abanderado es el guevon Ministro de Hacienda, que nos ha cogido de guevones a todos a meternos el cuento de que todo va bien, así estemos en la inopia, o que la gasolina, aunque suba a diario, está más barata que en E.U. Mucho guevon tan mentiroso! El DANE tambien aporta datos muy serios de cuantos son los guevones de este país y como hacen para vivir con un salario mínimo, los muy guevones. Los bancos, por su parte, tienen la mas alta y creciente clientela de guevones que les creen el cuento de que endeudándose hasta las pestañas van a lograr realizar todos su sueños, mientras los guevones banqueros se llenan los bolsillos con la plata de todos estos guevones ilusos.

Los gringos: Estos, con el guevon del George Bush a la cabeza, han modernizado la guevonolgia a nivel nacional eeeee iiiiinternacional, pues no solo nos han cogido a nosotros sino a todo el mundo a embarcarnos en los cuentos mas guevones para justificar sus guerras y sus guevonadas. Se inventaron, por ejemplo, que el guevon del Sadam Huseein era un tirano peligroso y armado hasta los dientes, pero resultó ser el guevon mas guevon del mundo, razón por la cual los gringos quedaron como guevones ante todos los demás. Habrase visto tamaña guevonada!

La guerrilla: El guevon del Tirofijo y los demás son el producto más eximio de la guevonología nacional. Se fueron al monte hace mas de cuarenta años, los muy guevones, que dizque para tomarse el poder por las armas y ahora, llenos de narcoplata, nos tienen de guevones a todos los colombianos aterrorizándonos con su guevona guerra que no sirve para nada.

Los paras: Estos excelsos contribuyentes de la guevonología nacional nos creen bien guevones a todos, haciéndonos creer que son unos señores muy formales y sufridos, y que no tienen la culpa de la muerte y el desalojo violento de miles de guevones campesinos que se tragaron el cuento que el Estado los protege.

La tecnología: Nos han convencido que estos guevones blogs son buenísimos y leidisimos, por lo cual nos tienen de guevones escribiendo guevonadas que ningún otro guevon lee.

Que guevonada.

P.D. Fotográfica: Fuente Cali es Cali

1.7.05

LA MONJA DE BUGA

Hace algunos días un taxista, talvez compadecido por mi cara de aburrimiento, decidió amenizarme el viaje a la oficina contándome la historia macabra del espectro de una monja que por estos días, en la ciudad Buga, se encuentra dedicada a la dificilísima tarea de aterrorizar taxistas, tal vez el espécimen humano mas duro de espantar.

Me contó con tono de misterio que a un compañero suyo (siempre le sucede a alguien conocido, sino la historia no vale) unas noches atrás, a eso de las dos o tres de la madrugada, cuando se encontraba dormitando en su taxi al frente del terminal de transportes, le golpeó la ventanilla una monja, vestida con habito y todo, pidiéndole que le hiciera una carrera. Aunque extrañado de ver a tan curioso personaje a esa hora, emprendió el viaje, pero al llegar al destino pudo ver que su misteriosa pasajera había desparecido sin dejar rastro. En estado de shock, regreso al terminal a contar su curiosa historia, encontrándose con que casi a todos los taxistas que trabajan a esas horas en dicho lugar la misma monja espectral les había hecho, alguna vez, la misma visita.

Siempre me he preguntado quien es - porque alguien debe ser - el que se inventa inicialmente estas historias de espantos y fantasmas que pululan en nuestras ciudades y que ahora se denominan con el curioso nombre de “Leyendas Urbanas”. Pero, en realidad, este articulo podría titularse la monja de Tuluá, o de Popayán, o de cualquier otra ciudad, pues las leyendas urbanas son comunes en muchas ciudades del país, y creo que del mundo.

Aquí en Cali, por ejemplo, fue famoso hace unos años el relato de una aparición del mismo diablo en la pista de baile de una de las mas conocidas discotecas de Juanchito, en donde se le vio vestido de punta en blanco, seduciendo con su magistral forma de bailar a todas las mujeres del lugar, para después desaparecer ante los ojos de todos los concurrentes, dejando en el aire el inconfundible humo azufroso y una carcajada de espanto.

De todas maneras, el relato del taxista trajo a mi memoria la leyenda urbana que, en mis tiempos juveniles, contaba acerca de una mujer joven y enigmática que, según se dijo, estuvo apunto de enviar al manicomio a un amigo mío, a quien llamaré J.M., por si acaso, para evitar tutelas y otros peligros similares.

Cuenta la historia que un viernes cualquiera, a eso de las 9 o 10 de la noche, buscaba JM desesperadamente a alguien con quien enrumbarse, cuando vio desde su vehículo a una hermosa y joven mujer vestida de negro que, parada en una esquina, parecía algo perdida. Fuertemente atraído por la muchacha, se le acercó y con los requiebros de siempre, entabló una corta conversación que permitió que le aceptara una invitación a bailar. Se dirigieron a una de las discotecas de moda del norte de la ciudad, en donde se encontraron con muchos conocidos de JM, que juran hasta hoy que lo vieron acompañado de la hermosa mujer. Incluso, algunos de ellos, para mayor espanto, bailaron con la chica, aunque sin dejar de notar su inusual palidez y su escasez de palabras.

Avanzada la noche y con el calor de los tragos, JM, dando un paso audaz en su conquista, le propuso a la muchacha pasar la noche juntos, a lo cual convino la mujer con lo que era su principal rasgo personal: una sonrisa misteriosa, como de Mona Lisa, que le ahorraba palabras y enloquecía de deseo a su acompañante. Salieron juntos de la discoteca, como alguna vez lo atestiguó el portero del lugar, y se dirigieron a uno de los moteles cercanos, en donde hicieron el amor hasta el momento en que JM, vencido por los tragos y el entendible ajetreo, se quedó dormido.

La mujer lo despertó poco antes del amanecer, para decirle, con cierta angustia, que tenia que llevarla cuanto antes al mismo lugar en donde la había encontrado, y así lo hizo. Al apearse del vehículo la mujer desapareció con rapidez, en medio de las brumas del amanecer.

Avanzado el día, después de despertar en medio del lógico guayabo, JM advirtió dos cosas: Que no le había preguntado ni el nombre ni la forma de ubicar a la muchacha y que en el asiento trasero del vehículo se había quedado un saco negro que ella vestía. De inmediato, impulsado por la atracción irresistible que había despertado en él la mujer y con la excusa de devolverle el saco, se dirigió al mismo lugar en donde la había visto desaparecer unas horas antes.

Seguro de que vivía en la casa de la esquina en donde la había hallado, golpeó a la puerta. Una mujer ya anciana, con cierta similitud en sus rasgos con la acompañante de JM, lo atendió. Este le explicó la razón de su visita, pero la mujer negaba rotundamente que allí viviera otra persona diferente a ella. Sin embargo, su gestó cambió cuando JM le mostró la prenda de vestir y, con cara de asombro, se la arrebató de las manos, echándose súbitamente a llorar con sollozos incontrolables.

A estas alturas JM, desconcertado, esperó a que la mujer se calmara. Pero, lo que ella le dijo lo desconcertó aun más: Según la anciana, el saco pertenecía a su única hija de 19 años que había muerto precisamente hacia cinco años atrás, en esa misma fecha, victima de una súbita enfermedad. Intrigado al extremo, JM le pidió ver alguna fotografía de la muchacha, y la anciana regresó con una pequeña foto en donde se podía ver con toda claridad los mismos rasgos hermosos y la misma sonrisa misteriosa que habían conquistado a JM.

Se dice que el hombre salió horrorizado del lugar, y que debió someterse desde ese momento a un largo tratamiento psiquiátrico para recuperarse de la terrible impresión de haber salido, bailado y dormido con un fantasma.

Hace algunos años me encontré con JM, quien, como ya dije, es un amigo mío. Después de saludarlo, y sin poder evitarlo, le pregunté que si al fin era cierto lo de aquélla insólita historia. El me miró sereno y como única respuesta, me sonrió misteriosamente, como dicen sonreía la mujer de aquella noche.

LA CASA VACIA

La casa yace, yace sin remedio, fantasma de sí misma, yace, yace, la casa pasa por sus vidrios rotos, penetra al comedor que está hec...