24.6.05

LOS OFICINISTAS DE CALI

Para cualquier desprevenido visitante de esta ciudad podría ser algo tremendamente curioso saber cuantos trabajadores de oficina se encuentran en los barrios más pobres de Cali. Se sorprendería de ver cuantos jóvenes, incluso muchachos imberbes de 14 y 15 años, cuando se les pregunta a que se dedican, dicen con cierto orgullo que trabajan en “oficinas”, como cualquier yuppi, y que viven de ese trabajo. De esta forma, probablemente Cali debe tener por estas fechas más “oficinistas” por metro cuadrado que Wall Street o Londres

Seguramente, lo primero que este eventual observador echaría de menos sería la imagen de estos “oficinistas”, pues en lugar del clásico traje y la corbata, los vería vestidos informalmente a toda hora con bluyines, zapatillas y camisas deportivas. Después se enteraría que ellos nunca, pero nunca, van a la oficina en los horarios habituales. Es mas fácil verlos a esas horas parados en las esquinas de los barrios donde viven, jugando dominó, tomando cerveza o conversando en corrillos, exactamente en el mismo horario en que se esperaría estuvieran en sus oficinas.

Otro rasgo curioso de estos “oficinistas” es que casi ninguno supera el segundo o tercer grado del bachillerato, siendo los mas afortunados los que pueden hablar o escribir con mediana pulcritud y eficiencia. Por el contrario, en cada dos o tres frases, sale a relucir una jerga extremadamente dura, plagada de palabras desconocidas para el Larousse, pero cargadas de peligrosidad, amenaza o burla.

Pero, se preguntaría el observador, en donde quedan entonces esas curiosas oficinas. Miraría inicialmente la Torre de Cali o algunos de los edificios del centro de la ciudad, y se los imaginaría atestados de esos muchachos subiendo y bajando apresuradamente en sus ascensores o sentados en sus módulos de trabajo, acuciosos, frente a las pantallas luminosas de cientos de computadores. Pero descubriría en seguida que muchos de ellos, casi todos, nunca han ido a ninguno de estos edificios y, como mucho, solo se han subido al ascensor del Palacio de Justicia, aunque esposados y custodiados por guardianes del Inpec.

Si insistiera en la pregunta lograría, tal vez, que algún oficinista, aunque con clara muestra de desconfianza, le contara con máximo sigilo que una oficina puede funcionar en cualquier parte: En un salón de belleza, detrás de una tienda de barrio o en el despacho de un contador titulado, por ejemplo.

En realidad, una oficina puede funcionar en cualquier parte, porque lo realmente importante no es su ubicación sino la organización efectiva y eficaz de sus miembros. El termino oficina no es mas que un eufemismo, de los tantos que se inventa el hampa criolla, para denominar a una organización sicarial de carácter lineal, con una jerarquía bien definida, generalmente al mando de un destacado miembro del sicariato local o de una de las antiguas familias mafiosas, con fama de cruel y sanguinario, cuyo solo nombre inspira miedo, de forma tal que con solo nombrarlo se entienda por el interlocutor de turno el grave riesgo de oponérsele o desobedecer sus ordenes.

Lo secundan uno o dos lugartenientes, que son quienes al final manejan el aparato de terror, representado generalmente en grupos de matones, muchos de ellos jóvenes extraídos de los barrios populares, que se conocen entre sí, con lazos fuertes de amistad o complicidad anterior en pandillas, bandas o cosas similares, fuertemente armados y dispuestos a cualquier cosa a cambio de una participación en dinero por la “vuelta”.

La organización tambien incluye un buen porcentaje de participación de miembros de la policía local o de entidades de seguridad oficial, que brindan apoyo logístico en información, consecución de armas de alto poder, seguimiento de victimas y, últimamente, en la ejecución o asesinato de personajes que, por mantener un alto nivel de seguridad, como jefes de bandas, políticos, militares, etc., se requiere cierta sutileza y mimetismo de sus eventuales ejecutores.

Nuestro observador, aunque con ya poco animo, preguntará, entonces, a qué es exactamente a lo que se dedican estas oficinas. Algún oficinista le contestara que se trata de una oficina de cobro. Si usted tiene, por ejemplo, una deuda de esas impagables, generalmente de varios millones de pesos, que el deudor se niega a pagar, o se esconde o no tiene patrimonio visible para cancelarla, entonces puede acudir a una oficina, hablar con el jefe o con uno de sus mandos medios, y pactar que la oficina cobre por usted esa deuda, eso si, no por un porcentaje menor al 50% de la misma, incluyendo intereses. Aunque han existido no pocos casos en que la oficina, si quiere, se queda con todo, al fin y al cabo, quien se puede quejar.

Tambien es común que un grupo de “oficinistas” secuestre a una persona para obligarlo a entregar todos sus bienes, en lo que se llama un “amarre”. O que se secuestre a toda una familia por las deudas de alguno de sus miembros. Por eso, en cuestión de poco tiempo, toda un patrimonio familiar puede pasar a manos de una oficina de cobro. Usualmente, cuando se paga a satisfacción de la oficina, el deudor puede conservar la vida, pero son muchos los casos en que, para evitar venganzas posteriores, es asesinado en cuanto firma las escrituras y los documentos pertinentes. Por ello algunas notarias tambien tienen “oficinistas” dentro de sus clientes más asiduos.

Hace algunos meses un grupo de oficinistas fue descubierto por el Ejercito cuando se disponían a rellenar de piedras el cadáver degollado y abierto en canal de un abogado, a quien previamente le habían hecho firmar las escrituras de todos sus bienes y, después de matarlo, pretendían arrojarlo al un río cercano. Indudablemente, cada oficina se esmera en su labor.

Aunque inicialmente las oficinas se crearon como un apéndice armado de grupos de traficantes para cobrarse entre ellos las cuentas provenientes de los alijos de droga, o para cobrar los dineros perdidos en cargamentos incautados, o para recuperar bienes entregados a testaferros que no los querían reintegrar, etc., la verdad es que el asunto se puso tan de moda que ahora no es raro que ciudadanos comunes, de esos que van a la iglesia, pasean a sus nietos y posan de señores honorables, los contraten para recuperar deudas de forma mas expedita que por medio de la engorrosa y tediosa gestión judicial, o, simplemente, para vengar afrentas personales sin dar la cara.

Por eso, ahora existen oficinas y “oficinistas” en todas partes. En las discotecas de moda, en las canchas de fútbol, en la casa del vecino. No se exagera si se calcula que la mayor absorción de mano de obra joven y no calificada la hacen estas oficinas, debido a que sus miembros pueden, en cuestión de pocas horas o días, hacerse con sumas de dinero que sus padres no podrían conseguir trabajando en toda su vida. Vehículos lujosos manejados por personajes de dudosa profesión, casas deslumbrantes cuya propiedad surgió de la noche a la mañana, en fin, muchas de estas cosas son reflejo de la gran dedicación al trabajo de nuestros “oficinistas”.

La mayoría de los “oficinistas” no viven mas allá de los 23 o 25 años. Muchos mueren acribillados por otros “oficinistas” o a manos de sus propias oficinas, por haber dicho algo comprometedor en una noche de tragos, o por quedarse con parte del dinero del patrón, o por cualquier otra causa similar. No hay carta de despido, ni indemnización laboral. Son simples elementos de desecho que pueden reemplazarse con tanta facilidad que no vale la pena perdonarles cualquier desliz. En estos días, gracias a la guerra de varios jefes mafiosos entre sí, muchas de estas oficinas se hayan enzarzadas en un cruento exterminio mutuo, que puede llevar mas de dos mil asesinatos selectivos en menos de un año, aunque ya se cometen masacres de las que ha caído en cuenta hasta la policía.

Aunque muchas otras cositas podría averiguar sobre las oficinas y los “oficinistas”, es seguro que nuestro observador hace rato cogió el primer avión o bus que lo sacara de esta ciudad. Sin embargo, muchos mas somos los que seguimos padeciendo, porque nos toca y porque no podemos salir corriendo como él, convivir con nuestras familias en medio de todos estos “oficinistas”.

LA ESPERA

Sacudió sobre el anden húmedo los zapatos mojados, en un intento inútil por librarlos de las salpicaduras fangosas de la lluvia, aprovechando para mover las piernas entumecidas por el frío y la larga espera bajo el alero protector de la esquina.
Deseó, casi con dolor, el cigarrillo húmedo que momento antes había intentado inutilmente encender y que ahora flotaba, calle abajo, en la cresta del riachuelo amarillo que serpenteaba al borde del anden. En la calle, lentas ráfagas de viento helado agitaban la cortina de gotas gruesas de lluvia que desde hacía, cuantas horas?, llevaba cayendo, sin pausa, sobre la ciudad gris.
Miró su reloj con impaciencia, y esta se convirtió, lentamente, en desconcierto. Qué le pasaría? Nunca se había demorado tanto. Vio pasar un bus atestado, que dejó atrás una estela de agua lodosa que, perezosa, lo persiguió hasta desaparecer. En una de las ventanas de la casa del frente percibió la luz vacilante de una vela, que luchaba contra la prematura oscuridad. No hay energía, pensó. Y la impaciencia volvió a él como el reflujo de una pesada ola.
La esperaba desde hacia mas de dos hora (o, serían tres?). Intuía, por el calor creciente de su rostro, que la impaciencia inexorablemente se le convertía en una ira silenciosa, en una lava amarga que le resbalaba, ardiente, por su estomago.
Fue, entonces, cuando la vio, como una silueta imprecisa, recortada contra el fondo plomizo de las húmedas paredes. La mujer cruzó corriendo la calle, saltando sobre los charcos con agilidad de gacela, se detuvo sobre el anden y, girando la cabeza, lo buscó con la mirada. El asomo medio cuerpo y agitó una mano para que ella lo pudiera ver. Ella, con un trotecito menudo, se dirigió a su esquina, envuelta en el abrigo gris y ondeante, que le daba apariencia de fantasma.
El hombre suspiró y se resguardó nuevamente bajo el alero. Sentía que la rabia aun le atenazaba la garganta. La mujer llegó hasta él y lo miró con aprehensión bajo la cortina chorreante de su pelo escurrido, que se pegaba con tenacidad a la frente pequeña y le rodeaba, como un oscuro paréntesis, la cara pálida. Sus ojos, grandes y brillantes, chispearon con un gesto sumiso, casi reverencial, precediendo la sonrisa oblicua de sus labios temblorosos. “Perdona la demora, pero es que él se fue tarde, casi no puedo venir...” le musitó con voz ronca y tierna, y se apretó contra él, abrazándolo, con los latidos del corazón empujando, a través de la ropa mojada, las palabras apenas murmulladas, los suspiros, el largo beso, la caricia ansiosa, el deseo.
Él supo, entonces, que ella, una vez más, le derrotaba la amargura de su amor contrariado, y le reconoció su triunfo, entrelazando desesperadamente su aliento con el suyo. La lluvia arreciaba, ajena, sobre la ciudad indiferente y gris.


18.6.05

POR FAVOR, NO MAS FOTOGRAFIAS!!!

La moda esta de los celulares con cámara fotografica francamente nos tiene jodidos. No existe prácticamente ningún lugar público, sempúblico y hasta privado en donde no se encuentre uno de estos lamentables personajes con celu-cámara, dispuesto a disparar el dichoso aparatico a diestra y siniestra.
Si estás en un restaurante, y para colmo, con quien no debes estar, no puedes ni tragarte la comida que ordenaste cuando miras que en una mesa cercana descansa, amenazante, unos de estos pinches celulares. O, que tal cuando entras a un motel, por ejemplo, a entregar una carta o a pedir prestado el telefono, y atina a pasar alguien que te conoce o conoce tu carro y, para desgracia mayor, carga una camara movil, con lo cual se asegura un futuro chantaje. O, que decir, cuando, por descuido, ese tercer y critico botón de tu blusa no se encuentra en su lugar y el fisgón con cámara te fotografía inadvertidamente en tan comprometedora pose.
Los ejemplos serian infinitos. No deja uno de extremecerse pensando que fotografias inéditas y no autorizadas con nuestra imágen, generalmente en nuestro peor momento, circulen por alli, incluso en el mismo ciberespacio, siendo objeto de burlas, desprecios y sorpresas de nuestros semejantes.
Pero, qué hacer? La primera idea que nos viene a la cabeza sería coger a cogotazos a cuanto personaje desocupado cargue con uno de estos aparatos, pero soy un pacifista convencido y las soluciones violentas definitivamente no me gustan. También podría promoverse una marcha pública pidiendo a nuestros congresistas la expedicion de una ley que prohiba estos bichos, pero conociéndo a los politicos, lo mas seguro es que perdamos miserablemente el tiempo, además de que probablemente seremos fotografiados por la Policia con celu-camaras para el archivo judicial.
Lo unico que he podido hacer al respecto es no volver ni a restaurantes, ni pasar por moteles, ni ir a ningún lugar critico en donde generalmente pululan estos paparazzi criollos. Ah, y además, andar siempre acompañado de mi abnegada esposa, con la seguridad de que ante tan ejemplar escena nadie se molestará en disparar uno de esos molestos aparatos

HISTORIAS DE CIUDAD (2): Chiqui

La noticia apareció en la pagina judicial de El País, perdida en medio de la acostumbrada y, como siempre, abundante crónica roja de ese fin de semana. Pero llamó mi atención. Se decía que la corrupción de los valores morales entre los jóvenes de las zonas populares de Cali se habían perdido a tal extremo que, incluso, eran los mismos padres los que ahora les inculcaban a sus hijos adolescentes que se convirtieran en ladrones, asaltantes o sicarios, ejemplo de lo cual era el caso de una mujer que le había dado a su hijo, como regalo de quince años, una pistola 9 m.m.

No me había vuelto a acordar del tema hasta que me tope, de pies y manos, con el mismísimo protagonista de la historia. Le decían Chiqui, y cuando lo conocí acababa de cumplir los 18 años. Tenia en su rostro los inconfundibles rasgos indígenas que tienen casi todos los muchachos de Siloé, descendientes de inmigrantes caucanos que desde hacia veinte años se habían establecido en esa zona escarpada del sur de la ciudad, huyendo de la pobreza y de la muerte que acechaban los pequeños pueblos del Cauca. Sus ojos diminutos y de mirar desconfiado, el pelo abundante e hirsuto y una particular sonrisa de medio lado le daban una apariencia engañosa de fragilidad y hasta ternura, salvo para aquellos que, como yo, sabíamos que era un asesino frío, con por lo menos seis o siete homicidios encima.

Cuando le pregunté si era verdad lo del regalo de cumpleaños, me miró con cierto brillo de orgullo en sus ojos. Claro, doctor, es cierto, la cucha se tiró esa parada conmigo, me dijo. El día de su cumpleaños numero quince había planeado, como era costumbre en el barrio, emborracharse con los pelados de la cuadra, fumarse unos baretos y pasarla bacano, según me contó. Por eso los invitó a su casa. Y allí, en la mitad de la fiesta la mujer, la cucha, menudita ella, con arrugas profundas en su rostro aindiado que le sumaban veinte años a su edad real, lo llamó al comedor y sobre la mesa le puso la caja envuelta en papel regalo, incluido un moño rojo. La sorpresa fue general, hasta para el mismo Chiqui, cuando vio en la caja una reluciente pistola Glock, primorosamente limpia y acomodada junto al cargador de siete tiros. Hubo lagrimas, abrazos y, gritos de jubilo y sorpresa en los concurrentes. La mujer le dijo que era que pa’ que en adelante se hiciera respetar y la hiciera respetar a ella.. ah, mijo, y tambien pa’ que trabaje y consiga pa’ vivir...

El regalo cambió totalmente la vida de Chiqui. Pasó de ser uno mas de la gallada, a ser el jefe respetado y temido, pues su pistola le daba el estatus suficiente para imponerse a cualquiera. Y todos los demás lo entendieron así, pues no era lo mismo una “nueve” original que un changón o una pistola hechiza. A partir de allí Chiqui y su pistola eran los primeros con los que se contaba para las “vueltas” de la gallada: Atracar a los chóferes de las gualas cuando bajaban después del ultimo recorrido; darle “chumbimba” al man del otro “parche” que le había ofendido a la novia, a la hermana, a la mamá, de tal o cual; asaltar uno de los supermercado de la parte baja del barrio... Todo pasaba a través de Chiqui y su nueve milímetros.
Hasta esa época, salvo dos o tres lances a cuchillo, Chiqui no había matado todavía a nadie, que yo sepa, doctor... Por eso, debió sentirse verdaderamente poderoso cuando mató al primero. Fue el motorista de uno de los camperos que hacia el recorrido nocturno, quien se negó a entregar los 35.000 pesos que había recogido, después de su jornada laboral de cinco horas, confiado tal vez en la apariencia endeble y debilucha del muchachito aindiado que le apuntaba con la pistola. Fueron dos tiros, que le dieron con precisión en la frente, matándolo al instante.

A partir de allí la fama de duro de Chiqui y su pistola subió como la espuma. Y los muertos también crecieron de número: El vecino de la parte de arriba al que se le olvidó que no debía subir borracho en día de quincena y menos a la madrugada; la señora que al bajarse del taxi se resistió a entregar el bolso en donde los asaltantes creían que llevaba un millón de pesos y solo encontraron una caja de chicles y una cedula; el policía de civil que dos días antes había cogido a patadas al primo de Chiqui en una requisa, entre otros.

Un día la mujer, la cucha, le dio una idea, tal vez algo preocupada por las cada vez más frecuentes y peligrosas correrías de su hijo: Mijo, porque no alquila la pistola, y así se gana su plata y no tiene que andar por allí en tanta vaina... Chiqui, encantado, acogió la idea e inició su siniestra “microempresa”: Alquiler de la pistola para vuelta larga (hasta dos días) a $500.000.oo; para vuelta corta (hasta 5 horas) a $250.000. La gente del barrio, y otros que conocían de la “empresa”, le hacían cola. Chiqui y su mamá vivían con holgura del alquiler del arma, e incluso le quedaba plata al muchacho para derrocharla todos los fines de semana en las peligrosas y concurridas discotecas del Plan.

Uno de los “arrendatarios”, cierto día, se negó a entregar el arma. Alegó que la Policía se la había decomisado, pero Chiqui sospechó que no era cierto. Discutieron, pero el arma no apareció. De inmediato supo Chiqui que lo teníia que matar: Era una cuestión de prestigio, por que un duro no puede dejarse robar. Una semana después, agazapado en una esquina, lo esperó y lo cosió a puñaladas, pero una patrulla policial que hacía una rarísima ronda de vigilancia en el barrio lo sorprendió cuando huía aun con el cuchillo ensangrentado en la mano.

Entonces que, doctor, será que salgo de aquí, me pregunto sonriendo otra vez. No le contesté. No lo creía, no solo por la condena de treinta años que le había puesto el juez, sino tambien por los otros tres procesos penales por homicidio que se le seguían en varios juzgados. Además, ya me habían comentado que alguien había pagado un millón de pesos a otro preso para que lo matara en el patio. Y la cucha? Bien, doctor, pero se quedó solita, sin que nadie me la ayude, por eso quiero salir rápido de aquí... Me despedí, me dio la mano y sonrió nuevamente. Me quedé mirándolo hasta cuando despareció para siempre por la puerta enrejada de la cárcel...

17.6.05

HISTORIAS DE CIUDAD (1) : Yeimi

Su nombre podria no tener ninguna importancia, pues de seguro se perdería en la multitud de nombres anónimos que colman las paginas judiciales de la ciudad. Sin embargo, como un homenaje minimo a una victima mas del holocausto de esta absurda violencia que vivimos, lo diré: Se llamaba Yeimi.

La primera vez que oi su nombre fue en una cárcel, donde un hombre de mirada torva me habló de ella tras los barrotes despintados de un cubiculo de entrevistas. "Era una hembrota", comentó socarronamente, pero la historia que me contó no era picaresca, sino tragica. Tenía 16 años cuando se conoció con el hombre con el que finalmente se enroló, después de un embarazo precoz y una fuga apresurada del hogar paterno, al que dejó destrozado por la inesperada noticia de que la niña de la casa se iba a vivir con un hampón del barrio. Nada se pudo hacer.

Después de algunas semanas de idilio Yeimi empezó a conocer al personaje que dormia a su lado. Lo veía dormir durante casi todo el día y salir de noche "a voltear"; lo veía pasar de la mas absoluta carencia a una inexplicable abundancia en cuestion de horas; lo veía hacer y recibir llamadas misteriosas y reunirse durante interminables horas en la panadería de la esquina con sospechosos personajes; lo veia guardar armas y balas en los cajones del closet. Lo veia hacer muchas otras cosas, pero en realidad ella nada veía. Lo amaba con amor incondicional y ciego de adolescente y, aparte de estar juntos, nada le importaba.

La hija que les nació no cambió mucho las cosas, aparte de ver que su hombre, espantado seguramente por el cuerpo deformado por el embarazo, no la tocó durante mas de seis meses. Sospechaba que le era infiel, pero, en realidad, eso tampoco le importaba. Lo amaba de verdad. La primera propuesta que le hizo vino dos meses depues del parto: Mira, gordita, por que no nos colaborás a los muchachos y a mi, pa 'que trabajemos, vos sabes, como sos una pelada bacana, bien arregladita cualquiera se pega... Y claro, cómo decirle que no.

Su primer trabajo fue de fletera para robarle a un pensionado que, engolosinado por las hermosas piernas que generosamente mostraba su diminuta minifalda, practicamente no opuso resitencia cuando le arrebataron la pensión que acaba de cobrar. Después, fue robarle la plata del cajero automático a un joven médico que la recogió un viernes en su carro en la Sexta, seguro de haber hecho el levante de su vida... Y fueron muchos más "camellos", cada uno mas peligroso que el otro, pero no importaba, estaba con su hombre. Sabia que lo que hacía era peligroso y que de seguro era algo totalmente distinto a lo que le enseñaron en su casa. Pero no importaba, pues tambien tenia sus recompensas: Bailar hasta el amenecer en Juanchito despues de cada "corone"; comprar ropa de marca en algún exclusivo centro comercial de la ciudad; paseo en Pance una vez al mes; el televisor de 29 pulgadas que pudo disfrutar tres semanas, antes de que se perdiera en la casa de empeños... No era mucho, es cierto, pero, como le decia su hombre, ya vendrá lo bueno, mamita, no se precocupe.

Cierto día él llegó inusualmente contento, se sentó en una de las dos desvencijadas sillas de la diminuta sala y le dijo que ahora si le habian propuesto la vuelta pa' salir de pobres, mamita, que se alistara... Ella le creyó, como siempre lo hacia, pero tuvo el presentimeinto de que era algo definitivo, para bien o para mal, producto tal vez de ese sexto sentido que dicen tienen las mujeres, pero que a veces no les sirve de nada.

El día acordado se vistió con su mejor ropa y se arregló en un salon de belleza cercano a su casa, tal como él le dijo; la recogieron en un taxi y la dejaron cerca de la esquina en donde, como todos los días, pasaría la victima rumbo a su casa. Al tercer día, el tipo reparó en ella y se le acercó en su flamante Mazda ultimo modelo, conversaron brevemente, pero fiel al libreto, ella se mostró esquiva. Dos dias despues le aceptó la invitación a tomarse unas cervezas.

Sin embargo, lo primero que Yeimi no sabia, ni su marido, ni los confabulados para el secuestro, era que la Policia los venia siguiendo desde hacia varias semanas. Y fue precisamente por uno de esos videos de vigilancia como vi a Yeimi viva: Se veía bonita, bien vestida, con cara ansiosa, parada en esa esquina fatal, como una niña indefensa jugando al peligro... Finalmente, el asunto del secuestro salio mal, porque la segunda cosa que Yeimi no sabia, ni su marido, ni sus compinches, era que la Policia ya había alertado a la victima, y entre todos les tendieron una trampa. El hombre llamó a Yeimi y le propuso pasar un fin de semana fuera de la ciudad, que era la oportunidad que los secuestradores andaban buscando. Ella, claro, aceptó, como se lo dijo su marido, y acordaron los detalles con el resto de la banda. La policia, por su parte, dispuso la escena en el lugar del encuentro. La idea era capturar a toda la banda cuando se dispusiera a secuestrar a la victima.

Pero la tercera cosa que ni Yeimi, ni su marido, ni sus compinches, ni la misma Policia sabia, era que la victima tenia sus propios planes. El día fijado el hombre no apareció. En el video la muchacha, sentada en una mesa solitaria del restaurante, parecia una novia abandonada, jugueteando nerviosa con el vaso de la gaseosa tibia, mirando hacia la puerta ... Tres días despues, cuando venia caminadno con una bolsa de leche recien comprada, a las 8 y 15 de la mañana y a diez metros de su casa, según decia el informe policial, dos hombre en motocicleta, de esos que nadie sabe de donde salen, ni donde viven, ni como consiguen las armas, ni como circulan en moto en las barbas de la policia, la acribillaron con seis certeros disparos. Su marido, me contó el hombre de la carcel, apareció una semana despues, torturado brutalmente, semienterrado en un cañaduzal a la salida de la ciudad.

La ultima vez que vi a Yeimi fue en las fotografias de la necropsia: Estaba tiernamente acostada en la mesa fria de la morgue, con sus ojos cerrados y un hilillo de sangre escurriendo por la comisura izquierda de su boca entreabierta. Noté que extrañamente la lividez de la muerte resaltaba sus facciones suaves de adolescente. Incluso, me pareció que sonreía...

13.6.05

DESDE CALI (6)


9.6.05

DESDE CALI (5)

Como si se necesitara confirmar lo dicho en nuestro anterior escrito acabamos de recibir tres noticias muy dicientes sobre lo que pasa en esta ciudad:
Primero, que el pasado domingo mataron a dos hombres en una camioneta blindada usando fusiles de alta potencia, sin saberse de autores ni móviles; segundo, que el sábado anterior mataron a un abogado a escasas dos cuadras del Palacio de Justicia, sin saberse de autores ni móviles; y tercero, que un renombrado cientifico americano que vino de pasada a nuestra ciudad resultó asesinado para robarle el dinero que acaba de sacar de un cajero automatico, sin saberse de autores. Todo esto en un solo fin de semana.
Es un carrusel de la muerte. Existe una degeneracion muy clara en el ambiente social, que ni es ambiente ni es social. La impresion que tenemos todos es que vivimos en una ciudad insufrible, en donde lo peor de todo es la sensacion cotidiana de estar a merced de los violentos y los rufianes. La autoridad es solo un concepto anacrónico, cada dia mas desdibujado, pues ni se le teme ni se le respeta.
Si un hombre "honorable" como el personaje que mencionamos en otro de nuestros post (3) siente la inclinacion de recurrir a metodos mafiosos para cobrar sus "deudas", que puede esperarse de quienes, sin ser tan honorables, se han levantado en las tortuosas calles de nuestros barrios pobres, sin educacion, sin familia, sin aspiraciones, respirando cotidianamente el olor a violencia y a dinero facil.
Diriamos, sin exagerar, que es Cali una ciudad sin esperanza y sin brujula, en la cual solo de Dios podemos esperar ayuda...

6.6.05

DESDE CALI (4)

No creo que viva mucha gente en Cali que no haya tenido en alguna época relación, mas o menos directa, con actividades de mafia.
Muchos comerciantes se enriquecieron de la noche a la mañana a través del blanqueo de dinero narco; gerentes de bancos, politicos, policias, notarios, etc., todos estos sectores tuvieron, o tienen, que ver con dineros ilicitos. Hasta las mismas mujeres, famosas por su belleza, forman ahora parte de esa parafernalia mafiosa que las convirtió en fetiches, en esculturas artificales de silicona, que llenan sus horas en compras estridentes en los centros comerciales de moda o en exhibirse hasta el cansancio en las discotecas de la ciudad.
Sobre la policia y los organismos de investigación el asunto sería de risa, sino es por lo tenebroso de la conocida circunstancia de que muchos de sus miembros son cómplices de los traquetos y de sus oficinas de cobro; es la misma policia la encargada de secuestrar personas para entregárselos a sicarios y cobradores de cuentas, sino es que son ellos mismos los que se ofrecen, por buenas sumas de dinero, a realizar el trabajo sucio. No hay otra explicación para la cantidad de asesinatos que ocurren en las narices de quienes deben protegernos.
Cómo entender que en una ciudad en donde se hacen retenes policiales todos los dias y en todas partes se asesine gente con fusiles, granadas y armas de alto poder, capaces de romper el mas fuerte blindaje de un vehiculo? Muchos saben quienes son los cabecillas de las oficinas de cobro, e incluso donde funcionan, pero la policia no sabe nada, lo cual resulta, por lo menos, inaudito.
Conozco de primera mano el caso de una persona, ingeniero civil, cabeza de una familia reconocida de Cali, hermano incluso de quien dirige hoy el mas importante organismo de socorro de la ciudad, quien contrató una oficina de cobro para cobrar una deuda vencida desde hace mas de ocho años. No ha dudado en aterrorizar y llevar a la quiebra a toda una familia para lograr su siniestro cometido y, sin embargo, para su familia y para la casta social en la que se mueve, es un hombre intachable y "honorable". Es este el tipo de ciudadanos, desgraciadamente, que ahora viven en esta ciudad...

DESDE CALI (3)

Después de la caida de Pablo Escobar y de la persecusión del antiguo Cartel de Cali, los puestos de privilegio y comando de los pequeños grupos mafiosos que quedaron como remanentes en esta ciudad pasaron a los antiguos "lavaperros", matones y sicarios de poca monta que se distinguían por su ferocidad, ambición y pocos escrupulos. De ahi se derivó una nueva cultura delictiva, menos ostentosa y visible que la inicial, pero mas sanguinaria, caracterizada por la ausencia de jerarquias y el poco respeto por la vida y la familia de los enemigos.
Esta nueva casta fundó nuevas modalidades de trafico, convirtiendose en pequeños grupos de transportadores o de administradores de rutas, en oficinas de cobro de deudas licitas e ilicitas y, sobre todo, dedicados a la recuperacion de bienes que los antiguos y poderosos jefes dejaron en manos de testaferros y similares. No tardaron en declararse cruentas guerras intestinas, drigidas a exterminar rivales y competidores del "negocio" y a establecer cierto predominio sobre las demas facciones mafiosas.
De Buenaventura, Tuluá, Palmira y otras ciudades vecinas llegaron a sumarse a la rapiña nuevos personajes, cada uno mas siniestro y despiadado que el otro, bajo el disfraz, desde mediados de los años 90, de las temidas bandas paramilitares. Muchos han caido en esta siniestra vendetta. Primero los cabecillas y sus lugartenientes mas reconocidos; después, los testaferros, los abogados de confianza, los contadores, las esposas, las amantes y, para horror de todos, los hijos e hijas, incluso bebés, en este aquelarre interminable de violencia...

LA CASA VACIA

La casa yace, yace sin remedio, fantasma de sí misma, yace, yace, la casa pasa por sus vidrios rotos, penetra al comedor que está hec...